Recién comenzado el verano publicábamos un artículo celebrando la salida de Trabajos forzados, el disco con el que Antonio Murga volvía de nuevo al primer plano musical. En esa ocasión decíamos de Antonio que era un artista muy prolífico, ya que en su bandcamp podíamos encontrar 41 discos grabados y editados por la mayoría de los proyectos en los que ha participado a lo largo de su carrera: Desarraigados, Lémur de Ojos Tristes, Mu & Murga, Noïstron… pero parece que durante los tres años que llevaba sin publicar nada nuevo su mente había seguido en efervescencia y desde entonces para acá, no conforme con las 24 piezas que contenía ese trabajo, ha sacado a la luz otros dos más con 26 composiciones el primero de ellos, Los viejos del maíz, editado a primeros de agosto, y 27 el segundo, Fuegos de palabras, que acaba de aparecer. Se imponía, pues, preguntarle a Antonio si todos esos temas los tenía ya de antes, y qué proceso de selección hizo para elegir los de cada uno de los discos. «No fue cosa de tener que elegir, sino que después de Trabajos forzados y Los viejos del maíz, que era un homenaje concreto a tantos miles de personas mayores que han fallecido de forma tan trágica e inesperada en estos últimos meses, por cuestiones de producir para sobrevivir no me lo pensé y me lancé al vacío viendo que tenía algunas buenas ideas de base que tenían buena pinta. Le di muchas vueltas y con mucha entrega, mimo y paciencia fui confeccionando el álbum, de forma muy artesanal y minuciosa, encontrando cada día nuevos e interesantes elementos que iban dándole forma y cuerpo, consistencia y coherencia».
En la respuesta de Antonio encontramos una palabra que a día de hoy, desgraciadamente, es común a la gran mayoría de creadores musicales y artísticos en general, y esa palabra es sobrevivir. Por eso la mejor forma de colaborar con ellos es pagar por disfrutar del trabajo que hacen, sobre todo si puede hacerse de una forma tan fácil y cristalina como es adquirir el derecho a las descargas digitales de sus discos en Bandcamp, una plataforma de la que podemos estar seguros de que todos los beneficios percibidos van a parar a los músicos. Y ese es el caso de Antonio, que dispone ahí todas sus obras.
Aquel Trabajos forzados en realidad no fue un disco de Antonio Murga en el estricto sentido de la palabra, sino que salió con otro de los nombres que tienen sus múltiples proyectos, esta vez el de Auditorio Secreto, y aunque fue autoeditado, se distribuyó a través del sello discográfico murciano RIR (República Ibérica Ruidista). Los dos siguientes, sin embargo, salen a su nombre y con otra distribución diferente, la de Hamfuggi Records, que es la asociación, con sede en Barcelona, del sello HAM Records y la editorial Sotterfuggi. Nos interesamos en el porqué de este cambio. «Contacté con Hamfuggi el verano pasado con motivo de participar en su recopilación de primer aniversario. Les comenté que tenía además un trabajo terminado, el de Los viejos del maíz, y les gustó y lo publicaron. Jordi y Gabi, de Hamfuggi, son muy activos y trabajan desde Barcelona, Buenos Aires y Tokyo. Me siento muy a gusto y afortunado dentro de su staff de artistas».
También hubo un cambio en el planteamiento artístico del disco; si en aquel primero contó con algunos colaboradores de prestigio para la interpretación de sus piezas, en estos dos de ahora todo ha corrido a cargo del propio Antonio y en los créditos del reciente Fuegos de palabras se puede leer que suyas son la composición, arreglos, programación, síntesis, voces y la paciencia para darle a todo una unidad perfecta, y desde El cuento de nunca empezar del inicio hasta el Nudo gordiano del final se suceden cortes etéreos y rítmicos, alegres y ominosos, en los que podemos reconocer fragmentos y samples de Haendel, Joselito, sonidos de la radio y la calle, ciber operadoras, cantos gregorianos y religiosos, mezzosopranos, jadeos orgásmicos, y gatos, perros, cabras, elefantes, leones, cuervos, grillos, murciélagos, mosquitos… «Los ‘invitados‘ proceden en muchos casos de grabaciones de la radio. El hecho de incluir sonidos animales le da al trabajo un carácter más orgánico. Y sí, aparecen todos, unos más claramente que otros».
El sutil aire de desesperación del disco de Los viejos ha desaparecido en Fuegos de palabras. Aquí las piezas se suceden con una intensidad paranoica, a menudo con un ritmo implacable y muchas veces impulsadas por el icónico efecto estroboscópico que las convierte en la banda sonora de un tiempo distópico. Un efecto tremendamente abrasivo que ha debido salir de un estado de ánimo del que quiero que Antonio me hable. «Fuegos de palabras decidí producirlo al completo en solitario aprovechando una situación de pseudo confinamiento que me llevaría a una total concentración, dedicándole muchas horas todos los días durante tres semanas. Al principio de la gestación me sentía apagado de ánimo, aparte de otras circunstancias personales poco favorables, hasta que me llegó la inspiración y a partir de ahí ya no la solté, emprendiendo esta colección-collage de más de una hora de duración. De nuevo es un trabajo muy ecléctico, con grandes dosis de ritmo e influencias variopintas, fundiendo estilos a diestro y siniestro». Desde las pistas de tempo más bajo, como Escombro con escombro o El canto del loto, la inquietante En tierra de todos, o la sorprendentemente vulnerable La sabia del árbol caído, todo el disco habla de una relación conflictiva con el entorno, pero de la que Antonio extrae la energía suficiente como para mantenerse vivo y creando continuamente. Piezas hasta para bailes mordaces, salidas de una maquinaria bien lubricada que todavía suena apta para su propósito después de tantos años de uso. Ritmos de martillo neumático, sintetizadores que gruñen, engranajes que se mueven furiosamente. Todo es a la vez sórdido y fascinante. Antonio Murga está muy lejos de ser obsoleto.