Sofar Sounds Sevilla (Praça Onze + Nobutthefrog + Alborea). Lady Drama. 22 de enero de 2023
La gente del Sofar Sounds Sevilla es tan radical que no cumple ni siquiera sus propias normas. La base de este movimiento musical global es que los conciertos tengan lugar en sitios muy locos y nunca en bares ni en lugares en los que se suele hacer música en directo. Pues bien, el sitio donde se celebró anoche la edición de este mes fue un bar en el que se hace música habitualmente, el Lady Drama. De todas formas no deja de tener sentido que se hiciese allí porque ese bar comparte el espíritu del Sofar Sounds y organiza conciertos de manera muy parecida, jugándosela con bandas que están empezando su camino, que tienen canciones propias en lugar de versiones, y además tienen siempre también muy buena música puesta cuando no se escucha en vivo. Los tres grupos que daban forma al cartel de ayer, cuyos nombres conocimos al llegar, eran Praça Onze, Nobutthefrog y Alborea.
En cuanto se acomodaron en el pequeño escenario los tres músicos de Praça Onze, lo primero que me llamó la atención fue la cara conocida de uno de ellos, que había estado en la edición anterior, la que se celebró en la Sala Puerto. Se trataba de Chiqui García que, junto a otros dos compañeros suyos del grupo Masharabiya, estuvo acompañando a la cantante francesa Lehna. Esta vez encabezaba o, al menos, era portavoz, del trío que formaba junto a Francesco Manna, italiano, residente en Sevilla desde hace veinte años, que tocaba la flauta travesera, y Ulises Flavio Dos Santos, aka Lilly Pitta, brasileño, que hacía sonar unas percusiones muy variadas y de gran gusto. Chiqui tenía entra sus manos una guitarra clásica. El nombre del conjunto que forman es el de una de las más famosas plazas de Río de Janeiro, enclave del nacimiento de la samba, lo que ya nos daba una buena pista de cómo iba a ser la música que interpretasen: piezas de cámara de autores brasileños de cálidos ritmos populares como la samba, el frevo, o el choro, que fue con el que comenzaron, porque de la mano de la flauta fueron sacando adelante una versión instrumental de Doce de Coco mucho más dulce y suave que la original de Jacob do Bandolim. La palabra choro se puede traducir como llanto y sí, una sucesión de acordes lentos y melodiosos como los que salían de los instrumentos de este trío, podía hacerte llorar de emoción. La música conmovedora del principio se convirtió en marchosa con Lamento do morro, de Garoto, mucho más cercana a la samba, sobre todo con el ritmo percusivo mantenido por Lilly, pero que resultó una delicia lírica igualmente emocionante con la flauta y la guitarra.
Todavía tuvo un ritmo más acelerado la versión que hicieron del Di menor de Guinga, una pieza que ya se ha convertido en un clásico y tiene una melodía como de si Gershwin hubiese nacido en Río de Janeiro. Y se despidieron con una pieza todavía más conocida por la audiencia, que rondaba la cincuentena de espectadores, que fue Aquelas coisas todas, de Toninho Orta, usada desde hace muchísimo tiempo como sintonía del programa Cuando los elefantes sueñan con la música, de Radio 3. En ella siguieron con el ritmo acelerado, aunque suavizado en algunos pasajes en los que perdía el impulso de la percusión, que luego se tornó en protagonista con Lilly, golpeando, sacudiendo, arañando, hasta llegar a las últimas notas. Belleza y seducción en una exhibición magistral de las fortalezas y la maleabilidad del ritmo. Fue simplemente un regalo de alegría y unión de tres músicos que se elevaron a gran altura con un propósito claro: derramar sobre nosotros un sonido radiante y una luz capaz de bloquear la oscuridad y el frío de una noche como la de ayer.
Tras ellos, Anka Slavik y René Huber, la pareja alemana que interpreta su música bajo el nombre de Nobutthefrog -podría traducirse como solo la rana-, resultaron toda una agradabilísima sorpresa. Los dos cantaban y formaban un buen dúo debido a la diferencia de sus timbres; aunque la voz de ella era muy superior a la de él, por lo que tomaba el protagonismo absoluto casi siempre, y se acompañaban respectivamente por un violín y una guitarra acústica, que fue de donde salieron las primeras notas que les escuchamos, antes de que los dos juntos comenzasen a entonar los primeros versos de Back home, una de las dos canciones que extrajeron de su disco Rhythm Of Your Soul, editado hace poco más de un año. Sus canciones tenían el regusto clásico del folk pop y resultaron cautivadoras. La otra fue Don’t stop loving the world y en medio interpretaron Anchored, en la que Anka hizo el mejor uso del violín, levantándonos la alegría de vivir y la melancolía que afirma la vida a la vez. Al estar ella inmersa en las cuerdas de su instrumento para llegarnos directamente al corazón fue René quien tomó la voz cantante para asociarse los dos en la parte final en una dinámica de voces, violín y guitarra que va a permanecer en mi oído durante mucho tiempo.
