- Con pocas horas transcurridas todavía desde que terminó el Alhambra Monkey Week y la memoria aún fresca, hemos confeccionado un relato coral sobre todo lo que aconteció en él
Veintidós horas repartidas en tres tardes y noches. Escaleras para arriba y para abajo, paseos sin fin y pocos sitios donde sentarme un rato para descansar mi maltrecha rodilla. Muchos artistas en mi haber y todavía muchos más en mi debe. Pero echo de menos ese ajetreo y se me va a hacer larga la espera para volver de nuevo al Alhambra Monkey Week, cuando comience su edición del 2023.
Y el caso es que además de las horas que eché en las instalaciones del Cartuja Center CITE, en las mañanas siguientes a los días del festival tuve que echar varias más en mi casa escribiendo, editando y publicando en el periódico las crónicas de los días anteriores. Por eso mi mente mostraba signos de saturación del Monkey y se me hacía muy cuesta arriba también tener que repetir muchas de las cosas que ya he escrito y he preferido pedirle sus impresiones a alguna gente con la que me fui encontrando en charlas y conciertos para construir con ellas un texto que nos proporcione una buena idea de lo que ha sido el festival.
Todos los consultados comparten mi opinión de que el Monkey es un festival atractivo y divertidísimo, en el que siempre terminamos cansadísimos, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Álvaro Izquierdo, al que todos conoceréis como el cantante de los míticos Helio hace bastantes años y de Izquierdo y los Acoples en la actualidad, dice que su idea es un acierto; es un festival único en su estilo en España, del que debería aprender mucha gente. Por sus propias características tiene la amenaza de que puede morir de éxito; aunque hasta el momento ha sido capaz de adaptarse a las exigencias que le ha ido planteando su propio crecimiento, desde su cambio de sede de El Puerto a Sevilla y la adaptación posterior de abandonar la Alameda y las distintas salas para venir al Cartuja Center, que creo que ha sido un gran acierto también.

Es curioso cómo la celebración del festival en el Cartuja Center parecía que no iba a gustarle a la mayor parte del público, acostumbrado a moverse por las calles del entorno de la Alameda con otro aire diferente al de tener que hacerlo por espacios interiores en su mayoría; sin embargo, las opiniones que llegan hasta mí son diferentes. Violeta Hernández, una de las principales agitadoras culturales de nuestra ciudad, desde su cargo de codirectora de LaSUITE que, entre otras cosas, organiza el festival Nocturama, cree que la de este año ha sido una edición muy buena. Se consolida el formato Cartuja Center porque, aunque el público está concentrado, la diversidad de espacios hace que no se pierda la diversión de ir de un lado a otro. Prevalece el ambiente festivo y es muy atractiva la combinación underground del Monkey de siempre con el espacio tan cuidado del Cartuja Center. Un espacio que a Yorch, alma mater de la banda que lleva su nombre artístico, le parece un sitio perfecto para celebrar el Monkey, porque nos permite estar concentrados y hay salas como el escenario SGAE o el propio Auditorio, que tienen una calidad de luces y sonido muy difícil de encontrar en otros espacios. Otra razón de peso para que la experiencia sea positiva la apunta Javier Gómez, asiduo de las salas y festivales, y también implicado en la organización del SubeRock extremeño: Al no ser un sitio de paso, creo que se consigue que el público asistente esté verdaderamente interesado en lo que se ofrece aquí, añadiendo después que no es la Alameda y sus garitos, pero me gusta el lugar, con todos los escenarios a mano, accesos, servicios… en ello incide Leonardo Sardiña, guionista, director y presentador en Canal Sur TV, especialmente ligado a la información cultural en programas como Al Sur o Encuentros: Un lugar como el Cartuja Center, con varios escenarios que pueden simultanearse, propicia que se concentren sin dispersarse las emociones; también es importante su fácil acceso y aparcamiento. Y por supuesto, una constelación impresionante, ecléctica, mestiza y juguetona de estilos y tendencias musicales que atraen a todo tipo de tribus de fans. El Monkey ha vuelto a cumplir con las expectativas que se tienen sobre este festival ya plenamente consolidado entre las grandes citas para los amantes de la música, las bandas y los promotores. A ello contribuyen una organización bien engrasada y una gran promoción en los medios. Aunque Rafa Lamet, otro de los personajes que vemos habitualmente por las salas y festivales sevillanos, que comparte su pasión por la música con la que tiene por el fútbol, como lo atestigua el libro que ha escrito sobre él, pleno de sentido del humor, llamado Amigos de Colusso vs, Amigos de Kukleta, echa de menos los paseítos por la noche hasta las salas de la calle José Díaz, que te revitalizaba un poco después de la reventaera de todo el día callejeando por los mismos sitios.
