Hubo, estoy seguro, muchas bocas abiertas y cejas fruncidas cuando tras los primeros juegos de palabras sobre las despreocupadas notas de Una famiglia reale que penetraron el espacio aéreo oficial adelantando la obra de Sr. Chinarro que ahora tengo en mis altavoces, Antonio Luque pareció insinuar que se metía en un charco tan real como la familia sobre la que daba la sensación de que cantaba. En realidad, sin embargo, nadie debería haberse sorprendido; en el reinante clima tan de revoltillo en lo social, político y también musical, un espíritu tan determinado como el de Antonio no iba a dejar de mirar con recelo el desprecio a la verdad, la manipulación, el culto al engaño ramplón. Y eso que ha visto, naturalmente, es lo que ha reflejado en este disco, El bando bueno, en el que se alinean los que, según le he leído por ahí, no somos tontos del todo.
Sobre el papel podría sostenerse razonablemente que la idea de que un tipo adusto, no tan huraño como parece, aunque con su mijita de malage y misoginia; sarcástico sin tiempo para bromas y mucha mordacidad en las letras, heredero de Mark E. Smith, iba a sacar un prospecto informando de lo mal que está la cosa e increpándonos para que nos cuestionemos las normas que nos aprietan, muy poco atractivo, sin embargo el disco está muy bien. Las melodías son tan gloriosas como siempre; Antonio está en una triunfante buena forma para las letras y la (especie de) instrumentación pastoral nunca está tan demasiado establecida como para convertirse en un fin en sí misma. Solo los verdaderamente maniáticos o faltos de sentido del humor podrían encontrarle alguna falta a este nuevo disco de Sr. Chinarro.
A lo mejor hay quien necesite algunas explicaciones más en las letras para saber de qué va cada canción, para estar seguro de si dice sé mi princesa Leticia o semiprincesa Letizia, algo que parece que ya le ha pasado, pero tener que explicar las canciones es como describir caricaturas sin verlas y Antonio, felizmente, no las clarifica demasiado. La cosa está, por supuesto, en que cuando uno se compra un disco de Sr. Chinarro, también se está haciendo miembro de una de las más extensas familias del pop español y, por consiguiente, está incluido en todos los peculiares rituales y chistes que esto implica.
Las canciones, como ya he dicho antes, bien. Hay diez de ellas, todas improbablemente grandes; una incluso superior, Escorpio, que posee todos los significados tradicionales de la autenticidad de las raíces del pop contemporáneo, y que yo, tanto por la descripción que Antonio hace de sí mismo, como por la musicalidad que mantiene, hubiese colocado como apertura del disco. La sinopsis de su carrera en una canción. Buen movimiento.
Las guitarras que muchas veces están tan indolentemente tocadas en otros discos, en este salen mucho más a la superficie, sirviendo para reafirmar que para él nunca ha sido un estado de ánimo la Depresión, como en la canción de ese título, o para apoyar al viperino Aplauso. Música real (y Real), tan florida en acordes como la letra es florida en versos; y música real aunque no salga de instrumentos reales como en Telaraña, donde partes de la guitarra solista, el bajo y la batería se sustituyen por un sintetizador y sirve de fondo a una de las mejores letras de Antonio: las mentiras con las que se cierran tratos son las bases de la civilización. Nos dejamos atrapar por la tela de araña de las historias falsas que nos cuentan, nos canta Antonio, preso en el derrotismo existencial.
E incluso le intuimos contradicciones de esas que todos asumimos como inevitables cuando llegamos a ciertas edades cuando en La Odisea dice que su patria no puede ser el ayer, que aún tiene abierto algún frente, y en Arlequín dice que su futuro es gris. Antonio también se hace mayor; pero la menopausia creativa nunca nos había parecido tan divertida.
