Califato 3/4. PopCAAC. 14 de agosto de 2020.
Con el concierto de anoche en el PopCAAC de Califato ¾ creo haber pillado el punto de lo que ocurre con ellos, sobre todo observando y prestando atención a las reacciones del público que tenía alrededor, con el que me cruzaba en las colas del servicio o de la barra y con el que vino a charlar algún ratito conmigo para cambiar impresiones.
Lo más importante que observé es que nadie, pero absolutamente nadie, decía qué buenos son, lo que decían todos es qué divertido es esto y qué bien me lo estoy pasando. Ni siquiera decían qué divertidos son Califato ¾, sino que es divertida la situación que propician, el entorno que se monta a su alrededor en uno de sus conciertos. Es decir, que son como la Feria.
Y no solo el grupo no es divertido en sí mismo, sino que se autoboicotea torpedeando el primer punto de su manifiesto, que es explorar el cante andaluz y la música andalusí desde una doble óptica, la respetuosa y la irreverente, convirtiendo esa irreverencia en un chiste malo y continuado, hasta el punto de que el comentario generalizado de la gente fue lo que me dio el titular de la crónica: ¡Cuándo sale el barbas es lo peor! Si ponía el oído podía escuchar a mi alrededor cosas como «el grupo mejora cuando canta el otro», «tó el mundo tenemos un amigo saborío que se empeña en cantar», «esto parece el típico grupo de feria al que se une un borracho pa meté la pata», «es que es mu malage, no tiene gracia ni ná, y además una voz desagradable», «es que no tiene ni puta gracia, tío, porque hay feos graciosos, pero este ni eso» (con esta reconozco que me partí de risa), «no hay cosa más patética que un sevillano que pretende hacerse el gracioso»…
En todos estos comentarios, pillados al azar con el móvil en el bolsillo de la camisa, con la grabación activada, hay exageraciones y cosas totalmente certeras. Porque Chaparro tiene gracia en momentos puntuales, por ejemplo cuando le tiró la pulla al crítico diciendo que se estaba preparando para la Bienal y que seguro que esto le gustaba, para ponerse a cantar una estrofa de las sevillanas de Amarivirivirillo el oro convirtiéndola en una caricatura divertida, con voz extemporánea que funciona bien precisamente por eso, porque se ve que es una caricatura. Pero el problema es cuando ese momento, que debería ser concreto y especial, se repite una y otra y otra y otra vez a lo largo del concierto.
Hay momentos muy buenos en la hora y media que dura el espectáculo: la guitarra de Estefan, la presencia escénica y la voz de Rosana en algunos cantes, incluso la forma de afrontar el cante de Curro; también Esteban, que hasta parece estoico con su bajo allí en medio, apuntalando sonidos; muchos pasajes electrónicos de Lorenzo y Sergio, que funcionan mejor cuando se apartan de la inspiración en sonidos andaluces manidos y recrean ambientes como en el largo pasaje que sigue al momento en que Chaparro canta (bueno… tú sabes) lo de en busca y captura de la Guardia Civil, que me trajeron aires del Philadelphia Sound incluso. Pero todo se derrumba por el peso de los tópicos y la gracia mal entendida.
El cuarto punto del manifiesto del grupo dice: Desarrollar la creatividad del compás de 3/4, 6/8 y 12/8 propio de los palos flamencos marcando el carácter único de nuestros silencios y contratiempos. Pero es que no hay silencios y no hay compás para extender una nota a varios tiempos. Rosana tiene muchas veces ese compás necesario, pero se pierde el duende si está cantando muy bien por alegrías y Chaparro grita por encima de ella en el micrófono que la Alameda es la Universidad del flamenco del mundo entero y Triana la sucursal. Espero que no haga eso en la Bienal, porque allí no habrá críticos aficionados como yo, sino que estarán Vergillos, Bohórquez, Martín…
Y el sexto y último de los puntos de su manifiesto es este otro: Expandir el mensaje del Califato ¾ a través de la experimentación en la vida y en las artes, construyendo una nueva identidad. Algo que se da de hostias con pasarse una hora y media gritando Quillo, cabesa, viva la peña sevillana y hablar de nueva identidad cuando en su concierto están presentes todos los topicazos más manidos y odiados de la identidad andaluza y sevillana casposa de siempre.
Decía al principio de este texto que creo haberle pillado el punto a Califato ¾ y elaboré anoche la teoría (que solo es eso, una teoría subjetiva) de que esto que se traen entre manos no se lo creen ni ellos mismos, sino que han creado un proyecto artificial que divierte a mucha gente que acude a ellos por el efecto llamada de los conceptos que manejan, tan arraigados aquí, como son la semana santa, la feria, el rocío, el andalucismo, y las ganas de cachondeo, sin que los que reciben el mensaje se paren a pensar que mucho de lo que les llega desde el escenario es incluso contradictorio. Y les funciona. Coño, que si les funciona: anoche la pradera del CAAC estaba tan llena como el día de los Motoreta’s. Pero es que esto es Sevilla y aquí elevan a himno de semana santa y convierten en marcha procesional una canción con una letra que dice precisamente que no es al Cristo del madero al que celebra en sus versos. Sí, les funciona lo que hacen. Pero no resiste un análisis crítico mínimamente serio.
