Sofar Sounds Sevilla (Pableau + Rosse + Zalau). El Hachódromo. 21 de mayo de 2023
Las ediciones del Sofar Sounds Sevilla siempre nos llevan a descubrir lugares nuevos y singulares en los que se celebran sus conciertos. El de ayer era El Hachódromo, en la calle Feria, 165; un lugar al que podemos acudir a lanzar hachas y otros objetos punzantes para desfogar nuestro estrés e inquietudes por un módico precio o a celebrar competiciones entre amigos haciéndonos a la idea de que somos audaces vikingos en batalla o cacería. Luego podemos celebrar la victoria allí mismo porque cuentan con una barra en la que hay una buena y variada selección de cervezas y bebidas… hasta absenta observé que incluía su pizarra. Aunque no sé yo si alcohol y hachas son cosas que no deberían estar demasiado juntas…
Los conciertos fueron también interesantes, como suelen serlo la gran mayoría de los que nos ofrecen los programadores sevillanos de este movimiento global, que ayer hicieron una apuesta arriesgada con Pableau, abriendo la tarde con su propuesta de desigual aceptación entre el público, por lo que pude escuchar en los recesos. Después siguieron Rosse y Zalau, dos compositoras de esas que escriben sobre las cosas que están en el corazón mismo de las cosas y luego nos las presentan, convertidas en armas de agudo filo, como las hachas que vuelan en esta sala, con unas voces extraordinarias, respaldadas por bandas tan minimalistas como las que permite el formato de estos conciertos, pero también muy efectivas.
Pableau es el proyecto de Pablo David, un joven músico franco-gaditano, residente en Sevilla, en el que alterna el dreampop con el rap, géneros a los que les gusta subvertir con ritmos electrónicos derivados del drum&bass y el breakbeat, que ya se está convirtiendo en un nombre conocido desde que publicase hace dos años su primera canción, Lirios, que fue una de las que interpretó aquí. Lo hizo con el apoyo de los músicos locales junto a los que conforma el trío de sus presentaciones habituales: Clara Boixader a los teclados y Daniel Bilbao al bajo y también a la guitarra cuando Pableau la soltó. Antes de la mencionada Lirios, abrieron el set con Une eternité, una de las canciones que ya había adelantado de su próximo disco, el EP titulado Giacometti, que editará el próximo día 7 y presentará un día después en el Fun Club, con un concierto en el que podrá desplegar sus alas de forma mucho más sugestiva que aquí. La canción tiene el título en francés porque Pableau incluye en ella estrofas en ese idioma, en lo que la hoja de promo que recibí hace unos días define como la prueba de que el francés y el castellano combinados forman una mezcla tierna y espumosa. En otras palabras, la unión del roquefort y la baguette con el salmorejo y el aceite de oliva.
Une eternité se abre con un etéreo sonido de su guitarra, al que se une un sincopado ritmo percusivo pregrabado, manteniendo una melodía dulce, que se rompió de forma abrupta dando paso al teclado y a la voz en francés de Pableau, en una maniobra repetida más veces para que la canción se deslizase en nuestros oídos como una sabrosa muestra de urban letárgico. Lirios fue pura melancolía ambiental, una especie de declaración de amor, muy suave. Canciones como esta dejan patente que Pableau se mueve bien entre los sentimientos de soledad y aislamiento, por lo que no resulta extraño que el escultor y pintor suizo Alberto Giacometti sea una de sus figuras célebres de cabecera e inspiración y por eso le haya puesto su apellido a la obra que está apunto de lanzar. La que le da ese título, Giacometti, fue la siguiente canción de esta sesión, para la que abandonó definitivamente la guitarra. Muy en línea con Almíbar, la que siguió, otra de las canciones que formarán parte del futuro disco pero que presentó como single el año pasado, ambas estructuradas con el flujo de un rapero, con asonancias internas, facilonas a veces, pero muy finas en la mayoría de las ocasiones. Cerró con Guiri, otro de sus singles anteriores, de ritmo más marcado y estribillo más agradable y melódico. Su concierto fue una muestra de ethereal wave ajustada, todavía con necesidad de costuras para llegar a elegante, pero según las canciones que ayer le escuchamos, Pableau está en una clara evolución que le hará ganar en atractivo cada vez que lo vayamos escuchando y viendo en directo.
