Todo comenzó cuando le vi aquella vez con Los Labios y la canción del concierto que más me gustó fue precisamente la única que él cantó. Le conocía ya como guitarrista e incluso había escrito de él alguna vez, pero el idilio comenzó cuando le descubrí aquel día como autor de canciones. Y aunque la primera canción que dio a conocer del disco que acaba de editar ahora no me enganchó demasiado, en cuanto lo he puesto ahora a sonar, este disco de Alvaro Suite (sin acento en la A, por favor) me ha parecido algo grande. Hablar de obsesión puede parecer exagerado, pero la verdad es que no he parado de escuchar este La Xana desde el momento en que se colgó en Spotify.
Durante este fin de semana estas canciones son parte de mi vida e intentaré explicaros por qué. Alvaro lleva más de dos decenas de años viviendo musicalmente de alquiler, en Pinball, Suite, Los Labios, la banda de Bunbury, pero ya por fin se ha decidido a habitar en su casa propia; le ha costado años de preparación y de construcción, pero por fin tiene un hogar que puede decir que, aunque “con la ayuda de la amistad”, es solo suyo. Y con Loopdrama comenzamos a internarnos en esta “casa del placer”, suavemente al principio, como fundiéndonos con los latidos del bajo, a través de un corredor de armonías que te lleva al salón principal, vasto, panelado en madera de roble, con candelabros que cuelgan del techo y con algo deslumbrante en su interior, cegador, fuerte e intenso, que te arrastra hasta el final. Te atrapa, te engancha. Loopdrama se contonea y cimbrea, segura de su propia grandeza.
Después de tan alto drama, y aunque todavía hay algo encantador en Mientras duermes, luego llega Toda esa belleza y es puro relajamiento. Esta, junto a la primera del disco y Tu silencio forma parte de una trilogía de puro pop. Las tres pueden seguir una línea desde los Beatles a David Bowie, y todavía esto es un paso adelante, un paso definitivo para él; desentierra el pasado para crear el futuro.
La columna vertebral del disco es el toque de guitarra de Alvaro; maravillosamente fluido, incluso psicodélico a veces, pero hay que resaltar también el trabajo de los demás participantes: Coque Malla en la voz de Toda esa belleza, las otras voces de Juano Azagra y Chencho Fernández, los teclados de Julián Maeso y Victor Cabezuelo, la batería de Ramón Gacías, la otra guitarra de Robert Gómez. Con ellos casi podemos imaginarnos a la banda que acompaña a Lennon escuchando Dices. La ampulosidad de Bunbury está patente en La dama que amé a pesar de que Alvaro y Paco Loco, el productor del disco, hayan hecho todo lo posible por evitarlo, pero es imposible que no se te vaya la cabeza hacia la forma de cantar de alguien a quien has pasado quince años acompañando en sus discos y conciertos. Y después llega Como la espuma, canción con la que me he reconciliado bastante a pesar de esos teclados que parecen bañados por la gelatina púrpura sobrante de los eighties y su abrupto final. Pero luego llega Tu silencio con ese aire bowiano del principio y el disco vuelve a transformarse milagrosamente en un arma que te vuela la cabeza. Es la segunda canción en la que Alvaro pone música a un poema de su padre tras la de Mientras duermes mencionada antes, y el relevo generacional viene con los versos nostálgicos del recuerdo de Javi Vega, bajista de Maga y amigo de la infancia del propio Alvaro, poniendo voz a sus vivencias de joven en el Parque Rubén Darío, que nos trae aires del Tardón, San Gonzalo, Triana, la Sevilla en la que Alvaro continúa enraizado a pesar de la cantidad de mundo que ha escuchado ya su guitarra.
La música que escuchamos en este disco es la más directamente emocional que Alvaro ha interpretado nunca; es un mosaico de estilos y sensaciones, en el que también tienen cabida los templados ritmos de Jaula de oro, la canción que precede al final, que es la cautivadora De cenizas, buena a cada segundo. Quizás lo que hace de este La Xana un disco tan especial es la habilidad de su autor para describir lo que han visto a su alrededor los autores citados y Pablo Cerezal, y Vicente Fernández-Cortes, y su hermano Chencho y él mismo, y plasmarlo como pop de guitarras. Sangre y metal son las últimas palabras que se le escuchan antes de llegar al final de esta decena de canciones llenas de dulces capas de armonías y momentos de virtual silencio, muy apropiadas para la ocasión.