Entre unas cosas y otras hacía ya 45 días que no escribía ningún texto disonante. Después de un mes y medio de sequía me pongo a ello y entiendo mejor que nunca aquella frase de Elvis Costello: escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura. Comprendo el problema. Aquí estoy, intentando escribir una reseña sobre el disco que inicia la carrera musical de All On May, y me encuentro empantanado entre un montón de metáforas más o menos significativas, intentando concretar su indefinible sonido.
En un primer momento, Alive, que es como se llama el disco, nos recuerda un montón de nombres pasados en la historia, sin embargo, suena de manera totalmente natural. Una vez, Javier Alés, bajista de largo recorrido al que recordamos de Los Picapiedras y tenemos presente actualmente por Linimento Volátil, que colabora en este disco aconsejando y apoyando con los sonidos graves de su instrumento a los tres jóvenes miembros de la banda, dijo que yo le encontraba a su actual grupo influencias que ni ellos mismos sabían y puede que en el caso de All On May vuelva a ocurrir eso porque las raíces acústicas de Manu Torres, compositor de las ocho canciones que componen el disco, brillan por todos lados a través de la hábil producción del mismo y me da a mí, sin temor a equivocarme, que ni él mismo sabe de donde llega el agua que riega esas raíces. Lo digo porque una canción como Loving You tiene una afligida suavidad que es enternecedora sin llegar a ser sensiblera, que era la marca de fábrica de Bread, mientras canciones como Long Night Walk, la que abre el disco, y Alive, la que le da nombre, revivifican los conceptos de bandas tan diferentes y separadas por todo un océano como los Proclaimers y America, respectivamente, evitando la pedantería reproducida demasiado a menudo en la fórmula del folk rock. Indiferentes a sus condicionamientos contemporáneos, All On May logran un sonido atemporal.
Hay un misticismo reminiscente de George Harrison desde el principio de It’s My Dream, y hay otros momentos que recuerdan a los Lemonheads, en Mr. Johnny Cage, o a las bandas del merseybeat desprovistas de sus matices más naives, en Stain. Sin duda ninguna, este trío de Villaverde del Río anda por su propio camino a pesar de todo; las sonoras notas de guitarras de They Say, proporcionadas por Fernando Mateos, son un ejemplo de la destreza de la banda comunicando sensibilidad mientras evitan hacer que suene como una opción suave. Una banda que se completa con Bruno Moreno a la batería y los coros, además del ya mencionado Manu, que maneja la guitarra acústica y es la voz solista.
Las canciones de All On May están llenas de pequeños detalles, pero ¿qué podría ser más natural? Son esas materias intrincadas y triviales las que más destacan y hacen que las canciones permanezcan hasta la eternidad. Con toda certeza, ellos no perdurarán tanto tiempo, y menos ahora en que las canciones son tan efímeras, pero por el momento son el latido que mantiene mi existencia cotidiana en estos últimos días, en los que es un tiempo de calidad el que paso escuchando este disco repleto de música ligera de peso, pero con un fuerte corazón. All On May encapsulan el completo sentimiento de triste serenidad. Y nunca arden, solo brillan y brillan… y brillan. En la canción It’s my dream hay una hermosa metáfora de la luna para concluir que las cosas que se sueñan son solamente eso: sueños; pero soñar es gratis.