Otro personaje bien conocido de Canal Sur TV por los amantes de la música es Isachi -contracción de su nombre, Isabel, y el apelativo con que la conocen sus compañeros, Chiqui-, directora del programa Al Sur Conciertos, que se une a los elogios: Una vez más, toda la ingente maquinaria de producción de este festival ha vuelto a asombrarme. Prácticamente todos los conciertos y las actividades paralelas se han desarrollado según lo previsto. Felicidades a todo el personal involucrado. El servicio de limpieza y el personal de seguridad han sido formidables, profesionales y amables en todo momento. El Monkey Week es para mí un lugar de reencuentro y de contacto personal, algo que lo convierte en una experiencia mucho más emocionante, sobre todo después de la pandemia y de los tiempos de confinamiento. Es el festival de la alegría. Como la otra feria de Sevilla. Y todavía va más allá Yorch: Igual que el Festival de Cine Europeo de Sevilla pone a la ciudad en la vanguardia del cine, el Monkey la coloca un paso por delante con respecto a muchas capitales en el descubrimiento de nuevas tendencias musicales. Y pone el corolario lisonjero Marta Losada, que no tiene trabajos ni cargos relacionados con la escena musical sevillana, pero es de las que la apoyan como debe hacerse, gastándose la pasta en conciertos y discos: Son muchas emociones, complicadas de explicar con palabras. Me he reído, me he emocionado, he bailado hasta reventarme y todo ha sido genial.
Más adelante hablaremos de la música, que es lo que realmente proporciona esas emociones a las que se refiere Marta, pero el Monkey Week tiene también otro componente que le hace ser algo más que un festival, para acercarse a lo que muchos denominan como feria de muestras musical. Yorch lo tiene muy claro: En mi caso hay una cosa fundamental, que es el networking y todo el apartado PRO que se genera en el Espacio Santa Clara. Es un lugar donde se establecen importantes conexiones y que, a mi parecer, resulta utilísimo a artistas y profesionales de la industria para entender cómo funciona el mercado y poder dar a conocer su trabajo. Álvaro comparte su opinión, pero considera que se ha deteriorado esta función. Habría que volver a que el Espacio Santa Clara y el Monkey PRO se convirtiesen en un encuentro real entre promotores, discográficas, managers, grupos; porque en el PRO el año pasado ya me encontré perdido y este ni te cuento. Ha tendido el Monkey a convertirse en algo de la industria para la propia industria, sin lo más importante de la industria, que a mi modesto entender son los grupos; es decir, yo volvería al modelo con un escenario en el que los grupos pudieran ofrecerse y tocasen en directo, con una presencia además de las propias instituciones mostrando sus circuitos; unos foros más críticos y menos técnicos sobre lo que tienen que ser, por ejemplo, los circuitos provinciales y los conceptos de las instituciones sobre el apoyo a las bandas en directo.
