Lost Satellite. Sala X. 18 de septiembre de 2021
Ayer en la Sala X se estrenaban Lost Satellite en concierto y lo hicieron muy bien. No es que fuese el concierto de nuestras vidas y les quedan cosas por pulir, pero tanto la presencia escénica como la música que interpretan y su forma de hacerlo están bastante por encima de la media de las bandas noveles. Alex Ortiz, el cantante y segundo guitarrista de la banda, nos dijo antes de comenzar la tercera de las canciones que el concierto iba a ser un viaje a través de la gloriosa década de los 90 y fue así en realidad, aunque me resultó muy curioso sin embargo que el inicio del concierto, probablemente sin que la banda lo pretendiese siquiera, dibujase un contexto muy anterior, llevándonos a los cinco años que hubo entre el 69 y el 74. Eso fue debido a que mientras se iban disponiendo los músicos en el escenario, tuvieron el buen gusto de hacer sonar como intro a Serge Gainsbourg en su Valse de Melodie, para seguidamente abrir el concierto con la primera de las canciones que le conocimos, Don’t go away, que si en su versión grabada tenía la sutilidad de los REM más noventeros, en esta interpretación en directo, desprovista de su instrumentación de cello y añadiendo el toque de la guitarra de Enrique Moreno, se acercó mucho más a los pasajes vocales del Starless de King Crimson. Y después siguieron con una versión del No fun de los Stooges, muy bien traída a su terreno, convertida prácticamente en una balada en la que, donde Iggy escupía las palabras, Alex las convierte en un susurro de espumas; donde antes había crudeza ahora había dulzura.
Y entonces fue cuando comenzó el viaje a los 90 con una recreación del Nutshell de Alice in Chains en la que escuchamos el primer gran solo de guitarra de Enrique, que fue prodigándose de forma que cuando pensábamos que habíamos escuchado el mejor solo de la noche todavía se superaba en otro posterior, como ocurrió con el que hizo en el Meatplow de los Stone Temple Pilots y, sobre todo, en el Love sick de Bob Dylan con el que iniciaron los bises, que incluso obligó a toda la gente que llenaba la sala a brindarle una ovación al terminarlo aunque los demás estaban todavía en mitad de la canción. Obviamente no es malo que Enrique se luzca con la guitarra solista en las canciones, todo lo contrario, pero es deseable que eso no suceda solo en las versiones de otras bandas sino también en las canciones propias, algo que seguro que ocurrirá a medida que Lost Satellite vaya construyendo un repertorio amplio, porque ayer interpretaron las ocho canciones que componen su disco Either Way, recién editado y que estaban presentando aquí, pero además tuvieron que ir recorriendo discografía noventera ajena con las versiones ya mencionadas y un par de ellas más, que fueron el Everything zen, de Bush, con la que se despidieron definitivamente, y con el Low light de Pearl Jam, con que terminaron el set antes de volver para los bises, de una forma realmente efectista y espectacular, alargada hasta prácticamente el doble de lo que dura en su forma original, en la que Alex, una vez terminada la parte vocal que hacía Eddie Vedder, presentó a los demás miembros de la banda y se retiró del escenario dejando a los otros tres seguir con unos buenos arreglos instrumentales que segundos después se quedaron sin guitarra al retirarse también Enrique; la sección rítmica se quedó sola, luciéndose, hasta que también se retiró Eduardo Florido con su bajo y se mantuvo hasta el final René Barrientos con un solo de batería que levantó al público de sus sillas.
Pero es en las canciones propias de Lost Satellite donde vimos que hay algo extremadamente especial comparando su sonido con el de la gran mayoría de las nuevas que van surgiendo en nuestra ciudad; su música tiene una hermosa mezcla de peso y emoción, con un trasfondo de oscura belleza, patente sobre todo en The way we feel, la mejor de las que han compuesto desde que comenzó todo el proyecto con I am, o Alex escribiese Endlessly para su hija, no nacida todavía, que ayer estuvieron bellamente arropadas también por las armonías que ejecutaron los cuatro componentes, totalmente cautivados por la música que estaban haciendo, a la vez que extendían su fascinación hacia los que les escuchábamos desde abajo.
Si se lo proponen de verdad, ponen a hervir la inspiración, vibran las ideas y el resultado irradia en canciones como estas que ya tienen, van a convertirse en una banda que, mirando hacia atrás, todos los que le vimos ayer podremos decir yo estuve allí, yo vi a Lost Satellite en la Sala X.
