Casas y la Pistola retoma su consistente carrera discográfica con Padrino Buffalo 2, el segundo de los discos de la trilogía que comenzó antes de la pandemia y esta interrumpió. En las cinco canciones que conforman este EP el power pop y la new wave habitual en discos anteriores se bifurca en diferentes direcciones y tintan de punk una canción como La vida según Johnny Rotten o de afterpunk a Diplomado gafe. Pero aún así, la música pop segura y llena de magia, marca de fábrica de la banda, se sigue manteniendo en Mil gotas o Futbolín, e incluso crece con la incorporación de la guitarra de Dani Losada, y trascienden más allá del pop con la grandiosidad y profundidad de Mi año bisiesto. El cuidado y la atención al detalle que se evidencia en este disco le da una sensación plena y completa.
La última de las canciones mencionadas supone una actualización del trabajo anterior de Casas y la Pistola, aunque curiosamente a mí me recuerde aquella época dorada en la que Jose Casas, su autor, andaba por bandas como Arden Lágrimas y Relicarios y ahora vuelve a reproducir, de forma contradictoria por nostálgico, un cierto espíritu que aquellas tenían. Aires ochenteros que también se aprecian en Mil gotas en menor medida a pesar de que esta sí es una canción nacida en aquellos tiempos, porque Jose la compuso cuando formaba parte de Arden Lágrimas y solían tocarla en directo aunque nunca llegaron a grabarla. Para editarla ahora en este disco le han dado una lectura diferente y le han añadido al final una coda instrumental que la hace más larga, porque originalmente duraba poco más que un suspiro; así mantiene la esencia que tenía al principio, pero pasada por el filtro de la Pistola.
Futbolín es otra gran canción, con ese teclado deslizante de Julio Zabala, que unido a la batería de Paco Sequeiros y al bajo de Álvaro Márquez crea una sensación dinámica y colorida a la que contribuye el pegadizo estribillo de saltaron las alarmas, prendieron la ciudad, pintaba todo negro y aparece el futbolín. Es una buena forma de terminar el disco, dejándote llevar hacia el climax melódico que prácticamente desde la mitad de la canción te están prometiendo las guitarras de Jose y Dani y los coros simpatizantes del diablo, y que aunque no termina de llegar, sí que te deja sumergido en una experiencia auditiva de la que extraes una buena recompensa. Y tienes ganas de volver de nuevo al inicio de La vida según Johnny Rotten para continuarla.
Uno de los puntos fuertes de Jose Casas está en las letras de sus canciones, nunca trilladas, siempre entregadas con tanta sinceridad que nos convencen; están llenas de referencias que conocemos todos los que notamos el olor que desprende Mi año bisiesto, al que antes me refería, y metáforas insuperables como la de las muñecas rusas, el olor a incienso y el infierno, de esta misma canción. Himnos pop empapados de ironía, como Diplomado gafe, contrastan con la seriedad del desencanto que desprende Mil gotas y esa forma de complementarse unas canciones con otras hace de este segundo Padrino Buffalo un disco lleno, como ya dije, sin ningún momento aburrido lírica ni musicalmente.
Está muy bien que una banda como esta de Casas y la Pistola, con tanto bagaje a sus espaldas, no considere que ya tienen un marco claramente establecido de lo que son capaces de lograr y permanezcan en él, algo que sería frustrante para sus seguidores de largo recorrido, como es mi caso, y por eso me alegro de que lo amplíen con un disco como este, que tiene un delicado equilibrio de sonidos más oscuros con tendencias pop en evolución.