Califato 3/4. Teatro Lope de Vega. 7 de octubre de 2021
La verdad es que no tenía previsto escribir la crónica de este concierto aunque solo fuese como contrapartida a la amable invitación del ICAS para que asistiese a él; no quería volver a insistir en una crítica que se eternizase, porque en realidad a mí me gustaría que Califato ¾ me gustase y que llegasen a ser igual de pragmáticos que dogmáticos, porque la base de la que parten me parece sólida aunque el edificio que levantan desde ella tiene demasiados muros torcidos. Pero dentro de ese edificio la gente lo pasa bien; anoche incluso mi acompañante les dirigía calificativos de divertidos, plásticos, diferentes… y ella es programadora de conciertos, así que por qué hacer sangre. Yo anoche no salí satisfecho como de los conciertos que de verdad me gustan, de ninguna de las maneras puedo afirmar eso; lo que sí puedo decir es que lo que escribí tras su concierto en el PopCAAC sobre que siendo más de lo mismo han mejorado su propuesta en directo, ayer volvió a cumplirse con creces.
Los buenos augurios comenzaron ya desde el principio. En el Teatro Lope de Vega las invitaciones no se recogen en taquilla, sino en la recepción de la entrada de artistas, y cuando fui a recoger las mías vi que en la puerta había seis o siete personas de charla entre los que reconocí a algún califato. Entré intentando mantener un perfil bajo y pasar algo desapercibido, pero al salir el grupo de charla se había aumentado con algunos a los que conozco más, como Miguelito Motoreta’s o Chusta Selva Sur, a los que sí quería saludar, y estaba también Manuel Chaparro, el barbas del Califato, que fue quien primero me vio y dijo hombreee, el archienemigo; pero lo hizo sonriendo y tendiéndome la mano, gesto al que respondí con un abrazo, mejor, aunque no llegase a ser demasiado cálido, supongo que porque quizás los dos teníamos alguna reticencia de cómo iba a responder el otro y porque todavía no me había quitado la mascarilla tras salir de la recepción hacía solo un momento y no se veía que tenía una gran sonrisa. Me dijo incluso que esta noche no iba a gritar y lo cierto es que estuvo mucho más comedido que las veces anteriores, aunque esa palabra sea un oxímoron aplicada a él y a su papel dentro del espectáculo; pero aunque no os lo creáis solamente dijo cabesa tres veces en todo el concierto, aparte de las otras dos o tres que lo dice durante la interpretación de Çambra der Huebê Çanto, pero esas no cuentan porque forman parte de la letra de la canción, y además las dijo sin gritar, sino en ese modo de coletilla como el que dice quillo que empleó también Curro Morales para dirigirse a los técnicos: baja más la lú, cabesa….
No voy a eternizar la crónica describiendo las dos horas y cuarto que duró este concierto de presentación oficial, que se repetirá hoy, de su disco La Contraçeña, en el que contaron con muchos invitados y les escuché por primera vez en directo alguna canción de su repertorio grabado e incluso estrenaron un par de piezas. Precisamente una de ellas propició uno de los mejores momentos de la noche, una composición eminentemente electrónica en la que Rosana Pappalardo se arranca por tangos aunque la letra sea ay lerelelele ay lerelelele; creo recordar que una vez The Prodigy dieron un concierto en Sevilla en abril, en un día de feria o cercano a ella, pues si pensamos es esos dos conceptos: Prodigy y Feria, la banda sonora perfecta para ese pensamiento es esta pieza nueva de Califato, la sublimación del electrolerele.
Otros momentos muy destacados fueron el final instrumental de La puerta que versionan de Le Parody, convirtiendo el venerable teatro en un solar donde se celebraba una rave, y cómo han asentado la intensidad del Crîtto de la nabahâ, que ahora tiene un sonido a años luz de distancia de aquella primera vez que lo interpretaron en el Malandar, y que sigo pensando que debería ser con lo que cerrasen los conciertos, en lugar de con dos canciones tan pobres como Ruina y Te quiero y lo çabê aunque esta última ayer adquirió valor con la respuesta del público. Recíprocamente, la Çambra der Huebê Çanto del principio adoleció de esa respuesta y no sonó tan épica en el grito de ¡Andalucía! como lo hizo en el CAAC hace poco más de dos meses. Me reafirmo también en que todo cambia para mejor cuando el flamenco se hace más presente y anoche eso se hizo patente numerosas veces, no ya solo cuando Guille Iniesta abrió la primera tanda de bises a solas con su guitarra flamenca, sino también cuando María José Luna y Rosanita se liaron mano a mano con unos cantes cortos de Cádiz, de aquellos que hacía Chano Lobato, con más sabor a guajiras que a alegrías, que después Rosanita sí derrochó en sus Alegrías de la Alamea; también en el corro tras su intervención, de Alberto, el de Los Mártires del Compás, con todos los del escenario. Alberto y Miguelito quedaron muy desaprovechados en sus voces porque no les escuchamos prácticamente nada; no sé por qué el sonido de los instrumentos electrónicos llegaba perfecto y con brillo –el bajo de Esteban Bove era un trueno- sin embargo la guitarra flamenca se perdía en la mezcla final y, sobre todo y más sangrante, los micrófonos no transmitían más que un barullo sordo. A Curro, mal que bien, se le entendía lo que decía, pero a Chaparro apenas nada si hablaba sobre un fondo de música o aplausos. A mí me fastidió especialmente que la única canción de Califato que realmente me gusta, sin pero ninguno, que nunca les había oído en directo hasta esta noche, que es Fandangô de Carmen Porter, quedase tan desdibujada porque no se escuchaba absolutamente nada de lo que cantaban Curro y Rosanita.
Ahondando en lo bueno también puedo destacar un descubrimiento de entre los acompañantes anoche del Califato como fue Ebla, la chica que Rosana nos presentó como amiga suya, que fue un torbellino entre flamenco y magrebí, tan interesante vocal como visualmente en su movimientos sinuosos y estéticos que el puñetero Chaparro nos privó casi totalmente de observar porque no tuvo otro sitio en el que situarse para sus intervenciones en la canción que en to’l medio del escenario, justo tapándola a ella. En los últimos bises también se lució Araceli Morales, o quizás era Queralt Lahoz, porque ya os he dicho que a través de los micros era imposible enterarse de casi nada. Señalar lo malo sería redundante por mi parte, así que mejor cierro la crónica aquí. Y si os estáis preguntando a qué coño viene lo del título de este texto es porque en los conciertos de Califato 3/4 tiene que seguir siendo cada vez más falso aquello de que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