Nobutthefrog se pasan la mitad del año viajando a través de Europa en una caravana, por lo que han tocado ya en los Sofar Sounds de prácticamente todas las ciudades en los que se celebran -no debería decirlo porque los conciertos son secretos, ya sabéis, pero los que estéis cerca de Cádiz deberíais apuntaros al Sofar del próximo domingo allí, por si acaso- y eso hace que se enamoren a veces de algunos de los lugares por los que pasan. Así les ocurrió en Altea, la bonita población alicantina en la que no hay nada de los ruidos y la sobredosis lumínica de las grandes ciudades –vosotros vivís en Sevilla, sabéis de lo que hablo, me pareció entender que nos decía Anka cuando la presentaba- y sí el silencio y la atmósfera descansada de la orilla del mar, no del océano, como ella dijo en ese momento y luego también en la letra de la canción, de las que entendía algo porque las cantaban en inglés, no en alemán. Altea fue una canción relajada, interpretada de una manera muy dulce y vulnerable que evidenciaba la química palpable entre dos personas que emprenden juntas un viaje por el mundo, sin destino concreto, sin límites de tiempo, una especie de viaje de autodescubrimiento, del que ahora le estaban contando impresiones a un grupo de amigos. Es curioso como puede sonar tan positiva una música tan frágil; era el ritmo del alma en su momento más íntimo. Para la última canción, Run cheetah, Anka cambió el violín por la guitarra de René y él cogió una armónica, para seguir con sus mensajes sobre una vida feliz, algo que unió a todas sus canciones, el impulso incontenible de libertad, de autorrealización, pero no en un sentido esotérico, sino siguiendo los deseos de tu corazón. Y cuando el corazón está feliz todo lo demás es secundario.
La noche terminó flamenca, por farrucas, soleares y bulerías. Vinieron de la mano de Alborea, un quinteto formado por Martín de Marchena a la guitarra, Santiago Alonso al bajo, Charly Delgado a la viola, Tito López al cajón y el platillo y Belén de los Reyes, con una voz que no necesitaba llegar a grandes alturas porque estaba sobrada de duende. Comenzaron con Hermanita, una farruca introducida por la viola de manera poco canónica, para que Belén entonase el tran-tran-tran-tran-treiro, ahora sí, como mandan los cánones de este palo y mantuviese el cante de forma austera y contenida, en clara contraposición a como la veíamos mientras lo hacía, increíblemente expresiva en sus gestos y exclamaciones entre estrofas. Hay que reconocerles además que, al contrario que la mayoría de los grandes maestros del flamenco, que cantan versos que vienen desde la noche de los tiempos, entonados por decenas de otros cantaores anteriores, Alborea canta textos propios, que además tienen gran profundidad, como la Soleá negra que hicieron a continuación. Palmas y viola de nuevo, asociados en los primeros sones –toma castañaaaa– para que llegasen los rasgueos de guitarra y el quejío jondo de Belén, que la hizo con el temple que la soleá debe tener, sobre todo cuando está hecha de poesía negra, como en este caso.
Si la soleá era una composición de Martín, las bulerías que siguieron lo eran de Tito, y les puso de nombre el de la calle en la que vivía cuando le llegó la inspiración, Mercurio. Un elegante fraseo de guitarra, acompañado momentos después por la viola, fue esta vez la larga introducción al cante, que ella hizo deliciosamente emotivo, para dispararse al final, con su voz en duelo con la percusión. El fin de fiesta fue también por bulerías, pero estas más tradicionales, solo guitarra y cajón, dos palmeros y ella cantando un popurrí de Lole y Manuel que empezó con estrofas de Con hojas de menta, para seguir con una de Bulerías de la luna, otra de Tu mirá, de Todo es de color, de Cabalgando van los gitanos y de Oliendo a yerbabuena, para terminar arrancándose a bailar.
Y así nos fuimos de vuelta casa, después de una sesión marcadamente ecléctica que comenzó en Río, siguió en Nuremberg y terminó en Triana. Si todo sale como los organizadores del Sofar Sounds Sevilla esperan, el mes próximo darán un giro inesperado y nos depararán una gran y agradable sorpresa. Que no puedo desvelar… ya sabéis, política empresarial de esta gente, que pone unas normas que ni ellos mismos acatan.
