- Antonio Luque visita cinco ciudades dentro del circuito Cultura de sala para repasar en acústico sus éxitos y las canciones de Reality Show, el último álbum de Sr. Chinarro
Otra cosa acaso no, pero la admiración, la estima y el respeto de todos los agentes que componen la escena e industria musical española los tiene más que ganados Antonio Luque. No en vano el artista sevillano acumula tres décadas y una veintena de trabajos a sus espaldas, y pocos en este país pueden exhibir esa tarjeta de presentación, más con el mérito añadido de no haber abandonado en ningún momento sus principios, su honestidad y su estilo surrealista-costumbrista, marca de la casa. Con semejante bagaje es fácil comprender que Sr. Chinarro haya sido uno de los escogidos para participar en el circuito de conciertos Cultura de sala que impulsan ACCES (Asociación Estatal de Salas Privadas de Música en Directo) y el Inaem (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música de España) y que en su caso se concreta en cinco actuaciones empezando por la que le lleva mañana viernes al Café Teatro Avalon de Soria, donde repasará en acústico sus mayores y menores éxitos y las canciones de su último álbum lanzado a finales de 2022, Reality Show. Toda una bofetada de realidad de un hombre solo en la sala.
Cultura en sala tendrá, como queda dicho, otras cuatro paradas para Sr. Chinarro, a saber: el jueves 11 de mayo en el Maravillas Club de Madrid, el viernes 26 de mayo en La Salvaje de Oviedo, el jueves 1 de junio en casa, nada menos que en la Sala Holländer, y por último el sábado 10 de junio en Directo Cuenca, en la ciudad manchega. Unos conciertos especiales que Luque irá alternando con otros incluidos en la gira de Reality Show, que tras pasar por Girona, Barcelona o Murcia recalará este sábado en Elche (L’Escorxador), el viernes 28 en Algeciras (Farándula) –en este caso también en formato solo y acústico– y el 13 de mayo en Valencia dentro del ciclo Concerts de La Marina a La Pèrgola.
Tras lanzar en 2020 uno de sus mejores trabajos, El bando bueno, Antonio Luque volvió a dar señales (discográficas) de vida en el arranque del verano de 2022, cuando vio la luz el primer avance de su nuevo disco, la magistral Sexo, mar y sol, sobre la que nos comentaba en su día lo siguiente: «No aspiramos a que sea canción del verano, aunque creo que su mensaje es mucho más sano que el de La barbacoa o El chiringuito«, aseguraba con su sorna habitual. Ya por entonces supimos que para Reality Show el sevillano-malagueño se había rodeado, una vez más, de una banda distinta y la mar de solvente, en esta ocasión integrada por varios de los mejores músicos de Cataluña: Dani Vega (guitarra de Mishima), Miquel Sospedra (bajista de lujo para Amaia, Alizz, Refree y muchos más) y Xavi Molero (batería de Iván Ferreiro, Zahara, Christina Rosenvinge, etc.).
Un mes después, ya a finales de julio, llegó el segundo adelanto del disco, Cobarde, con esos sintetizadores marcadamente ochenteros, y otro mes más tarde el concierto acústico que ofreció el cantante dentro del ciclo Live The Roof en la terraza del Hotel Barceló Renacimiento. Hasta que por fin el 28 de octubre apareció Reality Show, como los anteriores discos con el respaldo de su sello de confianza, Mushroom Pillow. Un álbum creado para brillar más que nunca en directo. Para un autor con un estilo tan peculiar, entre la poesía y el refranero popular, que basa sus textos en la realidad más cercana y que esta realidad se acerca al surrealismo cada día más, las canciones de este disco son un fiel reflejo de un entorno post-pandémico: las pantallas, internet, amor y desamor, tinder… Todo 100% chinarro.
Lo cual se puede palpar en un elepé de estilo descaradamente pop por momentos pero que se presenta en mil y una formas: con reminiscencias del folclore andaluz en la hilarante Rosa, una historia de infidelidad destapada por el maldito móvil que cuenta con los deliciosos coros de Georgina Wolkowicz, que también aparecen en la nostálgica El detector, con soberbios arreglos y bellamente introducida por el violonchelo; con flagrante sonoridad rock en la sórdida Pulgarcito, donde Luque hace chanza de la tecnología y lo digital evocando –aunque en un sentido diverso– a los primeros Lagartija Nick, o en La audiencia decide, otro impacto directo para burlarse de la telebasura; con la oscura y cruda Luis, a cuento de las andanzas en Tinder y sus imprevisibles consecuencias; o con la cáustica Falsos autónomos, en la que una pareja se ve sometida a salarios y otros asuntos indignos.
El disco apareció en formato físico con tres opciones: vinilo negro, vinilo de color (edición limitada) y CD, estando disponible en tiendas selectas y en la página web del sello. Cualquiera de esas alternativas mejor que el disfrute en plataformas no físicas, aunque todas buenas para saborear los treinta años de singularidad musical de Chinarro, toda una institución dentro del espectro indie con sus 18 discos –amén de recopilatorios– que le han convertido, o eso queremos pensar, en un emblema del mejor pop-rock nacional. Que no nos hace daño, sino todo lo contrario, con sus personalísimas bofetadas de realidad.