Riverboy. Sala Malandar. 24 de abril de 2022
Es bastante normal encontrar el éxito a través de mezclar el rock con el country y también de mezclar el rock con la psicodelia, pero lo que ya es más raro es encontrarlo fusionando las tres cosas. Y aquí en Sevilla tenemos una banda que se atreve con ello, y lo hace maravillosamente bien, por lo que tenemos que reivindicarla siempre que podamos. Aunque es la propia banda, que se llama Riverboy, la que deja muy claro cuál es su situación en la música con conciertos tan buenos como el que ofreció el domingo en la sala Malandar. Allí fuimos testigos todos los espectadores que prácticamente llenamos el recinto, de una eclosión iconoclasta de rock clásico americano, a pesar de que el componente country sea cada vez más escaso, y psicodelia británica, con Charly y su banda desechando la fricción entre los dos estilos para exponer un resultado expresivo muy fresco, porque lo que buscó fue la armonía entre ellos, acercándose a la música con una espléndida sensibilidad y un enfoque muy sólido, con el que dio en el clavo desde que comenzaron el concierto con La fuente, una canción que ya nos mostró todos los elementos que luego fueron apareciendo en las demás.
La sucesión de canciones estuvo bastante equilibrada entre las del disco El Olimpo, abierto con La fuente también, y otras nuevas que tuvieron un peso considerable en el concierto. La primera de estas fue El rayo de luna, la que siguió ahora, basada en la leyenda del mismo título que escribió Bécquer sobre un hombre que en la noche de luna llena ve en el bosque a una mujer muy bella y la persigue, pero nunca la alcanza. Charly nos contó que toda su vocación artística y de contador de historias nació cuando leyó ese relato de pequeño. La instrumentación de esta pieza fue más lineal que la anterior, sin que esta palabra sea un calificativo peyorativo sino una manera de decir que no tiene tantos cambios melódicos como la otra; en realidad los colores diferentes a los de la voz de Charly, su guitarra acústica y los demás instrumentos que le acompañan, lo aportan un interludio de veintipocos segundos del teclado de Fran Rosado, repetido en dos ocasiones, y el ligero alabeo del toque de la guitarra de Paco Lamato en el inicio del tema. Con Fénix volvió al disco, con un discurrir más alegre y el primer de los grandísimos y perfectos solos de Paco. Y de nuevo los cambios de estructuras dentro de la misma canción, que las convierte en pequeñas sinfonías psicodélicas.
Sleepy James machacando los platillos de su batería dio paso a otra de las canciones nuevas, Caminante, con unos primeros versos que parecían una variación sobre uno de los más famosos Cantares de Antonio Machado y una melodía con muchos aires de los Moody Blues. También fue novedosa la siguiente, Un puro desierto, compuesta por Charly durante el confinamiento, describiendo con muy buen humor la sensación de ir al supermercado y no encontrarse con nadie: viejos, niños, perros, canis, a todo el mundo echaba de menos… un puro desierto al que antes llamaban ciudad… extraños ruidos para comenzar, acordes a la situación distópica del paisaje de la canción, que cuando se están convirtiendo en una melodía reconocible la rompe Sleepy con un redoble; lamentos de Charly y otra vez al primer plano la guitarra de Paco. De nuevo el teclado protagonista para introducir Por el cañaveral, con la que volvieron al disco; una canción de fácil melodía que incluso invitó a Charly a hacer algunos falsetes con su voz. Con Venus tuvimos el momento onírico de la tarde, efímero, bonito. Las líneas del tiempo también era nueva; con un texto sobre la fugacidad del tiempo y cómo nosotros no somos los mismos de un día para otro, arropado por una música suave en la que volvió a sobresalir la guitarra de Paco.
Fue ese el momento en el que se les unió en el escenario José Vaquerizo, el anterior teclista de la banda, ahora con un flamante proyecto en solitario, para ocupar otro micrófono desde el que acompañar a Charly con su voz. Esta sociedad funcionó muy bien en Delirio, la canción que abrió el nuevo camino de Riverboy con este estilo y letras en castellano, en la que también funcionó mejor otra sociedad, la de la pasión con el nervio, de la que las mejores muestras volvió a darlas Paco Lamato. Con ella comenzó la recta final, compuesta ya solamente por canciones del disco. Nunca fuiste, la que lo cierra, fue la siguiente que interpretaron, con muy buenas armonías vocales, de reminiscencias a las de Cánovas, Rodrigo, Adolfo & Guzmán; quizás por eso me asaltó una extraña asociación de ideas y comenzó a parecerme que en vez de a Riverboy estaba escuchando a Los Estanques. En la yerba fue la canción que puso punto final al set, con los mismos conceptos con los que comenzaron al principio, pero dejando fuera cualquier atisbo de la fragilidad que muestran algunas partes de la lisergia y el hipnotismo de La fuente. Volvieron al escenario para un bis con La juventud después de que Charly presentase a la banda, lo que me va a permitir deciros que el bajista era Ricky Candela, subido todavía en la nube del campeonato de su Betis, lo que no le impidió marcar los ritmos con su pericia habitual.
Este concierto de Riverboy fue el ejemplo más tangible de cómo Charly y los demás son capaces de sentar las bases de un difícil híbrido como este que interpretan, cargado de armonías, sirviendo además para dejar bien asegurada su longevidad, con esas canciones nuevas, al menos durante el tiempo que se mantenga rodando el próximo disco que graben.
