Almargen. Tribal Bar. 12 de febrero de 2023
Cinco mil años después de que los tartessos se asentaran en La Colina de los Quemados de Córdoba durante la Edad del Cobre, en el barrio que ocupa ahora ese lugar crecieron Alberto Jurado y Fran Martínez entre acordes de rock and roll, por lo que no es de extrañar que ahora continúen juntos como cantante y guitarrista, respectivamente, de una banda de rock que tiene ya casi veinte años de carrera detrás, porque se fundó en el 2004, aunque el éxito sea reacio a acompañarlos en el camino. Con el nombre de ese barrio, donde el llanto se ha quebrado, suele cerrar sus conciertos esta banda, que tiene por nombre Almargen, y así lo hicieron también el domingo, cuando acudí a verlos y escucharlos al Tribal Bar de Mairena del Alcor.
Al margen del sistema que nos oprime. Así se sienten Alberto y Fran, además de Miguel Vargas y Bernardo Reyes, que forman la sección rítmica que les acompaña, con la batería y el bajo. Y así lo demuestran con unas canciones que hablan de crisis, de currantes, de malvivir, de coloques chungos, escritas tanto por ellos mismos como por Marcelino Camacho, de quien adaptaron uno de sus discursos, por el poeta extremeño, afincado en Córdoba, Rafa Poverello, o el agitador social Jon Alloza, que juraría que era el tipo encargado del merchandising que tuve a mi lado durante todo el concierto. Junto a ellas un póker de versiones que fueron de uno al otro extremo del rock urbano, como la propia banda, de tan indefinida estética, que es. Así, durante el set nos hicieron arder sintiendo el Frío de Alarma!, imprimiéndole algo más de presión a cómo la cantaba Manolo Tena y todavía el acelerador lo pisaron más a fondo con Princesa, una maravillosa canción de cuando Sabina contaba historias en ellas en lugar de unir un ripio tras otro, que interpretada por Almargen iba a una velocidad que parecía que la chica estaba colgada del speed en vez del caballo. Y el Vamos muy bien de Obús que, como su título indica, al ser muy conocida y tarareable por todos, va la mar de bien para mantener la atención de la gente mientras Alberto presenta a toda la banda. Después terminaron los bises con una buena versión de Johnny B, Goode en castellano, con un ritmo –al ritmo del tren canto este rock’n’roll– que les asemejaba a Dr. Feelgood, rematada con una estrofa repetida de En blanco y negro, de Barricada.
Comenzaron con Tu pelo rojo a medio tiempo, para estallar metidos apenas un minuto en ella en rock and roll de aire… no, de vendaval, clásico; con la guitarra de Fran dominándolo todo, algo que fue denominador común en muchas de las canciones, sobre todo en las primeras tres o cuatro, en las que el bajo de Bernardo apenas se escuchaba y no le hacía sombra alguna. Desde Frío, quedando ya detrás también César y Crisis, la banda sonó poderosa y casi sin pausa ni descanso… como a mí me gusta. Que hablen las canciones, no el que las canta; y en eso Alberto estuvo de sobresaliente.
Y fuimos entrando en calor con ellos cuando encadenaron seguidas tres de las seis canciones que componen el EP que tienen publicado, Malahierba, comenzando precisamente por esa que le da título, en la que a la letra de Poverello le puso la banda en conjunto una música que no era nada fácil -incluso me pareció distinguir en los gestos de Alberto alguna dificultad para interpretarla, aunque la venció con creces- y que la convertía en algo parecido a una mini sinfonía, con giros y cambios de ritmo, con tempos que no se mantenían durante mucho rato; una bella construcción musical que todavía afinaron más en otra canción posterior, también una hermosa suite, que fue Estadio Azteca. No sé si por error, cuando terminaron Malahierba, Fran se la dedicó a Marcelino, a quien nunca doblegaron ni domesticaron; y se adelantó a hacerlo a cuando tocaron El blues del currante, que es la que en su letra tiene palabras de uno de sus discursos, incluyendo las que usó el guitarrista para la dedicatoria, entonadas con una resonancia musical de medio blues, para pasar a ser de blues completo cuando Alberto empezó a soplar en la armónica. En medio de esas dos canciones sonó la otra del disco, Días de hielo y plomo, la más jevi de la tarde, la que más profundamente estaba inmersa en la púrpura profunda. Bueno, la más jevi con excepción del guiño que hicieron al You Shook Me All Night Long de AC/DC en la parte final de Por mucho que salga el sol.
El título de la canción Cansada se refiere a todas aquellas mujeres que están cansadas de aguantar, cansadas de esperar, y Almargen se la dedicó hoy a Luisa, la mujer que desde el día anterior, desgraciadamente, pasó a engrosar la cuenta de víctimas de la violencia machista de lo que va de año… ¿treinta y siete?, ¿treinta y ocho? ¿cuántas van ya? cuesta trabajo llevar la cuenta. La canción de Jon, la que tiene letra de Jon Alloza, es de las mejores del grupo, tralla de hard rock muy en la línea de las que hace Rosendo, de quien incluso noté matices en la voz de un agradecido Alberto.
Y así fuimos llegando al final, con ganas de más, por lo que la banda, tras pedir el beneplácito de Raúl, el propietario de este santubario, rescató una de sus primeras canciones, Hasta aquí hemos llegado, para completar un bis enlazándole la de Chuck Berry que antes mencioné. Puro rock, puro sentimiento, un puto redoble de Miguel golpeando sus parches, abriéndonos las orejas para los acordes killers de Fran, dando pie a que Alberto nos escupa su ira… César camina o revienta, ¿qué más da?… sudor, pasión, Almargen arreglándome en el escenario de un bar de pueblo la tarde del domingo, a la que ya se le veía el final.