Manuel Barragán se define a sí mismo como un millennial tardío y miembro primerizo de la generación Z, sin embargo sus inquietudes musicales parecen más influidas por lo que sonaba cuando eran los millennials primerizos los que llegaban al mundo, a juzgar por lo que escuchamos en el disco que editó cuando 2020 daba ya sus últimos coletazos. Un disco, lanzado con el nombre de Crisisgrado, con ocho canciones que transmiten un aire melancólico y apático fruto de los tiempos que vivimos, de sentimientos depresivos, que Manuel ha procurado revertir, convirtiendo el confinamiento sin fin en el sinfinamiento que da título a la canción que abre su obra, con la que ha confeccionado un vídeo ayudado por Javier Zurita, aka Shootinflames, estudiante de cine y batería de Deadwulfs, que lo ha grabado y editado; una película de escasas pretensiones pero muchos aciertos a la hora de reflejar cómo nos hemos estado acercando a la cultura en general y a la música en particular, sin olvidarnos del lúdico alcohol, mientras nos rodeaban cuatro paredes durante tantas semanas.
Sinfinamiento es la primera de las ocho canciones que componen este disco de Crisisgrado, repleto de guitarras melódicas y atmosféricas, cajas de ritmos que rezuman new wave antigua y sintetizadores de ciencia ficción ochentera. Pero no os toméis esto como una apreciación peyorativa, porque todo unido da lugar a una estética decadente en la que el post punk, el techno, el indie, incluso el ambient, se unen para hacer realidad una de las tres doctrinas del arte, la que decía que este provenía de elevar a ideales las circunstancias adversas de la vida. Y las canciones de Crisisgrado son así, de las que se componen cuando se tiene el alma de resaca, como Manuel canta en Contacto humano.
Es curioso cómo a veces la música depresiva es la que mejor te hace sentir y en este disco de Crisisgrado tenemos una buena muestra con la recreación que Manuel hace del I don’t wanna be me de Type O Negative, convirtiéndola en Ya no quiero ser yo de una forma más radical de la que luego transforma el Somebody that I used to know de Gotye en Una extraña a quien solía conocer. Esas son las dos únicas versiones de este disco, en el que pasan como complemento perfecto de la otra media docena, salidas completamente de las ganas de recuperar el tiempo perdido que tiene Manuel, impregnadas de esa pátina de autenticidad del estilo del (vamos a llamarlo) New Boring, y unos rastros de música dance, con esa cosa de bailar y no bailar, que tan buenos resultados le da a grupos como Four Tet y Caribou. Un concepto elegante que logra la abstracción y la inquietud del buen art pop, que une múltiples sonidos e ideas en detrimento de la forma o el enfoque. Manuel ha descubierto como permanecer voraz sonoramente mientras sigue dando a sus oyentes un punto de apoyo sólido, sin instalarse nunca en un lugar demasiado servil o prolongado para parecer un mero imitador.
En el disco hay una canción, la tercera, cuyo nombre está escrito con caracteres cirílicos, algo que unido a la estética rusa que mantienen el concepto y el nombre de este Crisisgrado me lleva a preguntarle a Manuel el porqué de estas influencias, más acusadas que las habituales anglosajonas y españolas que muestran normalmente los músicos: «El fetiche por lo ruso empieza en mi adolescencia atraído por el comunismo/anarquismo y todo lo que conlleva. Afortunadamente, superé esa etapa, pero descubrí cosas de la cultura rusa que me gustan, como la música folk, el post punk, la estética industrial y decadente de la Unión Soviética y la actual Rusia y el idioma, que empecé a estudiarlo en bachillerato para escribir cosas que solo yo pudiera entender, y hasta alguna vez hice chuletas en ruso. Aunque no estudio ruso habitualmente, tengo épocas en las que me pongo y avanzo bastante. No tengo un nivel medio siquiera, más bien básico, pero la escritura cirílica la puedo leer perfectamente, aunque no entienda el setenta por ciento de la frase. La canción девушка (dievushka), que significa muchacha, dice básicamente: muchacha muy bonita, yo no te quiero mucho, muchacha muy bonita, yo te quiero bien. La canto yo en ruso, pero no es muy complicada, como puedes ver».
