Palo Alto. Sala X. 13 de marzo de 2021
Era el 13 de marzo. La fecha de presentación del nuevo disco de Palo Alto en la sala Even. Pero era 2020 y la recién estrenada obra tuvo que esperar para su presentación. Ayer era también 13 de marzo y por fin llegaba el día en que conociésemos en directo Self defense unos pasos más allá de donde íbamos a hacerlo en la ocasión anterior, y nos reunimos en la Sala X, llenándola prácticamente, para dejarnos engullir por el atmosférico collage de loops, voces etéreas, efectos de sonido, música natural, con la que esta banda te toca todas las fibras.
El motivo principal del concierto era la presentación de Self defense, como os digo, el disco que llevaba ya un año editado, esperando ser recreado sobre un escenario, y las siete hermosas, también tristes en muchos momentos, piezas que lo componen, fueron interpretadas a lo largo de la hora un poco escasa que duró. Aunque el comienzo fue con Some fears I had, el single de hace ya casi tres años que marcó el inicio de la oscura belleza que Tero Heikkinen le iba a aportar con su producción a toda la obra posterior de Palo Alto, culminando en el disco protagonista de ayer, este comenzó a abrirse paso con What I need, la primera de sus canciones, con unas voces fantasmales que crearon una tensión de amenaza preguntándose ¿qué va a ser de nosotros?. Antonio Figueroa dejaba perder su voz flotando en el espeso aire que levantaban sus teclados y los de José Viloca, que había abandonado la densa guitarra eléctrica del tema anterior, en el que lo que hacía con sus dedos sobre ella no parecía guardar relación con lo que salía de los altavoces. Ahora sí creaba, asociado a Antonio, una música cerebral que la batería de Ignacio Sierra y el bajo de Pablo Gómez se empeñaban en que siguiese conectada a nosotros a un nivel más visceral. Lo consiguieron. La apagada atmósfera que nos agobiaba se despejó con la llamativa falta de armonía de las notas que enlazaron este tema con Quejío, en una vuelta a los inicios del grupo; la fragilidad dejó paso al músculo y el sonido nos inundó para retirarse poco a poco cuando ya nos dejó ahogados. Tras eso, Clever man resultó un alivio a pesar de que su agradable melodía ocultaba el ominoso mensaje de que nos dominan unas fuerzas que no podemos comprender.
Los ánimos continuaron apacibles y el ambiente templado con los ritmos electrónicos de Six years ago, que solo se embaló cuando la batería metió platillos arrasados a golpes para iniciar el camino a su final. If I knew la siguió ayer, tal como lo hace en el disco, con todos reposados de nuevo y Antonio retomando la serenidad de su voz. El efecto era intrigante, cada sonido parecía venir con un peso adicional; el bajo de Pablo se sentía más central y los ritmos más lineales; Palo Alto, poco inclinado a hacer ruido. Los tres golpes de baqueta de Ignacio evitaron que cayésemos en la depresión marcando el inicio de un ritmo que, sin dejar de ser suave, tenía un aire funky que te invitaba a moverte en la silla, y más aún cuando se aceleró apoyado en la línea del bajo. Estaban interpretando Lavida y era difícil no sentir la catarsis alegre que se produjo. Me hubiese gustado seguir el vuelo hacia más altura pero la banda en ese momento creo que equivocó su elección entre el caos y el orden y nos volvió a sumergir en nuestros propios pensamientos con el fondo percusivo suave y repetido, hipnótico, de Rain. Si el concierto hubiese terminado ahí quizás todos los que, como yo, estábamos totalmente absorbido por la música, hubiésemos estado de acuerdo en que no necesitábamos un bis. Pero el baqueteo insistente de Dans retumbando y reverberando, marcó una interrupción de nuestro etéreo viaje, y ahora sí necesitábamos mantener la vida que habíamos recobrado.
Y cuando Palo Alto volvió a salir al escenario las imágenes hipnóticas y coloridas de Synesthesia tomaron el control. Formas sónicas simples y fluidas extendiéndose con una precisión impecable, aunque al final las capas más ambientales fueron sustituidas por algo más estándar que le restó emoción a su despedida. Y al salir a la calle, la luz del sol de apenas las cinco de la tarde, terminó de disipar por completo las sombras inquietantes que no hubiesen estado fuera de lugar en una película de Ingmar Bergman, que las piezas más lentas y contemplativas de la banda habían propiciado dentro de la sala.