El de Rosse fue el grupo siguiente en ocupar el escenario. Rosa García -su nombre real- comenzó a lanzar su deslumbrante voz de forma calmada, después de apenas una decena de notas del piano de Julia que parecían conformar una marcha fúnebre, en la canción Regresión, que daba título al disco que editó el año pasado, utilizado como catarsis para verbalizar el dolor que llevaba dentro; un terapéutico proceso de regresión para aceptar un trauma. Todo está en silencio, cantaba Rosse de una forma que definía perfectamente cómo la escuchábamos con el alma contrita, aliviada un poco cuando entró el resto de la banda que le acompañaba, José Muñoz a la guitarra acústica y Juan Campaña a la percusión electrónica, para marcar su liberación… mírame aquí ahora, secándome las lágrimas… su interpretación rebosaba sinceridad.
Todos duermen es una canción que todavía no tiene editada y supuso, como ella misma lo definió, un cambio de tercio, para venirse arriba de su nihilismo y dejar de autoescrutarse enviando preguntas serias a un posible vacío. Una canción que sugería profundidades ocultas debajo de superficies pintorescas, con un ritmo de r&b que fue ascendiendo desde su sensual languidez. La última de las canciones que le conocemos es Distal, la siguiente del repertorio de ayer; con la que Rosse demostró ser una cronista experta de su propia interioridad; sin darnos tiempo a recuperarnos empezó a interpretar Todas, con la que ya no solo nos alteró el pulso, sino que nos arañó por debajo de la piel. Impactante en su interpretación, mucho más que en la versión grabada; Rosse nos confesó que suele llorar cuando la hace en directo. Para despedirse volvió de nuevo al disco de sanación, eligiendo la canción Herida, con una letra penetrante y luminosa… siembra libertad, haz que florezcan tus días… con la que volvió a dar muestras de su impresionante naturalidad y carisma.
La música de Rosse está impulsada por una tensión entre esa libertad y la estructura de las canciones, todavía no muy ramificada, pero que al ser tan buenas como las suyas encuentran un tembloroso equilibrio. La destilación perfecta de esa dualidad no permite que apartemos de ellas nuestra atención, como si se tratase de los mitológicos cantos de sirena; y en realidad eso es Rosse, una sirena musical, capaz de respirar tan fácilmente en la superficie como en las profundidades más oscuras del océano. Aunque sea un océano interior. Podréis comprobarlo todos muy pronto si tenéis previsto ir al concierto de Alice Wonder en el PopCAAC el próximo 17 de agosto. Acudid temprano a la cita porque Rosse será quien ponga en marcha la noche.
La de Zalau fue la más ecléctica de las tres propuestas. La cantante también vino con un formato de cuarteto, acompañando su voz con la guitarra de Andrés Hurtado, el cajón y otras percusiones de Tito López y el contrabajo de Carlos Romero, que fue lo que primero escuchamos, antes de que ella, enmascarada, comenzase, más que a cantar, a interpretar con todo su cuerpo una historia en prosa, aunque pura poesía, palabras llamando a otras palabras; un imán verbal para nuestra inmediata atención; un polo de atracción sobre un Cuento narrado con palabras que ardían en su propio fuego… quitarme la máscara, fundirme en tu piel caliente… dirigidas a una también enmascarada Alba López, surgida de entre el público, justo a mi lado, antes de que, ya las dos con el rostro descubierto, esta comenzase a bailar al ritmo del vals en que había trocado el relato.
Entelequia es una canción totalmente diferente, que ya tienen grabada, aunque todavía no ha salido; fue la segunda que interpretó y con ella me recordó a Marisa Monte, no solo por sus aires suavemente tropicales con reconocible groove de soul, sino porque, como ella, Zalau tampoco se limitaba a un solo estilo musical, siguiendo la tradición de Marisa, que nunca dudó en romper las reglas, suave y silenciosamente, cuando creía que se interponían en su camino. Una sensación que se solidificó del todo cuando después fue, en sus propias palabras, un poquito más p’allá y se metió en terrenos cercanos al tango flamenco con una canción de nombre muy apropiado, Aflamencá; con una voz que fue como el viento: suave, apacible y acariciante, pero que a su paso se te mete en todos tus resquicios. De sabor cercana a la segunda de las canciones fue también Quererte, con la que se despidió; aquí su voz plateada y líquida se deslizó y revoloteó, saltando sobre ella presentando a la banda, pidiéndonos que le acompañásemos en el estribillo, con una delicadeza que invitaba a relajarse y disfrutar del paseo. Nos anunció Zalau antes de abandonar el escenario que prontito andarán de gira; si se anuncia alguna de sus fechas cerca de donde estéis, no dejéis pasar la oportunidad de escucharla.
Antes de dar por finalizada la temporada y parar durante el verano, Marcos Donas, cabeza visible de Sofar Sounds Sevilla, pretende organizar una sesión más en el mes de junio, aunque todavía quedan algunos flecos por rematar. Esperemos que todos los problemas se solucionen, porque sería demasiada la espera hasta llegar a octubre.