- Casas y la Pistola adelantan Sin norte, una canción del EP que cerrará la trilogía de Padrino Búfalo y lo presentan con un concierto en la Sala Even el viernes, día 24
Música llena de vibraciones positivas. El tintineo y las armonías elevarán las canciones. La voz principal se destacará en las cadencias de medio tiempo. No habrá ni una sola canción de relleno, todas serán de escucha convincente y pegadiza. Rock and roll cargado de melodía. Toques de psicodelia, toques de garage, toques de glamour setentero. El power pop llenará la noche del viernes desde el escenario de la Sala Even cuando a las nueve y media The Neuras suban a él, abriendo la velada que tendrá como protagonistas a Casas y la Pistola, después de muchos meses sin poder apreciarlos en directo.
The Neuras son tres mods sevillanos, Ric, Vic y Ed, que todas las noches, antes de acostarse, le dan un besito a la foto de Paul Weller que se destaca en el disco de grandes éxitos de The Jam que tienen en la cabecera de sus camas. No forman una banda que esté demasiado presente en la actualidad de la escena musical sevillana, pero con solo daros tres nombres de otras por la que han pasado: Hospital Psiquiátrico, Los Sustitutos, Los Bombones, veréis que tienen un pedigrí de suficiente consideración como para que la noche del concierto entréis tempranito a la sala a verlos en vez de quedaros bebiendo birras baratitas en los bares cercanos. Podéis ir haciendo boca escuchando la docena de canciones que componen su disco Wicked, que les editó Family Spree hace unos meses.
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El día del concierto, el viernes, se cumplirán justo dos semanas desde que Casas y la Pistola lanzó la última canción que conocemos de ellos, Sin norte, que les ha servido como anuncio de que ya tienen prácticamente preparado el EP que cerrará la trilogía de Padrino Búfalo. La música de la que os hablaba en el primer párrafo de este texto, interpretada por Julio Zabala a los teclados, Álvaro Márquez al bajo, Paco Sequeiros a la batería, Dani Losada a la guitarra y Jose (con acento en la o) Casas a la otra guitarra y la voz cantante, será el acompañamiento perfecto para la rica vena compositiva de este último, por la que de nuevo ha vuelto a circular sangre fresca. El mundo lírico de esta nueva canción lo construye junto a él Pablo Cuevas, frontman de Los Fusiles, que también estará de estreno, porque justo ese día sale a la luz su nuevo disco. Pero de eso ya hablaremos en otro rincón disonante, porque este pertenece a Casas, que es con quien me reuní para hablar de todo lo que se le avecina a la banda de la Pistola.
Por lo que le pregunté primero fue por el concierto; me interesaba saber si podríamos escuchar en él todas esas canciones nuevas. «Solo algunas de las que van a ir en el disco», me contestó. «Las otras las iremos soltando poco a poco, pero al menos tres sí que caerán esa noche. El resto del repertorio se completará con canciones de las más clásicas nuestras». Hay que hablar también, lógicamente, de todas esas que irán soltando. «Ya están grabadas todas, pero solo una está mezclada. Tenemos que ir haciendo las mezclas de las demás porque la gente de los estudios siempre tiene las fechas muy comprometidas».
Este asunto de las fechas y los compromisos les ha afectado también de otra manera, sobre la que Casas no quiere ahondar, ya que no tiene seguridad de que pueda salir adelante. «El disco este se diferencia de los anteriores nuestros en que en él tenemos varias colaboraciones. Y aunque antes he dicho que están todas las canciones grabadas, en realidad falta una todavía porque en ella colabora alguien que suele estar muy ocupado con su propio trabajo y del que no queremos desvelar el nombre». De los demás colaboradores, sin embargo, no hay problema alguno en decir quiénes son. «Además de Pablo Cuevas, que canta conmigo en esta primera canción, también lo hará Chencho Fernández en Flores de estiércol, que será el segundo adelanto del disco y saldrá en mayo. Y el tercer invitado es Manolo Solo, que colabora en Galletas venenosas, una composición mía de la época de Arden Lágrimas, que he querido rescatar ahora».
Conocemos ya tres títulos y la intención de grabar una canción más de las que ya hay, pero ¿cuántas son en total? «Tenemos ocho grabadas, pero no sabemos cuántas van a caber, porque con ese número haríamos un LP y no un EP como es nuestra intención. La idea es intentar sacar un vinilo que recopile los tres discos de Padrino Búfalo, aunque salga aparte este Padrino 3. Si podemos, queremos conseguir una compañía que quiera financiar un vinilo que recopile parte de los tres discos, con mayoría del tercero; no los tres completos, sino las diez o doce canciones que caben en un LP de vinilo. Habría dos o tres canciones de los dos primeros EPs y cuatro o cinco de este tercero, dependiendo del minutaje. Y con eso daríamos por finalizado el ciclo de Padrino Búfalo».
