Maui. Sala X. 19 de marzo de 2021
Ya le había sacado Josete Ordoñez un par de minutos de acordes a su guitarra española cuando sonaron los aplausos que anunciaban la aparición en el escenario de Maui, ataviada de quirky gypsy, vamos a llamarlo así, que suena mejor que gitana estrafalaria; elegante, eso sí, que pa eso es de Utrera. Lo que estaba sonando era la introducción de Mi alfombra, una preciosa canción con la que nos hace creer que era aceptable lo inaceptable de la situación de un mundo patas arriba como el que teníamos el año pasado por estas fechas, en el que nos consolábamos con croquetas de jamón y series de Netflix. Y para el cariz que sigue teniendo el futuro sus canciones también son un gran consuelo, esas que pueblan el universo personal de Maui, en el que ella se empeña en señalar su ausencia total del concepto sexy, pero se equivoca porque su atractivo es totalmente tangible, real, aunque llegue hasta nosotros con el dobladillo descosío y el sombrero algo torcío; el camino de Baldosas amarillas que le ha traído hasta esta Sala X en la que siempre es de noche aunque sean las cuatro de la tarde, tiene su norte en el mismo sitio que nosotros y aquí estamos también, descubriendo maravillas pese al infortunio y desatino de los tiempos que continúan más o menos como en la canción anterior a esta.
Acordes flamencos siguieron, con intento de cortarlos de Maui, que dijo tener la impresión de que ese pop profundo no le va a abrir las puertas de los grandes festivales indies, que son a los que va la gente que asiste a esta sala; pero afortunadamente Josete no le hizo caso y siguió pulsando las cuerdas para desprender un duende que le viene perfectamente a la forma, como de cantautora urbana, que tiene Maui de interpretar A Madrid, la canción que refleja sus vivencias, con aún muchos pájaros llenando su cabeza, en aquel apartamento de Malasaña que cada vez se hace más grande, porque en el concierto que dio este verano en Sevilla solo cabían dos personas de perfil y ayer decía que entraban tres. A Contracorriente se deslizó por el tobogán de nuestra locura, la suya y la de los que la escuchamos cada vez más embaucados por su simpatía de poeta caletera, como la de Juan, el personaje protagonista de su siguiente historia hecha canción, un gaditano bohemio con el estómago a dieta y el alma con sobrepeso.
En Cádiz se quedó un ratito más, cantando Por alegrías con mucho arte y compás, antes de ponerse a arrejuntá chorrás, como dicen en su Utrera, y cantárnoslas en Requete, que contra lo que pueda parecer no va sobre ningún paramilitar carlista trasnochado, sino sobre la forma en la que ella es especial: pero tela de requetespecial, que pa eso copia frases de Coehlo y come sushi con palillos y si nos ordena ponernos a cantar chalalá chalalá chalalalala nosotros obedecemos aunque con la mascarilla no se nos entienda un pijo.
Para no pensar en nada es una canción que tiene ya sus buenos dieciséis años, pero suena tan fresca como el agua del río al que Maui tira las piedras de las que habla en ella; no solo eso, sino que ahora adquiere un mayor significado porque en estos tiempos pandémicos cada vez son más las personas que después del yoga, el reiki, el taichí, las flores de Bach, el psicólogo que te trata la extrocedencia extrospectiva con el alma intrínseca y el aura de la energía, no consiguen relajarse. Para todas ellas lo mejor es liberar tó las toxinas sonriendo a las gallinas y tumbarse en una hamaca de lunares como los haters y milenials hacen cuando buscan el cobijo del campo profundo, yéndose De Madrid al cieno, como Maui nos cantó antes de coger el chelo que reposaba en la parte de atrás del escenario y acompañarse con él en Dejarse llevar de una forma tan honda que hasta pareció una cantante del mayor cuidado y rigor. Aunque para lucimiento de verdad el de Josete, que valió por Tino di Geraldo, Fernando Illán y Jorge Pardo a la vez acompañándola en Tiempo al tiempo; ni siquiera echamos de menos a Tomasito bailando.
La cantante cabal dejó de serlo para volver a las andadas y convertirse en Mari Carmen y su muñeca, que metía por bulerías letrillas sobre el amor y el Ikea. Después de eso, solo le quedaba terminar el concierto con dignidad, para lo que eligió La noche perfecta, una canción a mayor gloria de la letra CH, compuesta por palabras que la contienen, como chorlito, chicharrón, chulillo y otro variado ramillete más de las que a ellas le salieron del cho…
De vuelta al escenario, Maui dedicó un recuerdo pleno de sensibilidad a su tío, Bambino, para hacer la única versión de la noche, la desgarradora Procuro olvidarte, para la que se acompañó de nuevo del chelo, que tocó con maestría. Y después ya sí, se acabó definitivamente otra genial sesión de esas en las que te pasas una hora y pico enjugándote las lágrimas causadas tanto por la risa como por la emoción.