Ánima Saudade + Malabriega + Sweet Hole (concierto de celebración de los 40 años del disco Un encuentro de Triana). Sala Even. 5 de marzo de 2020
El pájaro blanco echó a volar, en nuestros corazones, en busca de una estrella fugaz… así es como tienen que ser los homenajes, como una estrella fugaz: sencillos, en un momento concreto, ilusionantes, cortos; y después que se apaguen y quede la sensación de haber visto algo singular. Anoche ocurrió así con el homenaje a Triana con motivo de cumplirse 40 años de la edición de su disco Un encuentro. Tres bandas actuales, con un repertorio construido a base de sus canciones propias, adelantando algunas nuevas incluso, que se llevaron a su terreno dos o tres cada una de las de ese disco de Triana y sacaron adelante unos conciertos que, con sus altibajos, resultaron ser muy buenos.
La noche se abrió con Ánima Saudade glorificando a El Cabrero antes de comenzar a alternar las canciones de su disco, El palomar, con las del disco de Triana. Hace apenas dos semanas que la banda se quedó sin su cantante y el difícil papel de vocalista lo asumió José Manuel Moreno, compatibilizándolo con la guitarra, lo cual no fue un impedimento para que Maí sonase consistente y empezase a darnos la medida de la sintonía y el ritmo con la que el bajo y la batería de Ricardo y Lolo arroparon al resto de las canciones que siguieron. Un extraño más fue la primera de las canciones de Triana que escuchamos anoche y como el original no tenía su base en el teclado de Jesús de la Rosa, sino que era una canción con gran protagonismo de la guitarra, José Manuel se volcó en ella y nos transmitió totalmente su esencia; el recuerdo trianero comenzó con excelente pie. Sentirte caer terminó de forma explosiva, con un solo de batería apoyado por el bajo y resuelto con cantiñeo flamenco, para posteriormente invitar a subir al escenario a Mateo Amieva, uno de los vocalistas de Los Tiestos para interpretar a dúo con José Manuel la canción elegida como single, Aljarafe, oscura y seria en su letra, luminosa en la instrumentación, quizás la de más clásico olor a rock andaluz de Ánima Saudade. Mateo aún siguió en José y después la guitarra de nuevo dio un paso adelante para la versión de Un nido en mi ventana, mientras la paloma blanca que vuela y vuela en su letra quedaba totalmente plasmada en el lienzo negro que La Maga Cronopia utilizó para ir volcando maravillosamente en él la poesía de la canción con pinceles y paletas.
El Prólogo de Malabriega abrió el camino para el Tormento que seguramente debió padecer Juan Castro para imponer su voz por encima de los truenos de la batería de Raúl. Pero cuando Ian Scionti comenzó a rasgar su guitarra flamenca el sonido se asentó y todo comenzó a sonar perfectamente medido, como si las palmas de Juan fuesen una batuta que marcaba el compás a seguir. Fiebre y La duda siguieron ese camino majestuoso, entre la pureza de los acordes de Ian y el prácticamente metal pesado de la guitarra de Joaquín, al que desde el poco tiempo que hace que le estoy viendo me está pareciendo uno de los mejores instrumentistas de Sevilla. Su asociación con la Stratocaster de José María Sagrista en la interpretación que hicieron luego de Cae fina la lluvia fue el mejor momento de la noche, cerrando Sagrista con su solo, inmenso, la trilogía de Triana que habían comenzado los de Malabriega sin él un poco antes con Caudaloso río y Aroma fresco, con maravillosos cortes de la batería a los toques flamencos de Ian en la primera y convirtiendo en una delicia la segunda. Y sobrevolando la música, Juan, con una voz, como la que decía la canción, como el torrente de un río. Ese magnífico Cae fina la lluvia fue en manos de Malabriega tan triste y dramática como bella y melódica, y cuando se aceleró al final no se quedó en el simple esbozo, como hace la original de Triana, sino que la guitarra de Sagrista la llevó a un terreno nuevo en el que la canción se reforzó y adquirió una dimensión gigantesca.
Después siguieron con sus propias canciones, Ojos negros, Reflejo vacío, Tu pelo, con nuevo lucimiento de Ian, el gitano de Oregón, como le llamó Juan. Malabriega no pierde el tiempo en ninguna de sus piezas; en cada una de ellas persiste el prisma propio de la esencia del grupo haciendo lucir, al mismo tiempo, su encanto característico. Canciones que resplandecen, envueltas en arabescos instrumentales que orientan su música hacia unos aires que van más allá del rock andaluz casposo o el hard rock melódico. Tuvieron que seguir un rato más en el escenario a petición de un público entregado que no les quería dejar marchar, y ellos lo agradecieron con un triunfal Rumor, que aunque no figuraba en el disco de Triana protagonista de la noche, fue otra perfecta demostración de equilibrio entre respeto a las raíces y contribución propia al árbol que nace de ellas.
Sweet Hole comenzaron por bulerías, que se transformaron en su Terapia en una forma mucho más cercana al espíritu trianero imperante esta noche que al progresivismo de otras piezas suyas como Neverending cicle, que también nos ofrecieron más tarde. Antes de esta última sonó el Eyes opened que se mueve entre los dos terrenos y que terminó de forma triunfal con la guitarra flamenca de Antonio Rubio antes de que Karra diese paso a la presentación de la banda y esta encadenase los acordes de una pieza con los de la otra. Atrás habían quedado ya Moon y The first of the last day, que fue subiendo desde el polvo a las nubes de la mano del saxo de Pepe García, hasta que la guitarra de Miguel Durán le tendió otra mano firme y la mantuvieron en el lado más místico de la banda. Entre todas estas composiciones propias se fueron sucediendo las de Triana, primero Encuentro fugaz, plena de sentimiento y pasión; A través del aire se quedó lejos de la original, pero es que resultará imposible que nadie pueda darnos nunca el pellizco que nos da Eduardo cada vez que rompe su voz al final de la frase de llega la tormenta. Para ser justo con Sweet Hole debo decir que este final de la crónica de su concierto está guiado mucho más por mi punto de vista subjetivo que el objetivo que debería emplear, y es que esta canción es, junto a Rumor, una de mis favoritas de Triana y Tu frialdad (sacrilegio, sacrilegio) es una de las que menos me gustan, a pesar de ser todo un himno y de que anoche, con el apoyo magnífico también de la guitarra de José María Sagrista, sirviese para que el público que a esas horas todavía quedaba en la sala, con ya poco menos de medio aforo, entrase en éxtasis y le diese al final de la velada el impacto que merecía. Sus míticas notas fueron coreadas por la gente y se nos echó encima la madrugada que siguió a una noche de más amor que la que habíamos vivido justo una semana antes en la que la grandilocuencia, al contrario que aquí, tapó el brillo de sus encantos.