Borneo. Sala X. 6 de febrero de 2022
Miedo y ansías tenían los componentes de Borneo cuando se subieron al escenario de la Sala X el domingo, para cerrar el Sevilla Cool X Fest, que había abierto Alison Darwin una hora y media antes. Miedo y ansias porque hacía dos largos años que no tocaban en una sala de conciertos y había ganas de volver, ganas de no ausentarse más de ellos, ganas de matar y morir desde ahí arriba, ganas de tocar y tocar y tocar y tocar… hasta que les sangren los dedos. Y aunque no voy a decir que ese miedo y esas ansias les llevaron a dar el mejor concierto que les recuerdo, porque veo tantísimos que mi memoria no es nada fiable para saber cuál fue mejor y cuál peor, estoy seguro de que si lo dijese de este no me equivocaría.
Si algo se puede decir de Chío Abbad, su principal compositora y cantante, y de Junior Vargas, el guitarrista que semeja a Eddie Van Halen lanzando riffs en Nirvana, es que saben lo que hacen y pocos músicos en nuestra ciudad lo hacen tan bien como ellos. Y además están enormemente bien respaldados, porque Rojo Rodríguez es un batería versátil, Joaquín Ruiz es un bajista efectivo y de los pocos que sacan musicalidad de todas las cuerdas de su instrumento y Paloma Guerrero le pone a las canciones un buen respaldo melódico con sus teclados y su segunda voz, además de ser la que mejor lanza bromas y chistes malos de toda la escena local. Los cinco juntos son claramente mayores que la suma de sus partes y así lo demostraron desde que comenzaron suavemente con Saltemos las distancias, una apuesta fuerte para empezar, porque esta es una de sus mejores canciones, de esas que por sí mismas justifican el seguimiento devoto a una banda, aquí además con un tramo final incendiado por Junior y Rojo. Siguieron situados en ese primer EP que editaron hace ya casi seis años, del que fueron cayendo sus cuatro canciones; ahora recuperaron Nadie te escuchó latir, con un perfecto equilibrio entre esa dulzura de sentirse cada vez más lejano, que tan bien maneja Chío y el medido estruendo del resto de la banda.
Con Laredo atravesaron la raya que delimita los medios tiempos para desbocarse un poco, no demasiado aún, aunque la entrega vocal de Chío tuvo un enorme contraste con el sonido, que en algunos momentos fue áspero e incluso sucio, debido sobre todo a la distorsión accidental de los amplificadores; pero fue un error agradable, dándole a la canción una cualidad extrañamente atractiva. Sincronía es la primera canción que conocí de Borneo, allá por el 2015, y sigue siendo tan fascinante como entonces, sonando mucho más cruda aún con el ritmo sincopado de la batería de Rojo. ¡Qué importante es para una banda que sus canciones sean buenas, más que tener instrumentistas magníficos que interpreten canciones mediocres! Pero es que en el caso de esta canción se cumplen las dos cosas y las guitarras de Junior y Chío se suman a la cabalgada de la batería en un rush final que lleva la canción hasta el infinito… y más allá, venga, caeré en la cita fácil.
Había que rebajar la tensión con un par de baladas blanditas, y eso es lo que fueron Cuarto oscuro, con otro enorme solo de Junior, y La luz, la canción romántica por excelencia, que para cantarla de forma apropiada se requiere que se baje la intensidad de las luces del escenario, y así lo hizo Toni, el técnico, desde su cubículo. Una canción que igual funciona escuchándola tranquilamente en una habitación oscura que, como ocurrió aquí, en una sala pegajosa con olor a cerveza, junto a extrañas a las que no te puedes abrazar, aunque la ocasión lo pida a gritos.
En dos años de retiro de los escenarios, a Borneo les ha dado tiempo a componer muchas canciones; la séptima de ellas, que supongo que por eso la han llamado Siete, no sé si de forma definitiva o hasta que se les ocurra otro título mejor, la estrenaron en este concierto. Otro medio tiempo que mantiene la línea de sonido claro del grupo y en la que me pareció que cada miembro aporta la misma fuerza por su parte para sacarla adelante; todos brillaron, con Paloma fantástica a los teclados. Todavía estrenaron otra más, y de forma más experimental aún, porque a la que siguió, El despegue, la definió Chío como un ejercicio de paz mental para ella en los convulsos tiempos atravesados, compuesta para sacarla con una producción electrónica más que en esta adaptación para el directo con que la interpretaron esta noche, por eso seguramente tenía esa naturaleza atemporal y una extraña falta de lógica en sus estructuras, en comparación con las demás canciones de la noche. Sin solución de continuidad, un zumbido nos introdujo en la canción siguiente, Cómo parar el miedo, con Chío ascendiendo desde una suavidad angelical para que su voz glorifique el verso que deberíamos llevar grabado a fuego todos los que vamos a los conciertos a pesar de las circunstancias: nadie nos podrá quitar las ganas de salir.
En el tramo final del concierto Borneo nos ofreció dos de sus otras mejores canciones, de esas que pueden servirnos como recurso emocional escuchándolas a solas y que aquí adquieren otra dimensión. La primera fue Fuimos ficción, la más reciente de las que tienen editadas, adictiva y estimulante. La segunda fue de las primerizas que lanzaron, el Lo sé, no sé que quedaba todavía pendiente de las de su Ep Somos Borneo. Suave al principio, Chío era una presencia cautivadora en el escenario, para ir subiendo la energía con la repetición del título de la canción una vez y otra hasta que su voz se calla ante el maremágnum de distorsión noise que se abalanzó sobre nosotros para acabar con todo. De las cenizas de la destrucción se alzó la alegría, en forma de una tarta de cumpleaños de luminosas bengalas para festejar con Chío que en cuanto las agujas del reloj pasaran la vertical de las doce, tendría detrás otro año más, como les estaba sucediendo ahora mismo, curiosamente, a Junior, Joaquín y a Sara, la guitarrista de Alison Darwin, la banda que había abierto la noche.
Borneo siempre ha mantenido un sólido sentido de identidad, a lo largo de los años, sin miedo al cambio. Pero lo más importante, primordial, es que son una gran banda para ver en vivo y apreciar el peso y la intensidad de sus canciones.