It It Anita. Sala X. 5 de octubre de 2021
El Monkey Week es un excelente festival. Pero incluso de no serlo su existencia quedaría justificada aunque solo fuese por habernos descubierto a una banda como It It Anita. Nos los trajeron dos veces, la primera en 2016 a la pista de coches locos en la que casi echamos la pota del recién comido almuerzo tratando de huir del batería cabrón que quería liarnos con cinta de policía mientras sus compinches atronaban la Alameda martilleándola con un solo acorde repetido hasta la saciedad. Dos años después, en la noche que la locura belga asaltó la Sala X con ellos y los todavía más majarones de SHHT, nos golpearon con un grindcore sin resquicio alguno. Bueno, pues anoche en esa misma Sala X la impactante descarga eléctrica de It It Anita fue todavía más fuerte y nos sacó a hostias del letargo producido por la languidez monótona del anochecer de un día de entre semana de otoño.
Coge a Nirvana y emborrónalos totalmente; coge a Pavement y mételes directamente en el corazón una inyección de adrenalina de esas con las que reaniman a los muertos en las películas; coge a Mudhoney y quítales todo el grunge sustituyéndolo por más noise; coge a Fugazi y… vale, a estos puedes dejarlos tal cual. De todo eso que has cogido sale un engendro del que emana un hardcore venenoso directamente de sus entrañas que noquea todo aquel que se mete en una sala a presenciar un concierto. Y eso fue lo que nos ocurrió a los veinte imprudentes y cinco o seis temerarias que acudimos anoche a su llamada.
Esas comparaciones, salvando las distancias que queráis, no son gratuitas, porque en una canción como Authority, que dedicaron a la policía, se van moviendo hacia terrenos que huelen como a espíritu juvenil después de empezar lentamente, con una forma de cantar de Michael Goffard muy a lo Billy Corgan en 1979 y el bajo de Elliot Stassen tan marcado como el de D’Arcy en esa misma canción de los Pumpkins. Y eso que este fue prácticamente el único respiro que se dieron, porque casi todas las canciones fueron más del corte de Cucaracha, en la que el bajo rápido y saturado dio paso a las voces de dos tíos porfiando por ver quien se rompía antes la garganta. Estas dos canciones son de su último disco, Sauvé, del que nos escupieron ocho de ellas, rescatando seis más de sus dos discos anteriores e incluso del primer EP que sacaron hace ya tiempo.
Todo comenzó con User guide. Bryan Hayart comenzó a marcar un ritmo en su batería y le siguió Michael sacando chasquidos a su guitarra y repitiendo a gritos el nombre de la canción; tras un par de acoples de la otra guitarra, la de Damien Aresta, se declaró la guerra a nuestros tímpanos. Esta canción era del disco anterior y dejó sentadas las bases de lo que iba a ser el concierto, que siguió con tres piezas de las nuevas en esa misma línea: la Cucaracha que ya he descrito; See through, que fue una especie de blues pesado y raro, que se aceleraba por momentos hasta que desembocó en 11, una barbaridad de canción que todos terminamos siguiendo al final a cabezazos porque las restricciones impedían que la gente se levantase en un pogo feroz, como ocurrió la vez anterior que estuvieron en esta sala, en el que volaron vasos y móviles. En 25 (From floor to ceiling) Damien parecía movido por un resorte que le llevaba constantemente desde el micrófono al ampli de su guitarra, a ver si podía sacar un acople todavía más corrosivo que el anterior.
Tras recuperar algo de aliento con Authority, siguieron sin descanso: More solo fue un calentamiento para lo que siguió: Jean-Marc (Jean Marie), sin apenas letra, puro aporreo de batería y feedback final para enlazar con 53, Dixon Kentucky y NPR, las cuatro formando un único bloque monolítico que solamente se rompió con el grito destemplado de Michael anunciando la siguiente canción, Ghoooooost… en la que tuvo que imponer su voz a los platillos y a la guitarra que aullaba detrás. Las últimas canciones, Sermonizer e Imposter, fueron para que la banda se divirtiese también con todos nosotros. Cuando Damien se bajó del escenario para moverse arriba y abajo por el pasillo central sin dejar de invocar el apocalipsis con su guitarra pensé que ese iba a ser el movimiento escénico que sustituiría al que hacía habitualmente Bryan de desmontar la batería y volver a montarla entre el público, que al estar de pie podía apartarse y dejarle sitio. Nada más lejos de la realidad; mientras las guitarras y el bajo mantenían el fuzz al final de Imposter, el tío bajó, cargado con un enorme rollo de hule o algo similar, que iba a servir de suelo a la batería, y con la ayuda del enloquecido público de las primeras filas apartó sillas para acá, para allá y para más para allá hasta dejar sitio suficiente para extenderlo. Se produjo el maremágnum, que no pudo contener ni siquiera el temible vigilante de la sala, que pasó de todo y se puso a disfrutar con nosotros, acercándose igual que hacíamos los demás a la batería grabándolo, atónito, todo con su móvil; Bryan bajó todos los elementos de su kit y comenzó allí, a pie de escenario, del que se bajaron también los otros tres (Damien se sentó a mi lado), a acompañar el final del tema golpeando su instrumento con tanta saña que hasta me pareció ver volar esquirlas de sus baquetas.
Y así acabó todo, desmantelado totalmente el escenario que con tanto cuidado había dispuesto la banda, en forma de cuadrado, cada uno de ellos en un vértice, rodeado por los amplificadores dirigidos hacia el interior en vez de hacia el público. Los cuatro músicos enfrentados de dos en dos, presentándose de perfil a los espectadores en una forma que al principio podría dar la impresión de que tocaban para sí mismos, de músicos que prefieren estar entre ellos que abrirse al exterior. Pero en cuanto explotó, literalmente, User guide, entendimos que eso no iba a ser así, que ese arreglo permitía, ante todo, que los cuatro se apoyasen unos en otros, se ayudasen entre sí, se uniesen para que brotara una música tan increíble y de tanto poder como la que nos ofrecieron.
A muy pocos grupos hemos visto tocar en esta ciudad con tanta intensidad como a It It Anita anoche, con tanta violencia loca, pero violencia positiva, de esa que nos lava de toda la suciedad de nuestra vida cotidiana, que nos purifica de nuestras ansiedades, de nuestros tormentos. La banda es una apisonadora punk, noise, metal incluso, qué más da, si cualquier etiqueta les queda anticuada, ridiculizada por la furia sónica que descendió sobre nosotros. Anoche salimos de la Sala X con los oídos zumbando, pero con nuestras ideas mucho más claras. Como dice It It Anita en el título de su último disco: Sauvé… salvados, una vez más, por el rock and roll.
