Kalishkla. Tarifa Music Club. 22 de enero de 2022
Después terminó por juntarse un número aceptable de espectadores para presenciar el concierto de Kalishkla en el Tarifa Music Club. Pero cuando apenas faltaban quince o veinte minutos para la hora de empezar solo estábamos en la sala tres espectadores: dos chicas en una mesa cercana y yo, que encima no quisieron cobrarme la entrada a pesar de que la banda iba a taquilla. Así que abrí el grupo de WhatsApp que tenemos varios de los que coincidimos frecuentemente en los conciertos, para anunciárnoslos y quedar en algunos y conminé a todos los que no estuviesen en garitos demasiado alejados a que se viniesen para acá. Conseguí atraer a tres, lo que no estuvo mal: tres entradas para el grupo y un montón de cubatas y cervezones para la barra; todo suma.
Ellos no sabían lo que se iban a encontrar. Y la verdad es que yo tampoco, porque Kalishkla, aunque tenga raíces muy antiguas, es una banda de reciente formación y más allá de una escapada a una sala de Chiclana, solamente había tocado en recintos de su ciudad, Alcalá de Guadaira, por lo que el de anoche era el primer concierto que daban en Sevilla capital… bueno, a finales de noviembre tocaron también en el Pub Retórica, pero ya se sabe que Sevilla Este en realidad es un barrio periférico de Córdoba. Sin embargo, al final de su actuación -y durante el transcurso de ella- las caras de satisfacción por el espectáculo ofrecido eran evidentes; Kalishkla hizo un sobresaliente trabajo creativo en su fusión del jazz de aires clásicos con otros sonidos contemporáneos, traducido en una música embriagadora que, además, pudimos disfrutar como hacía tiempo que no pasaba, en un local perfecto, sentados alrededor de una mesa baja delante y muy cerca del escenario, que permitía alguna conversación corta y suave y la complicidad que se establece en un pequeño club de jazz.
Repito que Kalishkla es una banda que se formó hace apenas dos años y toda su existencia ha transcurrido durante los confinamientos y restricciones pandémicas, pero sus componentes tienen ya tras de sí un recorrido que les hace ser músicos tan excelentes como demostraron anoche. Lolo Conde es el cantante y compositor del grupo, con una vasta experiencia en la música y el teatro y líder también de The Trackers. De origen danés es Óscar Álvarez, por eso adquirió formación musical en el conservatorio superior de Copenhague y tiene un álbum de jazz a su nombre, además de liderar un trío de ese género y colaborar con diversos artistas, desde la bailaora Selene Muñoz al legendario bajista Bo Stief y tocar en la Andalucía Big Band, con los que volveré a verlo dentro de pocos días en el Teatro Lope de Vega. Aquí en Kalishkla toca el teclado y en el concierto de ayer nos dejó grandiosos solos con ritmos impulsados por unos pasajes montunos interpretados de forma feroz. De The Trackers se trajo también Lolo a esta nueva banda al batería, Jimmy González, contrastadísimo todoterreno que ha colaborado con artistas de primera fila, como Kiko Veneno, Julieta Venegas, Luz Casal o Niña Pastori y ha participado en la grabación de casi doscientos discos. Y la sección rítmica la completa con él Santi Camps, bajista increíble, capaz de dar cuatro notas donde los demás solo dan una, como pudimos comprobar en su acompañamiento a No hay un plan; que ha colaborado con Juan Perro, El Lebrijano y alguna de las formaciones recientes de Triana, además de haber trabajado con bandas de rock y de jazz en el circuito de Nueva Orleans en los inicios de la primera década del 2000. Con semejantes mimbres es normal que cuando se unen a hacer música les salga de modo tan ajustado a lo que Lolo canta en Un poco más fácil, una de las canciones que interpretaron anoche… y si pensamos que todo es un poco más fácil, y si existe un nosotros robusto y no frágil…
Pero hasta llegar a esa canción quedaron atrás cuatro anteriores. Comenzaron con Buen vivir, que es precisamente también la primera canción que conocimos de Kalishkla, un single primerizo en el que más se notaron los aires jazzies desde que empezó suave el teclado hasta que entró Lolo cantando lo de soy experto de la vida. Esa canción no figura en ninguno de los dos EPs que tiene la banda, que ahora han unido para lanzarlos en un solo LP físico, como tampoco lo hace Caramelo, la segunda de las canciones de anoche, por lo que supongo que debe ser nueva, como Huelo, interpretada ya en la recta final, porque las dos canciones tienen una estructura similar, comenzando y finalizando con unos sonidos muy floreados de teclado que enseguida nos trajeron el recuerdo de Return To Forever. El resto de las canciones, hasta completar la docena que metieron en la hora y media que duró el concierto, fueron las nueve que hay en los dos EPs mencionados, de las que destacó la que le da título al primero de ellos, No hay un plan, con un espectacular final en el que Lolo se retiró discretamente a un rincón del escenario y le dejó el protagonismo al teclado de Oscar, que enseguida pasó a compartirlo con Jimmy en un maravilloso diálogo con su batería, que entró primero con unos suaves toques de platillos para después inyectarle potencia con el bombo en unos segundos sublimes en los que Santi interpretaba con su bajo las mismas notas que Oscar, creando un efecto sorprendente.
Santi glorificó también el principio de Como el mar con un genial solo, que nos mantuvo con la atención concentrada en sus dedos sobre todas las cuerdas -sí, también pulsaba la primera de ellas- hasta que al cabo del rato los platillos de la batería de Jimmy rompieron el encanto y encadenaron esta pieza a Un poco más fácil, en unos minutos instrumentales que a los que nos juntábamos en la mesita nos llevó a comentar cuánto nos recordaba el preciosismo de la música intimista y elegante que tenía aquella banda de los 80 llamada 21 Japonesas. La balada que siguió, Ese tonto corazón, que arreglaron entre Lolo y Oscar cuando compartieron el confinamiento, adquirió una dimensión enorme en la interpretación de los cuatro juntos, que demostró la compenetración y entrega que tienen entre ellos.
Manchas fue acertadamente descrito por Lolo como su momento happy, dando paso a Lo que puedes aspirar de mí, la canción con la que finalizaron este concierto absolutamente consistente y equilibrado, lleno de acertados detalles que desmarcan a esta banda de la tónica general del jazz. A diferencia del sonido impenetrable del free y el avant-jazz, así como de muchos de los grupos de fusión ya desfasados, la música de Kalishkla fue brillante y enérgica, con muchas influencias latinas y evitando los sonidos más afilados, inspirados en el hard-rock, de los progresivos habituales. Fue la suya una actuación caliente y vibrante, en la que la compleja originalidad de sus composiciones, su forma de desarrollar las armonías y las líneas melódicas de la voz de Lolo, constituían unas cualidades que hacen que vaya a seguirles en todos los demás conciertos que anuncien por las zonas cercanas a nuestra ciudad.
