Robyn Hitchcock. Sala X. 2 de octubre de 2019
Anoche la Sala X rebosaba de felicidad. Durante el concierto de Robyn Hitchcock y al finalizar este la gente lucía una sonrisa de oreja a oreja, se acercaba a la barra con ganas de invitar a los amigos y todos murmuraban extasiados parabienes sobre la fantástica noche que estaban pasando. Y eso lo consiguió Robyn estirando un formato tan austero como es el de un cantante a solas con su guitarra sobre un escenario. Logró una enorme conexión con la gente a pesar de la barrera del idioma, un problema este que incluso sirvió para que tuviesen lugar algunas bromas e intercambios de palabras que establecieron una gran complicidad entre el cantante y los oyentes. Reinó la alegría a pesar de que Robyn Hitchcock comenzó su concierto con The Abyss, que no es precisamente una de sus canciones más joviales. Pero ya con la segunda de ellas estableció su declaración de intenciones: Esta noche estoy aquí y en todos lados, la repetida frase con que comienza Tonight, la antigua canción de los Soft Boys, la banda que le dio a conocer.
Ahora que la discografía de Robyn alcanza ya más de una veintena de discos es apropiado que este haga en sus conciertos una especie de desfile victorioso a través de todos ellos, y los que asistimos a sus conciertos salimos ganando, porque eso implica que saque de entre el polvo todas nuestras viejas canciones favoritas y en vez de ofrecer un repertorio basado en su trabajo más inmediato traiga un conjunto de ellas que abarca toda su carrera. Así pudimos disfrutar también de Queen of eyes, otra de las canciones de los Soft Boys, no sin que antes Robyn nos hiciese saber que Tony, el técnico habitual de la Sala X, esta noche iba a ser Dios en la sombra, y por eso confió en su omnipotencia para estar constantemente pidiéndole más efectos vocales, más delay en la guitarra, de forma que pareciese que estaban cantando tres Art Garfunkels en lugar de él; para I want to tell you le pidió que consiguiese hacerle sonar como si fuese Tom Petty… y de verdad que Tony consiguió complacer todos sus deseos, hasta el punto de que en la parte final de I’m only you cada vez que Robyn sacaba un acorde de su guitarra nosotros llegábamos a escucharlo hasta tres veces en un eco perfecto.
Robyn es un maestro componiendo, cantando sus composiciones y acompañándolas a la guitarra acústica, sobre todo cuando no usa púa para rasgar sus cuerdas y son sus encallecidos dedos los que las pulsan para sacarles más matices y dar más sentido a las quejas de una canción como Madonna of the wasps, a la que él presentó como la virgen de las avispas, tras la cual tuvo un recuerdo para Santo John (Lennon) y Santo David (Bowie) al inicio de Adventure rocket ship. Nos enteramos también de que se le ha muerto su gato y de que le gusta mucho el queso, y de que a menudo sueña despierto con trenes en los que espera encontrar al amor de su vida, lo que nos confiesa tan dulcemente en I often dream of trains.
Continuó con Death & love y Sunday never comes, la canción de la película del año pasado Julieta, desnuda; después retrocedió treinta y siete años en el tiempo para cantarnos City of shame, una de las canciones de su primer disco en solitario, que data de 1981. Y fue en ese momento cuando salió al escenario Emma Swift para cantar con él. La primera que interpretaron juntos fue Virginia Wolf, una de las canciones de Robyn con una letra de las más maravillosas que hayan salido de su pluma… Virginia Wolf llenó sus bolsillos de piedras… ella sabía que las piedras no flotan… uno siente a veces lo que no quiere sentir… después siguieron con Glass Hotel y terminaron con los minutos más mágicos de la noche, los que dedicaron a versionar a Dylan con un inolvidable Just like a woman y terminar con un Queen Elvis en una interpretación especialmente tierna. Fue increíble lo bien que sonaron sus voces juntas, a pesar de sus diferencias… o quizás debido a ellas.
La forma de cantar de Robyn Hitchcock fue excelente durante todo el concierto y no recuerdo que fallase ni una nota siquiera en unas canciones acompañadas de ritmos a veces extravagantes y adornadas de armonías inusuales, cambios de tono, cambios dinámicos repentinos y de su humor tan peculiar. Todavía tuvimos la fortuna de seguir escuchándole cuando tras cambiarse la camisa de lunares que llevó hasta ahora por otra más floreada de mariposas estampadas y echar mano de la armónica que tuvo aparcada en la silla hasta entonces, volviese a recordarnos a Dylan reinterpretando Visions of Johanna con una voz como jamás volveremos a oírle a Bobby. Siguió con una versión más, deliciosa a más no poder, del Dominoes de Syd Barrett; después el etéreo Airscape, canción de Element of light, uno de sus mejores discos y tras proferir varios sonoros fucking dirigidos a Boris Johnson y todo lo que este representa puso fin al encuentro con nosotros volviendo de nuevo a sus inicios, a los Soft Boys, rescatando un I wanna destroy you, sin duda dedicado a los políticos de su país.
Fue una noche excelente y fue todo un placer recorrer con Robyn Hitchcock un caleidoscópico camino de recuerdos. Es, y anoche en Sevilla se mostró así, un artista único en su género, que a pesar de la edad que ya tiene, deja a su paso la sensación de poder seguir contando con una cantidad de posibilidades que todavía parece milagrosamente incansable.
