Nick Moss Band. Sala X. 4 de junio de 2019
El blues no es para describirlo, sino para vivirlo. El blues es tanto la música, como el sentimiento que la inspira, y éste sólo se hace corpóreo en una sala con la oscuridad y la luz mezcladas en las dosis precisas, como lo fue anoche la Sala X, en la que asistimos al concierto de Nick Moss y su banda. Una zambullida total en las raíces del blues de Chicago, con la suma a la alineación de la banda de Dennis Gruenling, que pasa por ser un as de la armónica, e indudablemente lo es, pero así y todo fue el instrumentista que menos llamó la atención de todos los que ocupaban el escenario.
Precisamente él fue quien primero comenzó a lucirse, porque la banda atacó de salida con The Rev, un boogie instrumental en el que Dennis ocupa el primer plano durante los seis minutos y pico que dura la pieza, aunque deja algún espacio para que nos demos cuenta ya del pedigrí de Nick Moss como guitarrista, tocando siempre las notas correctas, sin sobrepasarse nunca en ninguno de sus solos, sino usándolos para golpear al oyente en el alma. Pero es que además Nick es un vocalista excelente, y comenzó a demostrarlo con Tight grip on your leash, pieza en la que ya comprobamos también que Taylor Streiff es un teclista de muchísima altura, y esa sensación ya no nos abandonó nunca durante el resto del concierto, quedando todavía mucho más patente con sus cabalgadas sobre las teclas (vaya mano derecha que tiene el señor Streiff) en He walked with giants, el homenaje de Nick Moss a Barrelhouse Chuck, el legendario músico de Chicago que tanto le ayudó en sus inicios; y qué menos que honrar su recuerdo con el solo de guitarra más ardiente de toda la noche. Patrick Seals en la batería y el nuevo miembro del grupo, el brasileño Rodrigo Mantovani en el bajo, consiguen que no dejemos de sacudir el cuerpo, ya sea que el ritmo que machacan sea de perfil boogie, blues o rock and roll; excelentes los dos, sobre todo el bajista, que por la forma de abrazar su bajo eléctrico, como si fuese un contrabajo clásico, seguramente será de formación jazzy.
Nick y su banda fueron más allá de lo básico del blues, por donde anduvieron a sus anchas como en el Strange woman de Muddy Waters o el Rockin’ daddy de Howlin Wolf, en el que la voz solista corrió a cargo de Dennis, cumpliendo bien, aunque sin llegar a la paleta de colores de la de Nick, y se adentraron incluso en territorios del rock más clásico, hasta donde llegaron con piezas como el Count on me que interpretaron después de que Nick juguetease con el micro de Dennis para cedérselo finalmente y que él pusiese la voz también aquí, que para eso es el autor de la canción, mientras Nick se dedicaba a entrar en el Guinness de los records con el acorde mantenido durante más tiempo en un solo de guitarra, incluso ejecutándolo con los ojos cerrados por la mano de Dennis.
Anoche, pues, bajo los focos del escenario de la Sala X se desarrolló una de las más hermosas y emocionantes ceremonias de blues que he podido presenciar en los últimos años (bueno, tampoco es que me haya prodigado mucho yo en ellas últimamente), culminada con un bis de lujo, primero con teclados, bajo y batería solamente, ofreciendo solos medidos y perfectos, más tarde con Nick uniéndose a ellos tres para un Remington Ride memorable; para ya al completo con Dennis Gruenling de nuevo, terminar con una recreación del Ugly woman blues que duró casi un cuarto de hora, a pesar de lo cual se nos hizo cortísima. Y eso que ya llevábamos casi dos horas de concierto; pero no nos pesaron en absoluto, porque estábamos imbuidos por algún espíritu salido de la tormenta que desataron con el talento, la energía y la pasión necesarias para hacer que nuestros corazones se pusiesen a latir al ritmo de los tres acordes.
