Flopper. FunClub. 25 de marzo de 2022
Hasta ahora no había tenido ocasión de asistir a ningún concierto en el remodelado FunClub. Tendré que acostumbrarme a que el escenario esté justo al otro lado de donde estaba antes y a la nueva disposición de las barras, pero por lo demás lo encontré acogedor. Y a pesar de estar tan modernizado, el viernes olía a garrapata. Y eso era debido a que el escenario lo ocupaban los Flopper y el sonido que nos hacían llegar puede ser descrito con esa palabreja que define lo indefinible: garrapatero. Como por arte de magia, pop sesentero, rap, reggae, ska, grunge y energía punkarra cocidas en el mismo caldero, como debe ser, especiados con flamenco, mucho humor y fiesta… no os digo más que cuando la banda estaba haciendo la versión –la única de la noche– del Piratas del Estrecho de Los Delinqüentes, aunque los ritmos que mantenían eran de reggae y rap, la gente de mi alrededor la bailaba por rumbitas.
Fiesta, como digo, para presentar el nuevo disco del grupo, El valle de la tormenta, grabado hace unos meses en los estudios que tiene Juanito Makandé en Mallorca, aunque había de todo en el menú, porque las ocho canciones nuevas apenas fueron la mitad de todas las interpretadas, ante un público que llenó la sala y empezó a caldearse con la larga introducción que supuso el September de Eart, Wind & Fire y el buen rollo que desparrama. No sé si querían empezar jugando al despiste porque el concierto lo iniciaron con la canción que más se aparta de su sonido habitual, al menos en los primeros acordes, que rápidamente nos llevan a los anillos de Saturno, para convertirse a medida que avanza en un artefacto yeyé de estribillo divertido y eficaz. Estaban quizás, haciendo realidad el nombre del disco, Hemos venido a jugar, del que habían extraído las primeras canciones, porque la siguiente también venía de allí, Ley de vida, en el que ya comenzó a asomarse el ritmillo reggae, pero sin terminar de hacerse presente del todo todavía; aunque la que sí empezó a mostrar su músculo fue la guitarra de José Manuel Carmona, que comenzó a oler como a espíritu juvenil una vez que el cantante, Fernando López Pérez –de ahí el nombre de Flopper–, terminó de coleguear con la peña, algo que para mi gusto personal hizo en exceso durante toda la noche, y Doncho le diera paso con varios mazazos a los platillos de su batería para que empezase a sonar, ahora ya sí, una canción del disco que presentaban, Caos musical. En el disco nuevo siguieron, con El tren y Me jode, para la que ya la gente se había desmadrado tanto que hasta la recibieron con palmas por sevillanas. Una fiesta, aunque esta canción precisamente va de que la cosa está mu mala.
Sediento de ilusión fue la primera canción que rescataron de su primer disco, aquel Aprendiendo a volar de hace siete años. Fue un descanso en la fiesta, quizás no demasiado bien recibido por el muro denso y cálido que formaba la gente de la sala. En la misma línea siguieron con La fuente de la Cierva, solo que esta asciende en la tercera estrofa y quizás Déjame correr no fuese la mejor elección para seguir, porque la atención de la gente se dispersó y al final de ella incluso ni aplaudió la impecable interpretación de Fernando de su letra, emocionante y delicada. La gente estaba a otra cosa pero volvió a la vorágine cuando se interesó mucho más por el humor escatológico de Bonita costumbre, una canción con un fuerte olor -nunca mejor traído el término- al Macarena, redimido por el wah-wah de una guitarra con gran riqueza de sonido.
La gente estaba de nuevo en movimiento y recibió perfectamente la versión delinqüente que los convirtió en rastafaris de Jerez y se entregó a la historia de Barbarroja, lo que me va a permitir presentaros a los dos miembros de la banda que aún no he mencionado y que aquí me pareció que destacaron algo más en el apoyo del sonido, Kamal Shah Iturbe, que era el bajista y Miguel Benítez, el percusionista. El olor a libertad de Algo estuvo apuntalado por otro gran trabajo de guitarra y cuando de nuevo parecía asomar el divorcio entre intenciones y realidad, notado incluso por Fernando, que dijo encontrar a la gente algo parada, esta vez sí fue un acierto seguir con el ritmo ska de Nos gusta, que hacía gritar a todos a la vez: el cachondeooo. Y ya puestos y con la garganta caliente, también todos a coro en el estribillo con el título de la siguiente, Móntate en mi avión.
En la recta final estaba ya el público a toda velocidad y Flopper lo aprovechó enormemente bien; si en las dos anteriores la gente se mostró más que colaborativa, en la siguiente llegaron a otro nivel, porque aunque es una de las mejores del grupo, con ese sonido que es una atrevida fusión de Nirvana y el Louie Louie, a la peña lo que de verdad le gustaba era gritar el título a toda hostia: Me la sudaaaaa… mucho más potente e irreverente que en la versión grabada… Alex Ubago y Alejandro Sanz… me la sudaaaa… Carlos Baute y David Bisbal… me la sudaaaa… Bustamante y Pablo Alborán… con los me la suda cada vez más fuerte y más seguidos; la verdad es que el público anduvo torpe para seguirle la broma a la banda y cuando nada más terminar Fernando preguntó ¿queréis otra? deberían haber contestado también me la sudaaaaa… ¿os imagináis…?
De todas formas, aunque ya tenían la amenaza de la hora tirándole dentelladas, no podían irse sin hacer las dos canciones más actuales que tienen, Yo querría, el single que adelantaron del disco que presentaban esta noche, que es la canción que más parece gustarle a la gente, algo nada extraño porque es también la que mejor fusiona la guitarra de rock con los sonidos de aires andaluces. Y el final llegó con su single actual, Échame otra, con la fiesta en la sala desatada por completo, los brazos arriba y José Manuel poseído por el espíritu de Carlos Santana sacando de su guitarra algunos de los mejores acordes de la noche.
Esta fusión de ritmos y modos funciona cuando es clara y Flopper la hizo de una manera muy consecuente. Funciona cuando es clara y original y Flopper fue más allá de ese sonido garrapatero que he mencionado al principio, adentrándose en terrenos que ninguna otra banda de su estilo pisa. Funciona cuando es clara, original e intensa y Flopper se metió anoche en espesuras que a veces se escaparon a su control. La fusión funcionó con Flopper a pesar de unos momentos bajos, achacables más que nada a que el público estaba menos por el romanticismo que por la alegría, que superaron con creces. Ellos estuvieron a la altura.
