Sofar Sounds Sevilla (Alejandro Rivera + Leah Woods + Fizzy Soup). Museo de Música Africana. 27 de octubre de 2019
Anoche arrancó la cuarta temporada de conciertos de Sofar Sounds Sevilla. Ya os he hablado en anteriores ocasiones de estas citas musicales dominicales y podéis recuperar los artículos anteriores, enlazados desde aquí, aquí o aquí. Siempre son citas muy bienvenidas porque además de servirte para descubrir intérpretes y bandas nuevas, te descubren también en ocasiones enclaves sevillanos interesantísimos de los que no teníamos ni idea de su existencia. Y anoche fue el paradigma del concepto de Sofar Sounds, porque no solo descubrí a los tres intérpretes participantes, Alejandro Rivera, Leah Woods y los Fizzy Soup, de los que os hablaré un par de párrafos más adelante; sino que también descubrí un sitio espectacular, que es del que os voy a hablar primero.
Los conciertos tuvieron lugar en el Museo de Música Africana, que está en la calle Automoción del Polígono Calonge, fundado por una asociación que promueve la cultura africana, en paralelo a otro proyecto de cooperación que tienen en aquel continente, siempre en torno a la música. Aquí se dedican a dar a conocer todo lo mucho y bueno que tiene África, y lo hacen a través de sus instrumentos musicales, de los que tienen más de 500 piezas únicas, junto a fotografías, máscaras y esculturas. Se puede acceder mediante visitas concertadas, con grupos de estudios, de trabajo, familiares, y también asistir a actividades que se programan regularmente, como cursos de danza, un curso de cocina senegalesa, por ejemplo, que tuvo lugar el sábado pasado, una masterclass de batería africana próximamente. De todas estas actividades puedes enterarte anticipadamente en las redes sociales a través de @TeSuenaAfrica.
Alejandro Rivera fue el primero de los músicos que accedió anoche al improvisado escenario de aires africanos, armado solamente de su guitarra y de su voz, una bellísima voz, tan delicada como potente, que le aparta de la mayoría de los cantautores que últimamente había escuchado. Él es de Lepe, y se notan los luminosos aires huelvanos en su forma de cantar, pero su estética está más en el soul meloso, como vimos desde el inicio con Tu parte gris y sobre todo después con Miel de enero, una canción dedicada a Frida Khalo que cabalga sobre un ritmo que enseguida te engancha con su cadencia y te anima a moverte, que con una buena instrumentación debe tener un punch mucho mayor que anoche solo con su guitarra. Crece y crece fue mucho más sentimental; tan sencilla y dulce que incluso pareció que la cantaba más bajito. Se despidió con La luna de agosto, que comienza con un suave recitado que da el tono para el resto de la canción, en la que más se le notan las raíces andaluzas, con ese duende que late bajo las palabras anhelantes de volver a su hogar para la luna de agosto, no en vano la compuso cuando estaba viviendo en Montevideo y tuvo que convertir la añoranza en puro sentimiento de saudade. Siempre se ha dicho que la soledad es una buena amiga de los cantautores, en el caso de Alejandro y de esta última canción, se cumple perfectamente. Aunque en realidad fue la única canción en la que no estuvo solo, porque le acompañó Rosa María Arcas con unos escuetos toques de flauta travesera que le sentaban muy bien a la armoniosa sencillez del tema.
Leah Woods fue el mejor descubrimiento de todos. Una chica neoyorquina que se presenta en el escenario sola, con un ukelele, un teclado y una loopera con tres pedales, que le sirven para doblarse, para triplicarse, que con la voz tan inmensamente bella y conmovedora que tiene es un placer sentirse rodeado de los tonos profundos que dejaba el eco de sus palabras. Comenzó de forma apasionante con Soldier boy, una canción repleta de la peculiar luz que Laura Nyro le daba a las suyas. Silver city lights le sirvió para hablarnos un poco de ella, de cómo todos sus conciertos son diferentes (algo que parece bastante real, porque no he podido encontrar en internet ninguna de las canciones que interpretó anoche) y se inspira en cada lugar que visita de una forma distinta a los demás; era su segunda noche en Sevilla y su primer concierto en España. Es pues la cantante arquetípica del Sofar Sounds, la chica que te imaginas sentada en un rincón de algún bar tranquilo, con su guitarra, cantando algo de Carole King, una cantante que enseguida viene a tu mente cuando oyes a Leah, aunque esta es más folkie en su fondo y más indie en su forma, pero el soul brilla con la misma intensidad en el alma de las dos. Fold fue otra muestra de ello y ya para el final tuvimos lo más inesperado, una versión del No diggity de los Blackstreet en la que se le rompía la voz a veces en la forma en que lo hacía la de Amy Winehouse, que no es el peor espejo en el que mirarse. Felicísimo descubrimiento, pues, el de Leah Woods. Ojalá su constante viajar nos la traiga por aquí de nuevo pronto.
Y para el final quedaron Fizzy Soup, un trío de Cuenca (al menos anoche aparecieron así), que basa su existencia en el DIY de tal forma que hasta las portadas de sus discos están hechas a mano y son todas diferentes, y derrocha un sentido del humor de ese de la retranca y de las noches de acostarse sin apenas cenar y viajar a lugares recónditos como un polígono industrial de Sevilla para cantar en una furgo con insalubre olor a gasoil. No es extraño pues que la canción con la que comenzasen fuese Refugio, la que habla sobre un lugar al que ir cuando nada tiene sentido. La cantaba Sonia, mientras daba suaves toques a un timbal y un plato, y Javier la acompañaba dejando asomar también su voz y rasgueando una guitarra acústica; Eduardo se ocupaba de las percusiones, también de forma austera y sin dar un golpe más alto que otro. Regusto distinto con Pain & shape, en la que el indie folk de la anterior se acelera para pisar el pedal todavía más en Historias posibles y adentrarse definitivamente en terrenos rockeros. Con Fin de la montaña pisan el freno; es una canción más desnuda, aunque me pareció que más elaborada, aunque pueda parecer una contradicción, y de las que mejor dibuja la trayectoria de esta banda: siempre hay un camino mejor al que ellos mismos han elegido transitar. Llegaron al final, pero como no teníamos ganas de venirnos les pedimos otra e interpretaron No prayers, una canción del disco anterior al que actualmente andan rodando, el más que recomendable Lo que no se ve, que se llamaba Not so far, por lo que la elección para cerrar un Sofar no parecía la más recomendable… pero ya os he dicho que Fizzy Soup nunca toman el camino más obvio.
Esperamos ya las noticias del Sofar Sounds de noviembre, que volverá a sorprendernos y llenará otra de esas noches extrañas de domingo en las que tanto se agradece que haya una ruptura en la molicie del pensamiento que se nos va, invariablemente, a la rutina que comenzará de nuevo horas más tarde.