Sofar Sounds Sevilla (Paraíso Seis + Hell of a Mind + Raquel Lúa). Kleta. 15 de mayo de 2022
El domingo se celebró una nueva edición del Sofar Sounds que, como la vez anterior, tuvo lugar de nuevo a mediodía. Esta vez el lugar elegido, notificado treinta y seis horas antes de su comienzo, fue el local de Kleta, una empresa que opera en Barcelona, Valencia y Sevilla -en la calle Venecia, número 7– que se dedica al alquiler de bicicletas mediante suscripción mensual. Para la ocasión quitaron de en medio todas las bicis, mostradores y mobiliario habitual para dejarnos un local diáfano en el que pudimos acomodarnos perfectamente todos los asistentes delante de un escenario por el que pasaron Paraíso Seis, Javi Patón, que es el alma mater de la banda Hell of a Mind -que te presentamos precisamente en las Disonancias del lunes anterior- y Raquel Lúa, una chica de Barcelona que resultó ser todo un descubrimiento para nosotros.
Ya sabéis cómo funcionan los conciertos del Sofar Sounds, de los que hemos hablado muchas veces y no vamos a redundar ahora demasiado en explicaciones; solamente voy a recordaros que de los artistas que los ofrecen no sabemos los nombres hasta que llegamos al local en el que se va a celebrar la edición correspondiente y que siempre son tres bandas o cantantes, de los que podemos escuchar cuatro o cinco canciones que nos den una idea de su trabajo y nos despierten un interés que nos haga seguirlos después a través de su discografía, redes sociales y conciertos más largos a los que poder asistir, como era el caso de Raquel, que esa misma noche actuaba también en la Asociación Cultural Allegro Ma Non Troppo de la calle Parras, arrastrando hacia allí a varios de los asistentes del Sofar.
Antes que ella pasaron por el escenario los otros participantes, siendo las primeras Memphis Jiménez y Elena Atencia, componentes de Paraíso Seis. Sin mediar palabra siquiera Elena se sentó ante un piano eléctrico y Memphis comenzó a desgranar con una voz muy dulce, de registro tan diferente a la que lanza cuando está al frente de Pinball Wizard, los versos de Luces, la primera de las canciones que les conocimos. Se generó desde ese momento una atmósfera muy intimista, apoyada también por el discreto acompañamiento musical, el mismo que tiene la versión grabada de la canción, separado de piano y voz por su productor, Jesús Chávez, que lanzaba Agua Sancruz desde su mesa de control, junto a suaves efectos de delay y reverb. Toda esa instrumentación adicional desapareció con la canción siguiente, interpretada solamente a piano y voz, que es precisamente la que cerrará el disco que presentaron en su momento con la anterior. Ese disco va a contener cinco canciones, que son las que nos ofrecieron Elena y Memphis aquí, de las que dos de ellas todavía permanecen inéditas aunque nosotros ya hemos tenido el placer de escucharlas en directo. Ajedrez es una balada de muchísimo peso, interpretada de forma más íntima y cruda aún que Luces, que fue tejiendo una fortísima conexión con el público a medida que Memphis la cantaba mientras los acordes sostenidos y los ritmos downtempo del piano de Elena se movían lentamente a su alrededor.
La tremenda versatilidad del dúo quedó patente con la tercera canción, también desconocida hasta ahora porque será su siguiente single, Ioa ioae, de nuevo reforzada por percusiones y ritmos lanzados desde el control. La densidad del comienzo de la canción se fue desvaneciendo poco a poco en una cadencia que fue subiendo hasta que todos nos encontramos repitiendo ese ioa ioaeee con ellas y los cuerpos mostraban signos de que no querían permanecer quietos. La inmaculada voz de Memphis había despegado y ya no había forma de pararla; en Más de 30 y vivo con mis padres y, sobre todo, en Tomando el control, con la que cerraron, ya estaba disparada hasta el punto de que en las frases finales de esta última se le iba el tono hacia los registros vocales que le conocemos de cuando canta piezas de hard rock con Pinball Wizard. Ritmos de mucha clase, ligeros y melódicos, para terminar con ambiente de fiesta y movernos a los asistentes física, además de emocionalmente.
