Pirámide + DCM + Harry Deeper. Teatro Municipal Pedro Pérez Fernández (Los Palacios y Villafranca). 1 de mayo de 2021
En apenas unos meses y solo con un EP del que se han extraído tres piezas, con sus correspondientes videos bien trabajados y un single de manera singular para una celebración concreta, Pirámide han conseguido tener una de las firmas más distintivas de la música electrónica sevillana. Y ayer iban a validar esa firma con un concierto en el teatro municipal de Los Palacios y Villafranca, de donde son los tres miembros que componen el grupo. Y el proceso de confirmación demostró la validez de su identidad: sus ritmos de grava, la joya de sus tonos en los momentos más fuertes y el arrullo sin palabras de gran parte de su set cuando se imponía la sinuosa lentitud, las plácidas apaciguaciones, sobre las intensas acumulaciones de sonido, nos mostraron lo dinámicos que son y también, por extensión, que además de buenos intérpretes en directo también son buenos productores, confeccionando el material que traían grabado para reproducir aquí.
El concierto comenzó con la pieza que da nombre a su EP y lo cierra, El Canal de los Presos, la menos musical de todas sus composiciones, que se fue fundiendo poco a poco con un ritmo muy parecido al 3 por 4 que a los pocos momentos identificamos como de sevillanas corraleras en cuanto reconocimos lo que comenzó a cantar Claudio, de una forma tan desenfocada como el propio ritmo del que se acompañaba: Mi novio es cartujano, pintor de loza, en una forma en la que si Carlos Saura quisiera volver a rodar su película de Sevillanas de una forma más acorde a los tiempos distópicos que están corriendo, elegiría esta versión de Pirámide en lugar de la de Rocío Jurado que eligió aquella vez. Esta sí es una mezcla radical, expelida al público del teatro a través de un caos tumultuoso que se fue diluyendo en una transición prolongada hasta convertirse en La culpita, la pieza que ilustra el video que YouTube les censuró por mostrar partos naturales de forma explícita.
Rebabas, la pieza con la que continuaron, me era totalmente desconocida, pero tenía un crescendo contundente que hizo que la gente se viniese arriba y convirtiese sus palmas en un instrumento de percusión que casi apaga por momentos los subgraves con que Antonio María y Karvy nos aplastaban desde sus consolas. Ese fue el momento en el que tuvimos el más largo intervalo sin sonido hasta ahora, antes de retomar la marcha con las notas altas que introducen El día que yo me muera. Con ella golpearon el punto dulce de Pirámide, de ritmo muscular y melodía nostálgica. Y después se volvieron más laberínticos; con unos tambores casi de semana santa que dieron inicio a un largo periodo majestuoso. Lo que comenzó a sonar era Islamabad, pero si Los Planetas ya habían construido la canción encima de una de Yung Beef, en una especie de reinterpretación expandida desde el trap, cogiendo bases o samples de otros y creando algo propio a partir de un elemento ajeno, aquí Pirámide todavía la torció más y de forma más abrupta, cambiando las melodías y los colores de tono sobre ritmos cambiantes en una forma que parecía que estaban moviendo las filas de un cubo de Rubik de un lado a otro. Una técnica mantenida todavía más tiempo en el siguiente tema, La línea, casi tétrico por momentos, con atmósferas cartujas; pero no de cartujanos como los de la sevillana del principio, sino como los de los verdaderos monjes cartujos de voto de pobreza extrema. La línea sería la banda sonora ideal para un documental sobre ellos en el ascético monasterio de piedras megalíticas de Sintra. Comparada con esta pieza, la que siguió, A las 20:00, pareció de un estruendo ensordecedor.
El momento cumbre del concierto fue cuando Pirámide echaron un paso atrás para mirar hacia adelante, como decía Morente, que fue quien adaptó unos versos de Lorca para convertirlos en la Ciudad sin sueño que interpretó con Lagartija Nick. Aquí Antonio María, Karvy y Claudio se ayudaron de Anabel de Vico, una gran cantaora local, para pervertir la tradición flamenca más arraigada y a través de la voz de Anabel proyectarla hacia un horizonte insospechado de fusión, de matices y de riqueza. La electrónica puesta al servicio del quejío flamenco con una técnica que de verdad asciende a arte.
El camino hacia el final les quedaba muy cuesta arriba después de esto, pero el trío no se obcecó en mantener el tipo en esa forma, sino que despejó de la ecuación musical la poesía lorquiana y dejó solo los versos terrenales que todo el mundo entiende. Tras unos trozos repetidos a diferentes niveles, que por eso la pieza se llama Fractales, aparecieron en la enorme pantalla que había detrás de ellos unos rostros muy conocidos, los de la Encarna y la Toñi, que presagiaban que se hacía realidad algo que se nos estaba intentando colar en la oreja sin que quisiésemos dejarle pasar del todo; pero, qué cojones, si al fin y al cabo detrás del puente de palmas que sirvió para fundir Fractales con esto, lo que la gente tenía ya era ganas de fiesta. Y le abrimos de par en par la puerta del oído a aquel Bandido de Azúcar Moreno que tan malamente nos representó en Eurovisión hace ya más años de los que puedo recordar. Fue gratificante y envolvente, una nueva forma de escuchar la música de Pirámide que, al igual que hace Daft Punk cada vez que les sale de la polla, demuestra que cualquier canción es infinitamente remezclable.
Allí estábamos todos cómodamente sentados en butacas, pero aquello ya en nuestras cabezas era una rave, así que para despedirse del todo Pirámide nos metieron la copla de Quintero, León y Quiroga dedicada a María de las Mercedes, en una isotopía musical en la que adquirían sentido las sucesivas alteraciones de sonidos de semana santa, de trap, de flamenco, de new beat, de techno…
No quiero terminar la crónica sin mencionar siquiera a Harry Deeper y DCM, que con unos live sets de unos veinte minutos cada uno, antes de que apareciese Pirámide en el escenario, presentaron unos trabajos de los que me pareció más interesante el de DCM, de aires ambient y creo que mucho más experimental que el de Harry, que se manejaba sobre unas bases demasiado repetitivas, aunque con algunos destellos por debajo de ella que me trajeron buenos recuerdos de WhoMadeWho.
