Algoderock Fest. Sala Holländer. 27 de septiembre de 2019
¿Algo de rock? ¿Fiesta metalera? Algo, sí algo, de eso hubo anoche en la Sala Holländer, sólo que las expectativas fueron ampliamente superadas por la realidad. De tal manera que el centenar -siendo generosos, pero esto es el underground en Sevilla, no nos engañemos- de espectadores que se congregó en el Polígono Calonge asistió más bien a una esplendorosa animalada del mejor core andaluz (y levantino), pues más que rock y metal predominó ese estilo con diversos prefijos (hard, grind…) según el caso. Que no hubiera en toda la velada ningún instrumento sobre el escenario que no fuera guitarra, bajo o batería y que cuatro de los cinco vocalistas se dedicaran exclusivamente a cantar (la voz como instrumento atronador) son detalles que refuerzan lo brutal que resultó el evento.
Dos bandas de la provincia anfitriona, una cordobesa y otra gaditana por iniciativa de un intrépido grupo de malagueños apasionados del género. ¡Qué mejor escaparate de lo que se cuece en la Andalucía más inquieta y menos acomodada en lo musical! Acaso de forma casual, el abecedario aunque de forma inversa marcó el orden de actuación de las bandas en Der Fliegende Holländer, con las locales al principio y al final.
Así que les tocó desprecintar la noche a los palaciego-nazarenos Vietnam Side a eso de las nueve. No se anduvieron por las ramas y comenzaron con su HC-punk a repartir tralla desde el inicio, aunque se vinieron arriba desde el tercer tema, Pesadilla, con una potente línea de bajo post hardcore, y la inmediata Gritar a mis adentros, con Jesús Báez desgañitándose. Tras una pausa, lo dieron todo en el tramo final desde La raíz del caos hasta completar un set de ocho canciones convincente que será la base de su epé de debut, que anunciaron para finales de año o principios de 2020. Visto lo visto más tarde, resultó la actuación menos subyugante, no ya por la calidad, que la tienen, sino por la falta de tablas y el excesivo estatismo, dicho siempre en comparación con el resto de grupos.
Vianal se hicieron demasiado de rogar, y con ello provocaron una demora que ya no se pudo recuperar, más porque encima se extendieron en un set que rozó la hora de duración, con nada menos que 16 temas de sólido grindcore, y no todos se resuelven en minuto y medio… Sin embargo, los jerezanos desplegaron un show de gran altura que permitió el lucimiento de Dolly a la guitarra en Nuestro odio y que desató el pogo con 2 pavos. Zarbi, el cantante, se adueñó de la situación pese a reconocidos problemas vocales e hizo gala de su carisma (aunque su camiseta de los paisanos Space Surimi pudiera despistar, o el hecho de que bien peinado y con una camisita adecuada pudiera pasar por un vecino de Los Remedios…). Los gaditanos siguieron repartiendo estopa en Largo-corto, más pogo esta vez ya casi masivo, en la conocida Ambulancias y serruchos y en la posterior Constitutional Hell, versión de los enormes Napalm Death, que no de Rosalía como bromeó Zarbi.
Con el listón tan alto, llegó el turno de los cordobeses TUMMO, que lanzaron la mitad de temas (ocho) en una actuación condicionada por la ausencia de uno de sus guitarristas. Pero Alberto González, el que sí estuvo, se bastó para dotar de fuerza a un repertorio que no sonó tanto al groove metal que indicaba la promoción como a un post hardcore de alto octanaje. Los de Palma del Río arrancaron con las cinco composiciones de su epé de este año, Freeze the Flame, y remataron con tres de su elepé Burn the Flames (2014). Todo ello aderezado con la extravagante actitud de David o The Apocalipse Dude, un cantante con don de animal escénico que descargó las letras en inglés (era el único grupo que no cantaba en español) entre pirueta y gracieta sobre un público menos receptivo y numeroso que con Vianal.
Pero la tensión de la sala volvió a subir al máximo cuando se subieron al escenario los murcianos-alicantinos OseznO. Bien es cierto que el comienzo de su actuación resultó un tanto desconcertante ante la interrupción para festejar un cumpleaños, primero, y la impertinente subida de dos espectadores para compartir voces con Grego Ruiz, después. Pero el cuarteto levantino, apoyado en una tremenda sección rítmica, supo acelerar poco a poco en su espectáculo que aglutinaba hardcore, punk, stoner… descargando en la primera mitad la totalidad de los temas de su reciente epé La Bestia y cerrando con algunos del elepé homónimo de 2017, entre los que destacó Balas de fuego y sal, con el público entregado de forma incondicional. Posiblemente lo mejor de la noche.
Pasadas las dos de la madrugada llegó el último bolo a cargo de los sevillanos MedictuM. Los hermanos Antonio y Manuel Medina, arropados por su familia (sí, estoy hablando de sus padres) y un cuarteto de jovencitas ¿veinteañeras? -lo que hay que ver a ciertas horas-, ciñó su repertorio prácticamente a su disco El País de las Pesadillas, de 2018. Con ese mismo tema empezaron a desgranar su thrash metal que alcanzó momentos de excitación con los riffs que cerraban Un minuto tarde. Entre reivindicaciones varias y el calor de sus fieles, el cuarteto originario de Morón tuvo tiempo de homenajear a Gojira en el tema Silvera y a Pantera en el cierre, Domination, un colofón perfecto para una actuación que sonó como un muro pétreo, impenetrable.