Hablamos también de los detalles técnicos de las canciones. «Las hemos grabado todas en nuestro estudio. La mezcla y el master de Sin norte las ha hecho Jordi Gil y las demás queremos que las hagan entre él y Jesús Chávez, dependiendo de la disponibilidad de cada uno. Además, los masters tenemos que ver si se hacen para streaming o para vinilo, que son diferentes. Como ves, se necesita un montón de dinero para todo, por eso queremos convencer a alguna compañía; porque no sale rentable y después los vinilos en realidad no se venden tanto, a pesar del resurgir que parece que tienen».
Todo esto que me dice Casas me hace pensar que todavía tendremos que esperar bastante para tener la obra completa. «Obligatoriamente tendrá que ser después del verano, porque para que te den el acetato una vez que les has entregado el master, pueden tardar cinco o seis meses. Nosotros queremos tenerlo terminado de mezclar a primeros de abril; pero el disco físico vete a saber cuándo lo tenemos». Siempre os quedará el consuelo de que cuando lo tengáis será una buena opción para nuestros regalos de navidad, le digo, intentado bromear y quitarle hierro al asunto. Pero no cuela. «No te creas. En esas épocas cercanas a navidad la promo no es muy rentable; lo suyo es sacarlo en octubre o, como mucho, principios de noviembre. Si te metes en diciembre ya está todo el mundo cerrando balance y no te echan cuenta».
Nos hemos metido en un pantanoso terreno en el que reina el pesimismo. Eso me hace pensar que ese título de la nueva canción, Sin norte, se puede referir a esta situación. «No; no tiene ningún significado en especial ni motivo concreto. Muchas de las canciones de este disco las escribí cuando hace dos años estuve contagiado con el COVID, que estuve encerrado doce días, pero no se refiere el título a que estuviéramos sin norte. Más tenía que ver con la situación otra canción que hicimos, Memorias de una pistola invisible, que esa sí que era adrede sobre la invisibilidad de las bandas en muchos casos».
De todas formas, eso de sin norte se presta a llevarnos en una dirección de pensamiento similar a la mía. «Es debido al estado de confusión general que tenemos ahora, pero no es por algo concreto autobiográfico mío, de la banda ni nada de eso; es que los tiempos que vivimos son confusos. De hecho, muchas de las imágenes que aparecen en la letra tienen mucho que ver con eso de estar confundido, con comparaciones tales como un pulpo en un garaje; andar así de perdido. Como un samurái que se perdió en el asfalto o un cíclope llorando en un ascensor, que es como empieza la canción; son cosas inverosímiles».
El video que servirá para ilustrar la canción, que todavía no está preparado, por eso solamente podemos ofreceros el teaser, estará orientado a toda esa clase de personajes y situaciones insólitas e increíbles. «Claro; tengo el toque surrealista y los videos los hago de esa manera, me salen así», enfatiza Casas. «Lo estoy intentado terminar, pero yo también ando fatal de tiempo y lo estoy haciendo totalmente solo, como todos los anteriores. Contienen toda la parafernalia del mundo surrealista que me gusta a mí. El surrealismo me encanta en todos sus aspectos: visual, literario; cuando yo estudiaba de joven me encantaba Jardiel Poncela, un autor totalmente surrealista. También los Hermanos Marx, el cine de Wes Anderson, de Buñuel, tenían esa estética».
No es de extrañar esta tendencia surrealista en Jose Casas porque ya podíamos apreciarla hace muchos años cuando formaba parte de Helio. «Claro; ya te digo que siempre me ha encantado el surrealismo», me insiste, aunque también introduce algún matiz. «Más que el surrealismo, lo que me atrae es explorar el lado menos cotidiano de lo que pasa cada día. Es como si Ray Davies en vez de retratar la sociedad se fijase en un detallito de alguien que está en Waterloo Sunset; un detallito que pasa desapercibido. A mí me gusta darle una vuelta de tuerca a la realidad».
