Alvaro Suite. Sala Malandar. 26 de junio de 2020.
Es obvio que en un concierto con restricciones de aforo no pueden estar todos los que son, pero anoche, en la Sala Malandar, definitivamente sí éramos todos los que estábamos asistiendo y Disfrutando (no consideréis un error que haya puesto esta palabra con mayúsculas) del primer concierto con banda completa y público que se celebraba en nuestra ciudad después del estado de alarma. Prácticamente no vi una cara nueva; la gente que normalmente iba a los conciertos en las salas de la ciudad tenía unas enormes ganas de volver a hacerlo y allí estaba toda la que pudo meterse entre el centenar de espectadores reunidos, que llenaron el aforo permitido de la sala, guardando la distancia social en la medida de las posibilidades y con gran respeto. Esta es la nueva realidad: guardar turno en la puerta, sin demasiada cercanía en la cola, entrada de uno en uno después de haberle tomado la temperatura y comprobar que estaba por debajo de los 37,5 grados, lavado preceptivo de manos, visita guiada por la sala hasta llevarte a tu sitio en la mesa asignada a tu entrada y permanencia en tu taburete durante todo el tiempo, excepto si tienes que ir a mear; con el concierto empezado la salida y entrada de la gente solo se permite entre canción y canción y por puertas diferentes, y las cervezas las pides desde tu mesa y te las llevan a ella, aunque de una forma manifiestamente mejorable, que seguramente se subsanará viendo la tardanza en el servicio de anoche, justificable por ser la primera vez y no haber experiencia anterior en ello.
Pero tuvimos música en directo y todo lo demás pasó a un segundo plano. Tuvimos una voz en plena forma, unas guitarras que hacían solos de esos que te erizan la piel, una batería que dirigía y mantenía el ritmo no ya de forma impecable, sino que se situaba en un protagonista primer plano muchas veces; unos teclados que cambiaban los tonos de las canciones combinando sutiles matices y cautivadoras gradaciones coloristas, y un bajo de gran musicalidad que a veces eclipsaba a todos los demás. Alvaro Suite venció con humor y maestría todas las dificultades que surgieron, que las hubo, sí, pero que fueron menos que una minucia ante todo lo descrito en esas líneas de arriba, logrado por Robert Revolvert, Antonio Lomas, Jesús Bascón, Guille Manjón y Javi Mora, a los que se unió Mercedes Bernal para darle a la canción Conjuro unos toques de saxo que la llevaron arriba, más arriba, más arriba todavía, con Alvaro casi a sus pies ofreciendo su micro ante la gran boca del instrumento, propiciando un momento de bellísima plasticidad.
El concierto comenzó exactamente igual que el disco de La Xana, con una Loop drama de grandeza instrumental eclipsada por la saturación y exceso de graves de la voz de Alvaro, que convirtió la escucha de esta en un problema solventado por la correcta ecualización que en mitad de Mientras duermes, la segunda de las canciones, ya había dejado las cosas en su sitio. El orden dispuesto para el concierto dejó de coincidir con el del disco y la tercera canción fue Como la espuma, en la que tuvimos el primer gran solo de guitarra, con el que Alvaro le da una dimensión muchísimo mayor que la que tiene en el disco, donde no están esas cuerdas arrolladoras con las que empieza a deslumbrarnos él solo para acabar apoyado por Robert. El concierto estaba entrando en la vía de alta velocidad y como si del AVE se tratase, corrió majestuosamente, llevándonos hasta el final antes de que pudiésemos darnos cuenta, con solo dos pequeñas paradas para afinar el volumen de la caja de la batería y el exceso de notas de uno de los teclados que impedían el disfrute de las dos canciones correspondientes, sobre todo por parte del propio Alvaro, al que molestaba su monitor, y de los ocupantes de las dos mesas más cercanas a él que, como yo, estábamos a unos escasos dos metros del atronador chisme.
Después de Jaula de oro, que Alvaro se iba a dejar atrás sin darse cuenta cuando comenzó a presentarnos una de las canciones que no se publicaron en su disco, llegó esta nueva, Una extraña realidad, en la que ponen música a unos magníficos versos de Pablo Cerezal contando la historia de una falsa realidad, que se ajusta a la perfección a los tiempos presentes. De este autor hay en el disco tres canciones más que en el concierto de anoche marcaron momentos importantes: Loop drama, con el que dio inicio, y Dices y De cenizas, con el que terminó; pero algún factor muy determinante ha debido ser el culpable de que Una extraña realidad no entrase entre las canciones de La Xana porque su interpretación fue uno de los mejores momentos del concierto de anoche. Y eso nos lleva a pensar que cuando salga el segundo disco de Alvaro Suite vamos a disfrutarlo muchísimo si contiene esta canción y otra más que también se quedó fuera del primero, que es No puedo volver, que se convirtió en otro de los puntos álgidos de anoche, tanto per se como por haber sonado después de Toda esa belleza, con la que Alvaro, sin necesidad del apoyo de Coque Malla, como tiene en el disco, nos cautivó a todos.
Anoche Alvaro incluso se atrevió con una versión, algo que hasta ahora nunca había hecho en sus conciertos, e interpretó por primera vez Imagen pública, la canción de Radio Futura que habla de como una especie de líder maneja a los demás, que era lo que a estas alturas del concierto Alvaro hacía con todos nosotros. Tras abandonar la piel de Santiago Auserón se revistió con la de David Bowie para dejarnos, de forma magnífica, Tu silencio, y alcanzar el climax con Parque Rubén Darío cuando después de desgranar los recuerdos de su niñez en el barrio que le da el título se retiró discretamente del escenario para dejar que la banda se apropiase del final de la canción y la convirtiesen en otra cosa, en una explosión de rock, en un fuego incontrolable prendido y azuzado por la guitarra de Robert, en un solo largo y excelso, avivado por los golpes de Antonio, de pie ante su batería, mantenido por Javi, Jesús y Guille… el mejor momento de la noche, aunque el jefe no estuviese allí.
Cualquier cosa después de aquello hubiese resultado soso de no ser por la presencia escénica de Mercedes y el juego de Alvaro con su micro en un increíble crossfade entre los solos del saxo de ella y la forma en la que él retomaba la canción cada vez. Puro lujo. Y lujuria. La canción se llamaba Conjuro y no he visto título más apropiado para la invocación a los momentos mágicos que vivimos durante su interpretación.
Para que el disco de La Xana sonase entero aún quedaban dos canciones, Dices y De cenizas, las que sonaron poniendo el punto y final dejándonos, como Alvaro cantaba en la última canción, respirar en el fragor del vendaval en que se había convertido el concierto.
Que no pare el vendaval. Que se lleve los restos ponzoñosos del virus y nos deje muchas noches más como la de ayer. Que la nueva realidad se convierta pronto en la realidad de siempre y podamos hacer las previas a los conciertos en las mismas condiciones de antes, besar a nuestras amigas en la puerta en vez de cruzar un tímido abrazo con mascarilla; que podamos bailar con ellas en el interior de la sala y movernos al lado de unos y de otros para compartir con ellos la alegría de un buen concierto. Anoche se dio el primer paso del nuevo camino. Y fue un paso firme.
