Los Deltonos. Sala X. 8 de junio de 2019
A Los Deltonos se les nota que han mamado a partes iguales de Sonny Boy Williamson y de Jack Daniels, y esa mezcla explosiva que consiguen de rock and roll borracho y eléctrico nos dio anoche a todos los que nos reunimos en la Sala X una patada en el estómago desde que comenzaron con Gasolina, hasta que terminaron, veintitrés pedradas después, con Hard luck blues, un rock and roll descarado, que así es como hay que terminar una buena fiesta. Por en medio consiguieron ponernos los pelos de punta, sobre todo en momentos sublimes en los que Hendrick se fundía con su guitarra para dejarnos solos magistrales como el de Colisión.
Apenas seis canciones de su último disco, Fuego: la que le da título, Cazador, Vergüenza y Águila, las tres seguidas, Correcto y el Doctor con que comenzaron la tanda de cuatro bises. Fueron las menos coreadas, pero la gente se enganchó a ellas en la misma forma en que lo hizo al rhythm and blues adrenalínico y avasallador de las que realmente conocía: (Creo que) he vuelto a beber, Mirar atrás, o ya marcando casi el final, en el tercer bis, la que de verdad esperaba todo el mundo, (Soy un) hombre enfermo. Un concierto estimulante, con una versión nada preciosista de la música, sino de patadón en la barriga y resístelo si puedes.
No es que los Deltonos sean unos genios, sino más bien funcionales, pero seguramente eso sea lo que ellos mismos persigan, y no tienen ninguna otra pretensión que no sea salir a matar. Y lo consiguen con asombrosa facilidad. Hicieron que la gente se moviese al ritmo que ellos marcaron, que coreasen unas letras que nunca fuimos capaces de entender, pero que todos teníamos en nuestras cabezas, y dejamos que nos machacaran un buen puñado de neuronas; un precio justo por disfrutar de su sonido compacto y resultón que suple con fuerza la carencia de matices que tienen cuando se embalan.
Música con mayúsculas, pues, la que nos brindaron los Deltonos anoche, la del sonido del sexo oscuro y la borrachera cabezona, del crujir de los huesos negros en movimiento. Demostraron ser una banda perfectamente engrasada por la mano maestra de Hendrick Röver, con una sección rítmica que dicta y manda, compuesta por el bajo de Pablo ‘Z’ Bordas y la batería de Javi Arias y una segunda guitarra con empaque, de Fernando Macaya, que tiene una virtuosa lucidez para estar en el sitio justo, a la derecha de Dios Padre.
Tan complacientes como provocadores, al final los Deltonos no tuvieron más remedio que bajarse del escenario simplemente porque se les habían agotado las pilas.