Le pregunto a Casas si no es ya muy mayor y muy descreído para pensar en esa clase de fantasía. «Cuando hablo de surrealismo, la línea que separa la realidad y la fantasía es muy difusa. Y en sus lados hay cosas que pueden ser fantasía y realidad. Todos nos hacemos descreídos con la edad, más nihilistas; pero siempre me gusta ponerle a las cosas un envoltorio un poco más surrealista que el real». Y durante todo este tiempo le ha dado lugar a almacenar un enorme fondo artístico de surrealismo y música, pero ¿lo ha desarrollado bien?, le pregunto; ¿cómo se imaginaba Jose Casas que iban a ser estos tiempos de ahora? «No me los imaginaba de ninguna manera. De verdad, yo no pensaba que iba a estar tocando, haciendo música, llevando una banda desde la independencia, que es lo más ingrato del mundo. Es que en realidad yo no me imaginaba una vida musical después de Helio. Todos echamos los dientes musicales ahí».
No sé si creerme del todo que Casas no se viese como músico a más largo plazo. Y en realidad él tampoco, por lo que me dice. «Aunque no pensemos seguir, pero está la necesidad como compositor, más que como músico instrumentista. Porque un instrumentista que toque solo en su casa se aburre antes que uno que hace canciones. Componer es más agradecido, porque tocando solo, en unos meses estás ya hasta los güevos y necesitas tocar con alguien». Y claro, Casas no fue ajeno a ello. Aunque su situación llegó a ser una montaña rusa emocional. «Hubo un momento, después de Helio, en que se formó La Familia Bomba con Pacoco Cabello, Paco Parra y yo. Pacoco dejó la música por motivos laborales y entró Manolo Solo para que formásemos una banda totalmente efímera, que fue Sapristi Poing!, pero tras unas desavenencias de Parra y Manolo se disolvió. Yo ya estaba cansado de tanto volver a empezar; era como en el Monopoly volver a la casilla de salida una y otra vez. Y estuve dos años sin coger la guitarra. Le preguntaba a mi mujer: ¿yo soy músico, o era músico?, hastiado de todo. Poco a poco fui resurgiendo y después de eso salió Plasticland.
Me surge la duda de saber si después de todo ese bagaje que dejó atrás, la senda musical ahora era más fácil o más difícil. «Hice Plasticland para que fuese fácil, porque yo no quería montar una banda, lo que quería era hacer canciones y después enseñarle la maqueta a los músicos: mirad, esto es lo que quiero que hagáis. Lo más coñazo de todo era la batería y la repartí entre tres: Manuel Escacena, Roque Torralva y el Parra; me vi con cada uno dos o tres veces y la grabamos en el estudio conmigo de técnico. Yo todavía no cantaba; hice las letras, las únicas que he escrito en inglés en mi vida, y con Paco Trilita buscamos al resto de la gente para montar la banda: Roque, Chencho y José Romero; yo grabé los teclados. Manolo Solo iba a formar parte del proyecto, pero no pudo y Pacoco grabó todos los bajos. Y con el tiempo se mezclaron las canciones; mucho después, porque aquello iba poquito a poco. Más tarde ya decidí montar la banda».
Lo que me ha dicho sobre que por entonces todavía no cantaba me da pie a preguntarle si cuando comenzó a hacerlo fue por propia voluntad o porque las circunstancias lo impusieron. «Por imposición, totalmente; por imperativo legal. Durante la primera gira de Jose Casas y La Pistola de Papá, como se llamaba entonces esta banda antes de acortarlo a Casas y la Pistola, el cantante fue José Romero, con el que fuimos a varias ciudades de España. Y de un día para otro, cuando teníamos cinco canciones grabadas, e incluso mezcladas ya dos de ellas, se tuvo que ir del grupo por motivos familiares. Pensé en Álvaro Izquierdo, que cantaba en Helio, pero no estaba disponible y como ya estaba cansado de buscar me dije que iba a cantar yo mismo. Poco después me encontré un día a Dogo y me dijo: Quillo, tú tenías que haber empezado a cantar hace ya muchos años. Pero, bueno, cada uno da ese paso cuando se lo plantea. Si hubiese habido otro cantante realmente implicado, algo difícil para las ocasiones que da la música ahora, quizás yo no hubiese empezado. Pero no me arrepiento de haberlo hecho».
¿Y notó diferencia entre cómo trataba él sus canciones y cómo lo hacían otros cantantes? Estoy pensando, por ejemplo, en cómo Álvaro cantaba en Helio las canciones de Jose Casas. «Es que a Álvaro le cantaba yo las canciones y él las hacía a su manera, pero de una forma muy parecida a como eran; no se las llevaba a otro mundo. No es que él fuese el muñeco y yo el ventrílocuo, porque él las cantaba con su estilo; pero no se las llevaba a su terreno, las canciones no cambiaban mucho de melodía. En esa época Álvaro todavía no componía, si lo hubiese hecho ya, como lo empezó a hacer después, hubiese sido mucho mejor y seguramente diferente; pero entonces él era más intérprete que compositor».
