Mudhoney. CAAC (Alhambra Monkey Day). 17 de septiembre de 2022
Muy divertida la noche que pasamos en el Patio del Padrenuestro del CAAC con el Alhambra Monkey Day. Terminamos riéndonos muchísimo con Los Chicos, igual que habíamos empezado riéndonos también con Tze Tze, aunque por motivos diferentes. También echamos algunas risas durante el buen concierto de La URSS comentando la pinta del batería, tan diferente a la de punkarras de los otros tres de la banda; alguien dijo por allí que el tío igual servía para un bolo de La URSS que para un bolo de los Romeros de la Puebla. Y en medio de todo eso… Mudhoney.
Dieciocho canciones en una hora justita, que se nos hizo demasiado corta. Dieciocho canciones a toda hostia, demostrando lo que Mark Arm me dijo en la entrevista que le hice hace unos días sobre que ellos de grunge, ná de ná; ellos son puro punk. Dieciocho canciones prácticamente enlazadas, entre las que apenas pararon unos segundos antes de interpretar Chardonnay, con Mark paseándose por el escenario buscando a voz en grito su botella de albariño. No me extraña en absoluto que Mark prefiera este gran vino gallego, teniendo en cuenta lo que canta en la canción del otro vino, a la que anteriormente nunca le había prestado atención yo, pero que anoche, gracias al buen sonido que tuvimos siempre le pude escuchar: siempre has sido el niño mimado de la crítica; te odio, chardonnay, vete a la mierda de mi backstage; te odio, chardonnay, eres una farsa, te odio, te odio…
Curiosamente, el concierto también lo comenzaron, de forma diferente a los del resto de la gira nacional que llevaban hechos, con otra canción sobre el vino, Into the drink… niña, retírate de la botella que te vas a convertir en una borrachuza… más o menos. Desde ahí se lanzaron a recorrer toda su discografía con una lista asesina de canciones, algunas de ellas inesperados cortes profundos arrancados de su extenso catálogo, con la que desataron la nostalgia de los espectadores, todos ya talluditos, como evidenció que las canciones más celebradas fuesen Touch me, I’m sick, la que les dio a conocer en 1988 y You got it, de su segundo disco, de un año después. Superaron las expectativas que teníamos sobre ellos con el torbellino salvaje que desencadenaron con sus instrumentos desde ese primer momento hasta que terminaron con In ‘n’ Out of Grace, arrastrándonos a todos con su energía, que algunos canalizaron en dos o tres pogos que, sin ser demasiado salvajes -ya sabéis, todos teníamos ya una edad- sí que me obligaron a avanzar mi posición, refugiándome entre el escenario y su valla de protección para que no se hiciese realidad lo que una vez me dijo un nota en otro pogo que se montó en la Sala X: señor, echése usté p’allá, no vayan a pisarlo los bestias estos… me ven mayor ya, los cabrones…
Sacaron adelante el concierto con una efectividad mayúscula, basada en un rhythm and blues ácido, acelerado hasta límites insospechados, muy bien soportado por su base rítmica: el bajo de Guy Maddison y la batería de Dan Peters, sobre la que Mark lanzaba su voz áspera y aguda, a veces hasta lo hiriente, y Steve Turner sus solos sobrecargados de efectos. Todo mezclado con desvaríos electro-psicodélicos que les acercaban mucho más a las bandas punkies que a las del grunge de Seattle, también ciudad de Mudhoney. No es que llegásemos a ver a la fiera que llevan dentro, como ocurría en los conciertos de las décadas anteriores, pero muchos zarpazos sí que nos dieron.
No faltaron canciones más nuevas, de su último disco hasta ahora, Digital garbage, como el estallido de art-punk que fue Nerve attack, la tercera que tocaron, después de Suck you dry, uno de sus mejores singles, de allá por el 1992 en que daba sus últimos coletazos El Trip de las 5, el programa que hacía yo en Radio Aljarafe, en el que tantas veces ponía a esta banda. De poco antes de esa época es su mejor disco, Every Good Boy Deserves Fudge, del que también rescataron algunas gemas, entre ellas Good enough, que creo recordar que fue la que desató el primer pogo. Tuvimos la suerte de que incluso tocaran una de las canciones que están todavía sin estrenar, de las que saldrán en el disco que me dijo Mark que editarían el próximo mes de abril; así que del pasado remoto de Touch me, I’m sick, pasaron al futuro próximo de Tom Herman’s Hermits, seguramente titulada así en referencia al exguitarrista de Pere Ubu y haciendo un juego de palabras con su nombre y el del famoso grupo beat de Manchester, de los años 60. Fue esta una canción que me recordó gratamente la oscura intensidad del disco de Mudhoney de 1998, Tomorrow Hit Today, del que, ahora que lo pienso, fue del único que no interpretaron ninguna canción anoche.
Mudhoney volvió a subir la velocidad con un emocionante trío de canciones, comenzando con The Farther I Go, seguido de una desquiciada Prosperity Gospel, una de las piezas más polémicas y agudas de Mark en el Digital Garbage; el tema político continuó con la amargamente mordaz Fearless Doctor Killers (FDK) del My Brother the Cow de 1995. Para aliviar los temas de peso de las dos canciones anteriores, siguió el escapista Oh Yeah, con Mark declarando: quiero meterme en el océano y despejar mi mente. La serie final de canciones mostró la furia hardcore de Mark Arm, abandonando su fiel guitarra Gretsch para moverse solo con el micrófono por el escenario, como aprendió de Iggy Pop, Alice Cooper y Jello Biafra. Con ese papel de Mark como líder sin trabas fueron cayendo Next time, Paranoid core y la ya mencionada diatriba contra el Chardonnay.
La recta final la iniciaron con 21st Century Pharisees enlazada prácticamente a One Bad Actor, con las que se metieron profundamente en el territorio de Black Flag, la banda que Mark me confesó en la entrevista que es la que de verdad inventó el grunge, en lugar de Mudhoney. Y terminaron con In ‘n’ Out of Grace, impulsados por la increíble batería de Dan y las líneas de bajo poderosamente sinuosas y melódicas de Guy. Mark recuperó la guitarra para asociarla a la de Steve, aunque sin mucho afán, ya que prefirió seguir dándonos muestras de esa gran voz que heredó de su madre, aspirante a soprano de ópera, que le ha mantenido durante muchos años como uno de los grandes cantantes del rock, poseedor de unas cuerdas vocales que no se han marchitado ni un ápice a pesar de los estragos del tiempo.
Cuando lancen su próximo disco esperemos que monten una nueva gira que otra vez les traiga por aquí; porque sin duda volveremos a disfrutar de otra noche fantástica como la pasada en el Monkey Day.


