Cuarteto Fuerte. Assejazz. 12 de marzo de 2022
La acústica de la nueva sede de Assejazz es una maravilla. El sábado noche ni siquiera fue necesario amplificar de forma eléctrica los saxos alto y tenor de Bernardo Parrilla y Javier Ortí, respectivamente, ni la batería de Fernando Caro; tan solo tenía un amplificador el bajo de Juanmi Martín. Y durante el concierto que dieron juntos, como el Cuarteto Fuerte que son, era una delicia escuchar cualquier cosa que sonaba en el escenario junto a la música, sin romperla, formando parte de ella: el suave tic toc de las válvulas del saxo tenor al ser apretadas, algunas baquetas de Fernando deslizándose hacia el suelo cuando cogía otras… sonido natural, que nos envolvía y le daba al entorno una atmósfera pura, genuina, muy apropiada para disfrutar del derroche de ideas que rebosaban en todas las piezas que interpretaron, demasiado breves la mayoría para contenerlas todas, incluso; como ya dejó patente la banda en ese Malpartido que fue necesario repetir en los dos discos que tienen editados, con diferentes arreglos y variaciones, para poder expresar todo lo que Juanmi quería. Con esa pieza cerraron esta noche el set, pero hasta llegar a ella, por el camino fueron quedando infinidad de deleites musicales de toda índole.
Una intro de estridencias de platillos y saxos marcó el inicio del recorrido por Últimeit, el segundo disco, con tres de sus temas seguidos: Borbones bolivarianos, Cornucopia y esas exploraciones sónicas de tiempo elástico que son los Sedimentos de pena. La música que escuchábamos tenía dos partes bien diferenciadas; por un lado, sin apenas adquirir protagonismo más que en algunos esporádicos solos muy cortos, el bajo y la batería dando al sonido color y sombreado en lugar de ritmo; el pulso rítmico lo aportaban los saxos, interaccionando entre sí de formas muy diversas, a veces persiguiéndose uno a otro alrededor de la melodía, como ocurrió en Cornucopia o apreciaríamos de nuevo después en su recreación del Il giardino delle delizie de Morricone; y en otros momentos estableciéndose entre ellos una relación de llamada y respuesta, ostensible sobre todo en ese Malpartido que mencioné antes.
Con Perros fuertes y sus familiares guiños a la música de Los Siete Magníficos se pasaron a la relectura del primer disco, el que sacaron en 2019 con el mismo nombre de la banda, Cuarteto Fuerte, para mantenerse en él con Els demacrats y Una mala noche. Estas piezas adquirieron aquí una dimensión totalmente diferente a como fueron grabadas, porque allí estaban interpretadas con guitarra eléctrica y clarinete bajo en lugar de los dos saxos y ahora sobrevolaba por ellas una sensación de libertad melódica muy propia del free jazz, en la que los acordes parecían ejercer una influencia indebida sobre la improvisación, limitando la expresión de los músicos; el canon de esta forma asilvestrada de interpretar estuvo en la Excrecencia de la evidencia que hicieron después, una revisión de algo que en su momento hizo Thelonius Monk y que el Cuarteto Fuerte lleva a una radicalización, a un sonido incluso tan anterior al jazz, que me recordaba al denso tejido que formaba la música de Albert Ayler. Pero Bernardo y Javier son tan versátiles con sus instrumentos, que en pocos minutos son capaces de pasar del salvajismo a la dulzura, demostrándolo con un Castle Bravo, a dúo, con Juanmi y Fernando limitándose a escuchar sentados, al que atendimos con devoción comparable a la que tenemos escuchando la música de capilla de El Silencio; las vibraciones eran similares… más aún, eran idénticas.
Una versión del Drone de Jimmy Weinstein, batería al que Juanmi guarda gran aprecio, fue el interludio que hizo que no resultase tan agreste el paso del dolor al placer; otra muestra de la torva manera que tiene este bajista, compositor de la banda, de arreglar temas ajenos, a la que todavía siguió una más, porque la recta final del concierto la iniciaron con la ya mencionada versión de la pieza que Ennio Morricone compuso para la película setentera de Silvano Agosti. Hola, ¿qué tal estás? fue tan claustrofóbico que su respuesta no tenía más remedio que ser la de estoy fatal, y Malpartido unió de nuevo la armonía, la melodía y el ritmo, para llegar a un final que nos dejó con ganas de más. Y así se lo hicimos saber a la banda, mientras se despedía, por lo que no se hicieron demasiado de rogar para coger de nuevo sus instrumentos y dejarnos una versión de la maravillosa Stars fell on Alabama, uno de los standards del jazz más conocidos, que en su versión vocal ha cantado hasta Bob Dylan.
El Cuarteto Fuerte se mostró anoche ante nosotros tan elegante como desharrapado, según lo requiriese la ocasión; con un contraste y un sonido de grupo que trascendía al que le conocemos de sus grabaciones. La música era densa a veces, llena de la dicción frenética de los saxofonistas, en ocasiones a toda velocidad, en otras sincopada y en otros momentos también espaciosa y delicada. La belleza del lirismo de la música salida de la mente de Juanmi fue desde extáticos ataques de júbilo hasta lúgubres lamentos… total, ¿no es así la vida misma?