Tenemos que hablar también de si hay previsiones de más conciertos, ahora que la rueda se ha puesto de nuevo en marcha. «El problema no es tenerlos previstos, sino poder hacerlos», se queja Casas amargamente. «En Sevilla no podemos hacerlos alquilando las salas, porque ¿cuánta gente va a ir a verte después de haberte visto una vez? Y si no es así no hay muchas más oportunidades. Todo está bastante muerto para las bandas que llevan mucho tiempo; no hay muchas posibilidades, la verdad. Nos lo tomamos con calma y, al menos, hacemos música. Y sobre salir fuera de aquí, para que las cosas queden bien tienes que hacer el mismo esfuerzo tanto si la gira es de veinte conciertos como de tres, y en este caso, muchas veces no está compensado ese esfuerzo».
De festivales, entonces, ni hablamos siquiera… «Es que en los festivales no nos hacen caso. Hay una cuadrilla que forman siempre los mismos, y si no tienes manager que se pelee, que invite a copas, o a lo que tenga que invitar… en realidad soy un descreído, como me has dicho antes, porque la música te obliga a serlo; ya no puedes esperar mucho, solo disfrutar de hacerla. Y más en los tiempos que corren, en que el rock, en todas sus amplias facetas, tiene una salida cada vez más pequeña en cuanto a respuesta del público y de los medios». Y al paso que vamos, añado yo, todavía menos; el público del rock se hace mayor, tiene achaques físicos, obligaciones familiares, le invade la pereza. «El público de rock tiene fecha de caducidad», continúa Casas. «Cuando teníamos 30 años ibas a los conciertos sin importarte que al día siguiente tuvieras que trabajar, pero ahora te lo piensas. Hay muchos más condicionantes… ¿ahora voy a salir, con el frío que hace? ¿Qué frío, ni frío? Antes no había frío que valga; estábamos en la Alfalfa hasta las cinco de la mañana bebiendo cerveza en la calle, o en los bares, el Maketa, el Bourbon, el Berlín… esta generación que tiene ahora esa edad ya no está en el rock; puede que esté en la música urbana, el rap, el trap. En el rock no hay relevo generacional».
Verás tú como al final vamos a terminar llorando esmorecíos… «Yo he tenido conversaciones de barra de bar», continúa Casas, «en las que los tíos me decían que les gustaban modernos y citaban a Franz Ferdinand, The Strokes; ¿esos son modernos, señores? Que estáis hablando de grupos de hace más de veinte años, no de ahora. Y si hablamos de chavales, para ellos son todos los grupos iguales: música de viejos. No te digo ya los Cure u otros de más tiempo atrás. Nosotros vemos esas diferencias de grupos y épocas, pero para ellos todo es música de viejos».
«José Miguel, que se nos paró el reloj de arena». Vaya tela, el sofocón que está pillando el Casas. «La última escena que tuvo movimiento en el rock fue la del grunge, y de eso hace ya más de treinta años. Siguen saliendo algunas bandas underground, claro, pero no hay una escena que los aglutine, o que los críticos la puedan etiquetar como un movimiento concreto. Hay un movimiento genérico del post punk en los últimos años, sobre todo en Inglaterra, con Fontaines D.C, Squid, Dry Cleaning…» Pero no es lo mismo, le corto yo, siempre dispuesto a echar un jarro de agua fría donde sea necesario, que cuando escuchábamos e identificábamos lo que se hacía en Manchester o en Bristol. «La música se consume ahora de forma más individualista», asevera Casas. «La gente la consume de forma más solitaria que antes. Ese tipo de consumo influye también en todo lo que la rodea. La música ha dejado de ser un acto social, algo que se compartía porque todos escuchaban lo mismo en la radio; la parroquia de un programa, los oyentes fijos, eso se ha perdido. Parece como si hubiésemos levantado la cabeza y visto que el mundo ha cambiado de forma muy acelerada en cosas que tú decías ¿por qué va a cambiar, si antes no ha cambiado? Desde los años 60 a los primeros 90 evolucionó la música, pero no cambió tanto como de los 90 a ahora. Es como si hubiesen cambiado las reglas de juego…»
Y así seguimos Jose Casas y yo un buen rato más, culpando de todo a internet, al cambio de hábitos, a Macarena Olona, a Negreira, al café que se ha quedado frío y es mejor dejar de transcribir la charla porque no quiero amargaros el día. Pensad que todo lo que Casas ha dejado dicho en la entrevista es enormemente interesante, meditad sobre ello y quedaos con la idea de que nada se perderá del todo mientras haya conciertos como el del viernes, al que podamos ir a disfrutar de la música que nos gusta. Espero veros allí.
