Arde Bogotá. Sala Malandar. 29 de enero de 2022
Son carne de mainstream. Anoche salí del concierto con la sensación de que dentro de unos años, cuando hablemos de esta banda, podré decir: pues yo estuve allí, en primera fila de la sala Malandar cuando Arde Bogotá estaba presentando en directo su primer LP. Todavía tienen solamente dieciséis canciones, todas las que interpretaron aquí, pero arrastran a una enorme cantidad de gente, curiosamente de todas las edades, aunque primen los más jóvenes, que llenaron por completo la sala y respondieron a las propuestas musicales del grupo con una devoción que hacía mucho tiempo que no veía para una banda tan novel.
Disfruté del concierto también yo, por supuesto. No solo dejándome llevar por el bullicio y la alegría del entorno, sino porque Arde Bogotá tienen muy buenas canciones y las interpretan con mucha solvencia. Sin embargo, no entiendo el último paso que han dado, el de grabar como single Mi carro; y cuando lo interpretaron aquí tuve una sensación similar a cuando estoy viendo a Califato ¾, la de que es un pastiche que sobra, aunque la gente lo acogió con el mismo fervor con el que acogen las canciones de los sevillanos. Si Mi carro la cantasen en inglés, o no entendiésemos la letra, nunca la identificaríamos como la canción de Manolo Escobar, porque la forma de cantarla es totalmente diferente y la instrumentación que la respalda no tiene nada que ver. Siendo así, con un acompañamiento musical tan potente como el que le imprime la banda, no entiendo por qué han elegido Mi carro para desgranar su letra. Si de todas formas no la hacen ni remotamente parecida al original, podrían haber elegido otra canción que no estuviese tan repleta de caspa. Cuando Antonio García, el cantante de la banda, la introdujo, dijo que esta canción definía como ninguna otra al disco que estaban presentando, La noche, porque representa lo que quieren decir cuando hablan de la noche, el tipo de aventuras, locuras, vivencias que querían contar… y eso que ni siquiera forma parte de ese disco, añado yo. ¿Esta canción de finales de los 60, cuando a ellos todavía les quedaban muchos años para nacer… representando el modo de vida de una banda como Arde Bogotá y lo que quieren decir con sus canciones…? A mí me parece una boutade enorme. Quizás sea una especie de chiste privado de la banda, una imposición de la Sony que ellos intentan defender como pueden; o quizás vandalizar una canción como esta sea el tipo de rebeldía que ellos quieren mostrar.
Sea como sea, me duró muy poco el dilema mental, porque inmediatamente después de Mi carro llegó Quiero casarme contigo, una canción que me atrapó con sus algo más que efluvios de blues. Una canción esta que señala un camino que la banda no ha seguido después, porque está incluida en el EP que editaron al principio de su carrera, El tiempo y la actitud, y en La noche el indie-rock marca de fábrica de Arde Bogotá bascula muchísimo más hacia el indie que hacia el rock. De hecho, creo que en el concierto la parte indie del grupo es la que marcaba Antonio, que fue algo así como un Julián Hernández más pijito que punky, demasiado bombástico, aunque eso es lo que da que tantas personas te canten en voz alta las palabras que escribiste. Y el rock, de alto octanaje, además, lo ponían Pepe Esteban y José Ángel Mercader, la sección rítmica del grupo, al bajo y la batería respectivamente, y Dani Sánchez y Lalo Gómez-Vizcaíno en un dúo de guitarras que funcionó muy bien de formas efectista y efectiva, como ocurre -por ejemplo y para que los sevillanos lo entendáis mejor- en All La Glory con Juano e Isra y de forma más acusada todavía sucedía en Los Labios con Charly y Álvaro. Anoche Dani era el dueño de los riffs espectaculares, el que estaba en primera línea del escenario subiendo la guitarra hasta el techo, derramando sudor sobre las cuerdas, mientras que Lalo, que no forma parte de la banda -al menos no sale en las entrevistas ni se ve su nombre citado nunca entre los de los otros cuatro- está allí detrás, al lado de la batería, marcando inicios y finales de canciones y contribuyendo a que su armazón sónico sea muy estable; no en vano él es también quien ha producido el disco que presentaban.
Siete canciones seguidas de La noche fueron las que iniciaron el concierto: Dangerous marcando una calma tensa, comenzando a pisar fuerte, como dice la propia letra de la canción. Con Cariño comenzó a aparecer la catártica alegría de los conciertos. Es una de sus mejores canciones y con ella llegó la dureza, la hermosura de la experiencia que echábamos tanto de menos, de suelo pegajoso, golpes en los hombros con los de al lado, sudor en una fría noche de enero; saltos de toda la audiencia, aunque estos no llegaron hasta la octava de las canciones, Big Bang, que también es de su EP primerizo. Hasta llegar a ella fueron pasando Tan alto como tus dudas, A lo oscuro, Tijeras, Millenial y El Dorado, demostrando el talento para el espectáculo de Arde Bogotá, el descaro. Ellos suelen decir en sus entrevistas que los Artic Monkeys son una de sus influencias, y yo se las veo, es cierto, aunque me da la sensación de que Arde Bogotá está evolucionando al revés que ellos; los Artic pasaron del indie imberbe al rock de los grandes iconos y Arde Bogotá se está instalando en el lado contrario al que indican en A lo oscuro; pero ¿quién va a reprochárselo si ahí les espera una multitud vertiginosa y absolutamente emocionada, que demuestra que la música de la banda es realmente cautivadora?
Después del momento ying y yang que significó Mi carro seguida de Quiero casarme contigo, la banda volvió a cobrar mucha más vida con la audiencia arremolinada en El beso, saltos y ruido superponiéndose a la voz de Antonio, al bombo de José Ángel incluso. La banda, comprometida con las expectativas del público, inició con esta canción el sprint final que tuvo lugar con dos canciones de las antiguas, Virtud y castigo y Te van a hacer cambiar, con la que Antonio se dio un baño de multitudes entre la gente, bajando del escenario, y una vez de vuelta a él, desapareciendo discretamente de la escena para dejar a los otros que demostrasen la excelente banda que son, y la segura visión artística que les guía.
Arde Bogotá supo exactamente, además, cuando golpear fuerte y cuando poner sus procedimientos a fuego lento. Por eso iniciaron así los bises, con Exoplaneta, una joya mareantemente narcótica, seguida de una pieza más pesada, Antiaéreo, para terminar definitivamente con una frenética Abajo, con la que todos los que no tenían una rodilla chunga, como es mi caso, se movieron como si estuviesen en una rave de drum’n’bass. Un final exultante.
El concierto de Arde Bogotá fue brillante, ¿por qué no decirlo? Y a ellos se les ve cómodos y seguros de dónde han estado y hacia dónde van. Toda la devoción que inspiran con su disco estaba allí, frente a ellos; y ellos respondieron con toda su alma. Una vez que se encendieron las luces y cesó el ruido, todos nos dimos cuenta de repente del frío que hacía, el que no habíamos sentido en ningún momento escuchándolos. No quiero volver de nuevo a las dudas de Mi carro, pero creo que esta banda nunca debería hacer las cosas de otra manera que no sea la suya.