Manuel nació hace 25 años en Pilas y trabaja como ingeniero en una consultoría sevillana. Y es un multiinstrumentista versátil: «Me considero principalmente guitarrista, pero toco el teclado y el bajo. También tengo varios instrumentos de folk, como whistles y liras irlandesas. Escucho de todo, música folk, electrónica, clásica, rock, metal, hip hop, blues, jazz…». De todo ello nos deja constancia en el disco, un proyecto absolutamente unipersonal, del que le pido que me dé más detalles. «El disco de Crisisgrado está enteramente grabado, tocado, producido y mezclado por mí en mi casa de Pilas. Concretamente, el disco tiene guitarras, bajo, sintetizadores, voces y cajas de ritmos. Fui comprándome equipo de producción cuando empecé a trabajar y tengo un estudio casero montado para disfrute personal, aunque no tengo intención de dedicarme a ello profesionalmente».
Siendo Manuel Barragán una persona con este nivel de conocimientos, técnica e interpretación, me parece raro que no hayamos oído hablar de él mucho antes de ahora… ¿dónde ha andado metido? «Empiezo en la música apuntándome a clases de guitarra flamenca en la escuela de música de Pilas, ya que en ese momento, y creo que todavía, no había clases de guitarra eléctrica, que era lo que yo quería para tocar rock. Ya tenía una guitarra eléctrica de principiante que me había comprado, pero me tuve que comprar una flamenca para las clases. Al principio iba un poco mosqueado, pero poco a poco me empezó a gustar el flamenco y aún sigo tocándolo. Tuve un grupo de flamenquito llamado Alborea en el que toqué el bajo, y tengo que decir, por cierto, que con este tipo de música es muchísimo más fácil ganar dinero de la música». ¿Por qué no me extraña? «Paralelamente, me fui haciendo amigo de gente de Pilas que también estaba interesada en la música alternativa, con los cuales aún sigo tocando. Mi primer grupo más en serio fue uno de versiones llamado Nave 8, que se convirtió después en Deadwulfs, grupo de rock alternativo en el cual sigo tocando el bajo, ya que era imposible encontrar bajista y decidí comprarme uno. Otro grupo que fue muy importante para mí fue Rise of the Kraken, banda de death metal que formé con un chaval de Pilas y otros dos de Sevilla, en el que tocaba la guitarra. Actualmente, el grupo está disuelto, pero sigo haciendo rap con ese chaval de Pilas con el nombre de Snvff Tape. Por otra parte, empecé a hacer música épica bajo el nombre de Captain Pvmpking, pero ese proyecto derivó en un proyecto de música electrónica llamado PVMPK, el cual sigue en activo, aunque es secundario. Finalmente, aparte de Deadwulfs, toco el bajo y compongo las orquestaciones de un grupo de metal sinfónico llamado Kaelis, que se inició antes que Crisisgrado y que es mi proyecto más profesional hasta el momento». Vamos, que si no le hemos conocido antes no es porque no hayamos tenido ocasiones.
En su respuesta aparece varias veces el nombre de Pilas, una villa del Ajarafe, y aunque de la parte de esta comarca más cercana a la ciudad conocemos a un sinfín de bandas de pop y rock y prácticamente de allí saliese el núcleo de la oleada indie local de los 90, de la parte más profunda no tenemos noticia de más grupos que Amphetamine Discharge, que son de Bollullos… ¿hay vida más allá de los jevis y rocieros? Le pido a Manuel que me ilumine. «En Pilas, al menos, actualmente no hay ambiente musical alternativo. Hay músicos muy buenos, pero la mayoría tiene su vida musical en Sevilla, ya que en Pilas es difícil encontrar gente con intereses similares. Incluso Deadwulfs, que somos los tres de Pilas, nos movemos más por Sevilla. Lo que sí hay, como dices, es un ambiente de música más folclórica por la devoción de los pileños a la Virgen del Rocío que, aunque lo respeto, no es mi caso. Amphetamine Discharge diría que es el grupo alternativo más importante de esta zona. No conozco otros grupos aparte de Deadwulfs, aunque estoy seguro que los hay en el underground».
Pues esperemos que vayan saliendo de ese subterráneo y se muevan a través de todas las esquinas del espectro de audio de forma parecida a como lo hace Crisisgrado, que filtra los placeres y las ansiedades de la vida doméstica a través del prisma de los ritmos directos de sus canciones. Ahora mismo no podemos dejarnos morder por la Vampiresa de la noche, ni asistir a La fiesta de los feos, no ya porque solo pueda realizarse con media docena de invitados sino porque a ella solo podrán entrar los que tengan menos de 1.000 seguidores en Instagram, y nosotros, los disonantes, ya tenemos 1.230 de ellos.