Turmalina. Sala X. 11 de septiembre de 2021
El giro que Turmalina le ha dado a sus canciones se aprecia ya notablemente en las últimas que han ido grabando, pero es que ayer en el concierto de la Sala X todo se magnificó, se multiplicó. La nueva sección rítmica con la que cuenta la banda tiene a Fran Garrido pulsando constantemente las cuerdas de más abajo de su instrumento, como hacen los bajistas de música negra, y a Adri Ramírez golpeando la batería como si quisiera superar alguna frustración rompiendo cosas, por lo que Pablo Donato tiene que convertir su guitarra en una hipérbole eléctrica y Ángeles Jiménez, hidra feroz que siempre crece, aun roto el acero de las cuerdas de su guitarra, mantener por la fuerza su presencia escénica. Ella es la luz y la victoria a la que aludían en la canción con la que comenzaron el concierto, la Victoria que cerraba su primer disco, derretida su dulzura original con ráfagas de fuego. Ella, Ángeles, es la ardiente llama que funde los Glaciares que dan nombre a la canción que ayer escuchamos por primera vez, porque a pesar de ser de las antiguas, nunca entró en ningún disco o concierto, esperando mutar su vulnerabilidad a plenitud cuando pudiese interpretarse como aquí.
Victoria, Las dudas, Leteo, todas ellas canciones de su primer disco, intercalada también Todo o nada, con la que abrían el segundo; la banda mostraba un ritmo en una progresión coordinada y magnética que daba sentido a lo que Ángeles cantaba en esta última pieza mencionada: todo parece estar muy lejos. Porque ahora las escuchamos envueltas en la atmósfera de estos Turmalina Mark III adelantando incluso a las canciones que ya han nacido en esta nueva era, como es el caso de la siguiente, Ser mejor, que sonó a medio camino entre la luz y las sombras, interpretada con la intensidad de un himno de hard rock aunque es una balada dulce y de ritmo lento. Ya se habían calentado por completo ambos lados del escenario, el de arriba y el de abajo, y la conexión entre los dos era profunda.
Después de Glaciares llegó el momento mágico de La Plaza de las Canastas, una recreación especial para el programa de Al Sur Conciertos que dirige Isabel Isachi, a la que nunca podremos agradecerle lo que está haciendo por la música andaluza y que ayer disfrutaba del concierto a mi lado. Ángeles, con la levedad de las notas de su teclado, transformó en bulerías oníricas los versos que Chano Lobato entonaba sobre la guitarra de Paco del Gastor y otros que ellos se han inventado; a medida que se sumaban los demás instrumentos lo hacía también la voz de Memphis Jiménez, que subió al escenario para apoderarse con su profunda voz del final de la versión en un crescendo cortado en seco con gran efecto.
Un nuevo paseo por el primer disco con Catarsis y Santos, la exuberancia del sonido y la concentración de los sentimientos, ser una cosa y ser todas las cosas en tan solo dos canciones, que desembocaron en El golpe que nos quede contagiados de la emoción que rompió a la propia Ángeles al presentarla y cantarla después para sus adentros. Es la última de las canciones lanzadas por Turmalina y realmente, como dice su letra, el golpe es más fuerte que toda tempestad. Es impresionante como ella es capaz con su voz de sopesar la tristeza contra la esperanza, algo que quedó bien patente en la canción Buridán, con la que terminaron el set.
Tres bises luego; en el primero los repiques de batería anunciaron lo que la propia Ángeles dijo antes de que comenzasen a sonar los acordes de guitarras: Vértigo, la primera canción de su primer disco, la génesis, el inicio del proceso de formación de una banda que ha llegado a la madurez de Club social, con la que continuaron, golpeándonos con cada línea suavemente cantada. Y vuelta a las raíces para despedirse definitivamente con El humo y el después y la sensación de desgarro real que Ángeles transmitió en ella. Una perfecta elección para terminar porque, como un resumen sustancial, en ella la banda pasó, como hizo durante todo el concierto, de la seda al esparto, y Ángeles aulló, arrulló y armonizó consigo misma, etérea y poderosa, con los demás apoyando la voz con su música en lugar de eclipsarla. Que nadie les diga que no pueden; Turmalina es una banda especial y ayer todos salimos felices a la calle después de su concierto.
