Surfin’ Bichos + Escuelas Pías. CAAC. 19 de julio de 2019.
Mirar atrás siempre es peligroso, pero el problema crece cuando el peligro desaparece. Y eso es lo que sucedió anoche en el CAAC con motivo del (esperadísimo, 26 años nada menos) regreso de Surfin’ Bichos a Sevilla. El paso del tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a los por muchos considerados padres del rock independiente patrio, que parece han dejado en el camino esa cualidad innata que les hacía únicos, esto es: esa fiereza llevada al extremo, ese desgarro abrumador, esa sensación de rondar, cuando no sobrepasar, los límites del caos, del desastre, del peligro…

Gracias al arrojo de Rafa López y su Sevilla es Pop, los albaceteños retornaban a una ciudad que, dicho sea de paso, nunca les brindó la acogida que merecieron, ni antes ni ahora; y lo hacían en una suerte de prolongación de la reunión que iniciaron en 2017 con motivo de los 25 años de su álbum de mayor repercusión, Hermanos carnales. Disco en el que basaron en buena medida el repertorio (nueve de los 17 temas que sonaron) que interpretaron Fernando Alfaro, Joaquín Pascual, Carlos Cuevas y José Manuel Mora, formación que precisamente se forjó en la gira de dicho trabajo.
Viaje de redención, Humo azul, En otoño… fueron intercalándose en el arranque con algunas de las mejores canciones del resto de discos: Comida china y subfusiles (¡cómo se echaron en falta los coros de Isabel León!) del denostado El amigo de las tormentas; Un perro feliz, de La luz en tus entrañas; y Qué clase de animal?, de Fotógrafo del cielo. Una alternancia igualmente entre canciones más reposadas y canciones más desbocadas que no terminaba de conseguir la reacción de un público, insistimos, no tan numeroso como exigía la ocasión.
Tampoco ayudaban en exceso un sonido algo deficiente ni la actitud del cuarteto, demasiado parado, como falto de energía y brío, con el pedal del freno accionado. Ni siquiera aprovecharon la sucesión de dos temas tan directos como Efervescente y Hey, Lázaro para buscar la comunión con la audiencia, haciendo una inexplicable pausa entre ambos. Y de nuevo bajaron el pistón con El rey del pegamento (¿hacían falta las explicaciones previas?, ya todo el mundo sabe de qué va…) y Mis huesos son para ti, donde al menos lograron la complicidad del público.

En ese permanente juego de subir y bajar las pulsaciones, los manchegos aceleraron con la popera Rifle de repetición y la tremenda La oración del desierto, en la que se escuchó a la banda por fin compacta y a un Alfaro más agresivo vocalmente (si bien lejos de cantar desde las tripas como antaño). Las imaginarias campanadas de epílogo de esa canción dieron paso a un breve parón antes de que los bichos regresaran al escenario para un final certero: Abrazo en un terremoto, Gente abollada y, por supuesto Fuerte!, pretendida apoteosis de un concierto agridulce.
Y lo fue porque el repertorio vale su peso en oro y por la solvencia de unos músicos curtidos en mil batallas, a los que sin embargo les faltó la pasión y la crudeza que desgarraban en los noventa. Baste como prueba de su actitud comedida que dejaron sin tocar Mi hermano carnal, prevista en la set list. Tampoco nadie reclamó más, hay que decirlo.

Antes que los albaceteños fue el turno de los locales Escuelas Pías y su synth-pop de atmósferas misteriosas. El dúo formado por Davis Rodríguez y Cristian Bohórquez centró su actuación en su segundo y más reciente elepé, Música ligera para un funeral, del que tocaron cinco de los siete temas, y por supuesto los que han ido apareciendo como single: Me muevo (parecía una broma dada la actitud estática del cuarteto, completado por Erica Pender de Terry vs. Tori y Cristian Pineda, bajista de Asociación de Vecinos), Carrie Page (su último lanzamiento y que podría conectarles con los primeros Mercromina), La carrera espacial y Agujero negro.
Antes, habían arrancado con La muerte dulce (de su epé Mapa espacial para personajes secundarios) y para el final dejaron El último hombre en la Tierra, donde se les vio por fin más sueltos y entregados a una música que, desde luego, no procede de las entrañas. Teniendo en cuenta además la bronquitis que padecía Davis, el vocalista, poco se les puede reprochar a los sevillanos, que cumplieron sobradamente su rol en una velada en el que el protagonismo recaía casi exclusivamente en unos Surfin’ Bichos cuyo veneno no es ya tan nocivo ni adictivo. Lástima.