Ángel Stanich + Yorch. CAAC. 8 de agosto de 2019
Rompiendo los cánones de las crónicas de conciertos, hoy voy a comenzar la del de anoche de Ángel Stanich en el CAAC por el final ya que así quizás pueda enganchar a la lectura a todos aquellos que no van a los conciertos debido a sus prejuicios. El final del concierto fue simplemente espectacular, con Ángel surfeando por encima de la gente mientras la banda seguía con las notas instrumentales de Mátame camión, convertida en una andanada de hard rock como difícilmente os podéis imaginar los que la escucháis de mala gana en su versión de estudio. Una canción, esta, que había enlazado con la anterior, Metralleta Joe, a través de un puente de ruido al estilo de Sonic Youth, que a su vez había comenzado cuando Víctor Pescador, el fantástico guitarrista que Ángel tenía a su derecha, endureciese los acordes de la Guild Starfire 1972 con la que un rato antes sustituyó a la Telecaster que mantuvo durante todo el concierto, para ponernos a todos a saltar desde el trampolín que estaba siendo el guiño al Puerta España que habían empezado a interpretar de una forma en la que parecía que Silvio estaba al frente de los Buffalo Springfield en vez de sus Luzbel.
Sí, arbitrarios amigos que os guiais por los convencionalismos musicales, resulta que Ángel Stanich es de los nuestros. Y como tal, antes de empezar el guiño silviano nos había dedicado la canción a todos los que hemos ido a verle alguna vez a los sitios en donde ha estado antes en Sevilla, citándolos uno por uno: el Fun Club, la Sala Malandar, la Sala X, el Interestelar; todos esos lugares a los que nunca habéis ido a verle vosotros, que tanto os gustan Silvio y Triana; un Silvio al que Ángel citó cuando presentaba a su banda diciendo que él siempre suele transfigurarse en un personaje que le gusta y usa como alter ego en sus conciertos y que el de esta noche sevillana era Silvio Fernández Melgarejo, el que tiene una calle en el barrio de Los Remedios, el que era del Sevilla y le hizo una canción al Betis… unos Triana con los que Ángel acabó el concierto, haciendo sonar Una noche de amor desesperada mientras se despedía de todos, que todavía querían más. Y no era ojana lo que Ángel se traía con nosotros, no os equivoquéis; él conoce lo que se hace por aquí y lo siente como propio, y nos lanzaba guiños continuamente, algunos maravillosos, como fue lo de cerrar el set con su canción El cruce, irresistible en sus crescendos, añadiéndole como coda final unas estrofas del Noche de setas de Pony Bravo; aunque seguramente tampoco lo habríais pillado porque estos, aunque sevillanos, son también de esos modernos raros que no os gustan a vosotros.
No hubo ni una pizca de rutina en todo el concierto. Ángel Stanich debe haber cantado Mañana, una de sus mejores canciones, cientos de veces, pero la interpretación delicada y bellamente matizada de anoche, sugería que la había escrito prácticamente ese mismo día. Y así todo el rato, durante un set salpicado de momentos genuinamente especiales, que comenzó lentamente con Un día épico para acelerarse algo más con Le Tour 95, dos canciones de su último disco largo, ese Antigua y Barbuda que editó hace dos años. Sus canciones en directo son vibrantes y superan a sus homólogas de estudio, mucho más turbias, como demuestra también con su interpretación de Mezcalito y la mencionada Mañana, en la que empieza a brillar la guitarra de Victor para no parar hasta deslumbrarnos. Pero este comienzo moderado emerge desde ahí evidenciando la capacidad inigualable de Ángel para organizar un espectáculo. ¿Qué será de mí? suena todavía más explosiva tras la relativa calma del Galicia calidade que la precedió, y en ella la banda, Alex al bajo, Lete a la batería, Jave a los teclados y sobre todo Victor de nuevo con el mejor riff de toda la noche, toca con una intuición telepática y una precisión afilada que les permite estirar los límites de la canción sin caer en la autocomplacencia.
La noche estaba subiendo en intensidad y Ángel, con sus llamativos tirantes rosa, se permitió lanzarnos la broma de decir que aunque el público era muy numeroso seguro que allí no habríamos muchos sevillanos, porque no se veía mucha gomina. Usó un estereotipo y lo hizo en el momento preciso, porque la siguiente canción iba justamente de eso, y era Salvad a las ballenas. Después deconstruyeron el 7 de septiembre de Mecano, volviendo a brillar Victor con un impecable slide guitar, y un brote de desolación y dolor de corazón con Río Lobos, frágil y silenciosa. El momento íntimo se rompió con los sonidos pregrabados que abrieron el Hula hula… ¿quién pidió antes una canción de los Pecos?, preguntaba Ángel por la petición que le hicieron cuando introdujo el tema de Mecano… aquí están los versos háblame de ti, de tu soledad, tan similares a los de la canción del dúo juvenil. Ángel se transfiguró ahora en un Steve Hunter de guitarra acústica para sacarle a esta unos acordes que bien podían ser los iniciales de Sweet Jane para transformarse poco a poco en Señor Tosco, la canción con la que más consiguió hacernos saltar y cantar a todos los espectadores que tan presente tenemos que España es un país en el que con la camiseta ya te dan la pandereta.
El final del set estaba llegando, con un flashback en el que hizo la canción que dio título a su primer disco, Camino ácido, a la que le metió un final instrumental planeador atonal en el que parecía que los músicos golpeaban sus instrumentos más que tocarlos, que se convirtió en El cruce, con los épicos crescendos que comenté al principio y que no dejan de impresionar en comparación con su versión en estudio, y la coda final de Pony Bravo se unió a ella para hacer que esperásemos los bises con mayores ganas todavía. No se hicieron esperar para salir escupiendo fuego con esa canción precisamente, Escupe fuego, con Ángel teniendo que recoger alguna vez la armónica del suelo porque el arnés que la sujetaba no resistía tanta vehemencia. Y después llegó el final que ya os he contado: Carbura! primero y después Metralleta Joe y Mátame camión, con una fusión de ruido que se asemejaba al equivalente musical de una violenta tormenta eléctrica.
Pasadas las doce y media de la noche parecía que hacía una eternidad que habíamos escuchado a Yorch cuando en realidad había abierto la noche apenas tres horas antes con unas canciones que demuestran que la banda suena más y mejor con las canciones ya más rodadas, algunas de tal manera que, como Amores pluscuamperfectos, se están convirtiendo en una verdadera bomba para los conciertos. Menudearon las canciones de su disco Cosas preciosas y relojes económicos, de donde sale la preciosidad clásica de Novioramas, compuesta basándose en un concierto de Nacho Vegas en ese mismo escenario durante un Nocturama, que sirvió a Jorge Naranjo para pasar un verano ennoviado. Incluso nos interpretó, del EP que acaba de grabar, la reescritura que ha hecho de Vals en las ramas, un poema de García Lorca que ya estrenase hace unos meses en el festival Interestelar, pero que anoche tuvo un regusto emocionante que no le llegué a apreciar del todo entonces; probablemente porque el estribillo, tal como Jorge lo entonaba aquí le da a la canción muchísimo cuerpo e identidad. Jorge se va metiendo más y mejor en su papel de crooner desatado y en cuanto lime algunos bordes en los coros y en la artillería pesada que le proporcionan Gonzalo, Jesús y Juanma, los conciertos de Yorch habrá que marcarlos en mayúsculas en nuestras agendas.
Pues sí, os perdisteis una gran noche.