Hell of a Mind es un trío de rock de complejas y diversas raíces, que comenzó como proyecto unipersonal de Javi Patón, compositor de todas las canciones, para mutar posteriormente a banda, aunque aquí fue Javi quien se presentó solo, acompañado por una guitarra acústica que hizo sonar con inusitado gusto en cuatro canciones que nos hicieron viajar por el tiempo. Hold me back fue la primera de ellas, inédita, con la que nos llegó al corazón. La música en vivo habla por sí sola con interpretaciones como esta. Llena de reminiscencias que evocaban a Chris Isaak estuvo después Define your place, el single acústico que su banda había editado esta misma semana, en la que la voz de Javi clavó todos los altos y bajos y su guitarra siempre fue un sueño; una canción que no desentonaría en absoluto en el repertorio de Snow Patrol. Las otras dos canciones eran del disco que Hell of a Mind editó en febrero con el título de Excepcional force, siendo la primera la melancólica The golden fruit, en la que la guitarra sonó como la de Neil Young en Harvest. El tono íntimo y sencillo subió varios enteros con Open mark, la canción del cierre, que constantemente me traía a la mente a Alice in Chains. Espero tener pronto la oportunidad de ver a la banda al completo en algún concierto propio, porque estoy seguro de que reclutaran seguidores de por vida.
La presentación ante nosotros de Raquel Lúa también fue muy minimalista; solamente una guitarra para un pequeño concierto lleno de emoción, en el que se volcó en cuerpo y alma, dejando constancia de su virtuosismo como cantante y como músico. Todo parecía extraído de un melodrama: cada nota entonada iba llena de emoción y pasión en estado puro, cautivándonos con mucha sencillez, pero a la vez con mucho dramatismo. Los sonidos también iban en esa línea, mezclando ternura y oscuridad a partes iguales. Y toda esta intensidad salía de ella de la forma más orgánica y genuina posible. Mezcló canciones del disco que editó hace unas semanas y del que lanzó en 2018, Piel y Ruegos y demás, respectivamente. El primero de ellos se abre con Ser, igual que su concierto de hoy, canción a la que siguió la que da título al segundo de los mencionados.
Yo no soy de nadie, yo no tengo suelo, yo voy por el aire y no tengo dinero… con solo esas palabras con las que comienza Ser nos dejó enmudecidos y empezamos a sentir como su voz nos traspasaba el alma. Ruegos y demás fue otra joya incluso más brillante; en ella Raquel modulaba la voz, cambiaba el timbre, el registro, con una técnica y un arte al alcance de pocas cantantes. Presencia, sin artificios; su voz llenaba todo el espacio de la sala.
Nos dijo que no lleva bien el tema de la muerte y que la siguiente canción, también de su reciente disco, era una aceptación de ella, una despedida de la vida. Pero una despedida alegre, para la que nos pidió que todos la acompañásemos, cantando soniquetes diferentes si estábamos a un lado del pasillo central o al otro. Curiosamente tal batiburrillo sonó decentemente. Vida, muerte, suerte se llama la canción, y al igual que en el disco vino seguida de Veo veo, esta sobre el insomnio, otro de los demonios interiores de Raquel, aunque a este le saca provecho porque cuando no puede dormir hace canciones tan bellas como esta, que habla de las zonas oscuras que todos tenemos dentro y afectan a nuestra salud mental… dónde queda mi norte, si mi resorte saltó en la orilla de los pesares más hondos… con un ritmo, así como de bolero, que se convirtió después en otro, así como de habanera esta vez, en la última de las canciones, Mise en abyme. Este título en francés alude a la expresión con la que nos referimos a la situación que se crea con las imágenes que se proyectan cuando se pone un espejo frente a otro. Raquel la usa para referirse al querer, de forma que cuando quieres a alguien te ves en otra persona, que a su vez se ve en ti y se van generando capas. Es una encantadora reflexión sobre el amor en la que la forma de cantar de ella fue una deliciosa combinación entre Carlos Cano, Silvia Pérez Cruz e incluso Antonio Molina en la forma de rematar algunas frases, entretejiendo melodías y ritmos con una facilidad mágica.
Ha sido esta edición del Sofar Sounds una de las más minimalistas que recuerdo, aunque eso no le ha restado ni un ápice de interés ni de intensidad artística, resultando tan redonda y plena de variedad como suelen ser todas ellas. Para el próximo mes de junio, antes de despedir la temporada durante los meses de verano, nos prometen algo grande; contamos los treinta días que faltan con ansias de que no se nos hagan excesivamente largos.
