Casas y La Pistola. Sala X. 17 de septiembre de 2021
Poco a poco se irá consiguiendo, pero de momento seguimos sin poder bailar. Ni nosotros ni la chica de la canción Angie en el capó, que Jose Casas escribió hace diez años inspirándose en el Sally can’t dance de Lou Reed. Sally no podía bailar porque no tenía piernas, Angie porque estaba metida en el capó de un coche que nunca debió robar y nosotros ya sabéis por qué. Y es una verdadera lástima porque las canciones de Casas y la Pistola del concierto de ayer eran una clara invitación a levantarse de las sillas de la Sala X y dejarse llevar por el power pop con que la banda nos cautivó como hace habitualmente, sobre todo en canciones como esta, con su alegre estribillo a medias entre la balada y el disparo pop, aunque se dé la paradoja de que lo que Jose canta en él es la forma en la que una chica joven va a perder la vida; un rayo de luz atravesando la oscuridad.
El concierto comenzó con otra de las canciones del mismo disco que la de Angie, el Scampa?? Volumen 2, del que la banda recuperó cuatro canciones, siendo la primera de ellas esta de La novelista, aquí más acelerada que en su versión grabada y con una intro que comenzaba teniendo aires muy a lo Velvet Underground que se convirtieron en stonianos antes de empezar Jose a cantar. Y esa fue una tónica mantenida durante toda la noche, en la que a lo largo de ochenta minutos escuchamos veintidós canciones de toda su discografía. Interpretaron las cinco que componen Padrino Buffalo 2, el disco que han editado recientemente y que estaban presentando aquí, y perlas bien escogidas del anterior Padrino Buffalo, de los dos Scampa, de las Memorias de una pistola invisible, incluyendo la que le daba título al disco, que compuso Julio Zabala, el teclista de La Pistola, e incluso del Canciones del Kilómetro 0, un disco del 2013 compuesto por reescrituras en castellano de otros compositores de cabecera de Jose, que aquí nos recordó el Heaven de los Psychedelic Furs, convertido en Cielo, ya en la recta final del concierto, y el She belongs to me de Bob Dylan, adaptado a Lo que ella es para mí, que fue el primero de los dos bises con que se despidieron, dejándonos una Perfidia y vino llena de adrenalina.
Destacó durante todo el concierto la guitarra de Dani Losada, que revistió a las canciones de una musicalidad diferente a la que les conocíamos de los discos y que se asoció muy bien con las líneas de teclado de Julio sustentando la base de las melodías. La sección rítmica, sin embargo, quedó bastante coja, porque aunque la batería de Paco Sequeiros estuvo omnipresente, el bajo de Álvaro Márquez apenas era perceptible en la mezcla que nos llegaba; sabíamos que estaba ahí, pero costaba constatarlo, algo que a mí me dolió sobre todo porque una de mis canciones favoritas como es Los hijos de Boris Becker, tiene un comienzo de aires muy a los Who, en el que es protagonista el bajo, y anoche carecimos de su presencia en él. Pero eso no rebajó ni un ápice la enorme cantidad de energía que había en la sala, tanto arriba como abajo del escenario, en la que todos y cada uno de los que la llenábamos disfrutábamos a tope con el innegable atractivo de las canciones de Casas y la Pistola. Impecables, con emoción y ritmo, con clase y esmero; con el sonido compacto salido de la experiencia que dan los años.
La banda, además, no necesitó ningún montaje escénico especial para transmitirnos su intensidad, con ser ellos mismos les bastó y les sobró para poner las cosas en su sitio y crecerse en cada canción que iban dejando caer, que todavía hubiesen sido mejores sin el problema de sonido mencionado. Futbolín, Diplomado gafe, Mil gotas, Mi año bisiesto y La vida según Johnny Rotten eran las cinco canciones estelares, las que se presentaban en sociedad, y todas pasaron con buena nota su examen en directo, llegando incluso al sobresaliente la última de ellas, que cerró el set con un brillante entretejido de guitarras por parte de Jose y Dani. El público que se juntó en la sala estaba compuesto por gente que casi se conocía de toda la vida, gente que ha discurrido por dentro y por fuera de la escena musical de forma paralela a la de Jose Casas y son incondicionales suyos, de adoración apasionada e inquebrantable, y este concierto fue otro eslabón más en la cadena que les une a todos.