Cuando ahora tratemos sobre los artistas y bandas participantes en el festival observaréis hasta qué punto es verdad el aserto de esa ilustre pensadora contemporánea que es Miley Cyrus, acerca de que tener una opinión consiste en tener tu propio gusto. Aunque en lo que todo el mundo está de acuerdo es en que no suele defraudar a las y a los que tanto disfrutamos con descubrir nuevas bandas, como asegura Isachi; por cuestiones profesionales es un evento que no puedo saltarme y personalmente es un placer marcar en rojo las fechas de su celebración en el calendario. Y la primera de esas fechas fue la del jueves 24 de noviembre, en que se abrió el espacio escénico principal, el del Auditorio, y recibió en su escenario a María de la Flor y las cuatro chicas que le acompañaron, violonchelo, viola y dos violines, para dar un concierto que sirvió, en realidad, para que el festival se desperezase poco a poco mientras la gente estaba más interesada en saludar a viejos conocidos y echar las primeras cervezas, que fue a lo que me apunté yo mismo después de cinco o seis suaves canciones, en la que unió las tradiciones populares y orales con versos propios, que cantaba con una voz deliciosa, pero sin la intensidad suficiente para mantener una total atención. Lo mejor del Monkey es encontrarte con la gente que te encuentras cada año, según Marta. El hecho de que todo el mundo va con un buen rollo especial y hablas con mil personas a las que no conoces de nada, quizá solo por varios minutos y parece que ya son tus colegas. Hacer pandilla e ir cambiando de escenarios con El Llamador del Monkey, donde llevas señalado lo que quieres ver, pero siempre al final te han faltado cosas y no recuerdas muy bien qué estabas haciendo en ese momento, y por qué te saltaste ese concierto u otro; correr de un escenario a otro porque vas tarde, encontrarte a los artistas que te gustan entre el público y poder hablar con ellos, pasar a cada rato por Discos Bora Bora y ponerte a bichear para, al final, comprarte algo, dejar los discos allí y que Gonzalo te los guarde. Disfrutar, al fin y al cabo. Javier va en esa línea también: Hemos recuperado el ambiente, las ganas de farra, el buen rollo. Y como siempre me quedo con la buena compañía, los ratitos de charla, la gente que saludas, por supuesto los nuevos descubrimientos, que siempre los hay, y para eso está el Monkey Week.

Más tarde, con toda la gente ya entrada en calor, con ganas de empezar a disfrutar de los conciertos y favorecido porque este primer día no había nada en los demás escenarios, en este del Auditorio Alhambra se registró la mayor entrada de todo el festival, para asistir al emocionante concierto de Rocío Márquez y Bronquio. Uno de los que terminó con el corazón estremecido fue Leonardo: Me gustó especialmente el arranque con ellos; esa forma de Rocío de entrar reptando y cantando no tiene precio. Fue genial la puesta en escena del que sin duda es uno de los discos del año, ese electrizante Tercer cielo. Yorch lo define como un espectáculo alucinante y para Isachi también fue uno de los conciertos más potentes de esta edición; aunque Álvaro encontró puntos oscuros: Ha habido una sección flamenca muy reciente después de la Bienal que en algunos casos ha hecho que se haya repetido cartel. Creo que ha aportado un grano de arena diferente al perfil del Monkey, pero que difumina la idea central del festival. Otro de los conciertos de esa sección flamenca que menciona, una vez que pasaron sin gran alboroto las dos chicas de Ganges, fue el de Los Voluble, que usaron el flamenco como camino para la experimentación y el activismo, entusiasmando a todo el público asistente. Todavía hubo varias muestras más de esos híbridos del flamenco en las dos jornadas siguientes, que se desarrollaron, ya sí, en los ocho escenarios repartidos por el Cartuja Center, que albergaron casi una cincuentena de conciertos cada día.
Cuando llegué el viernes, a eso de las siete de la tarde, me fui directamente al edificio al que se entraba por la puerta 2, para subir por primera vez las escaleras que tanto me hicieron sufrir, aunque a Violeta le agradasen mucho: De espacios, me quedo con el Parkineo y los pasillos y escaleras del edificio 2, que eran clubbing total. Allí había dos escenarios, el de la AIE y el de la SGAE, en los que vi, respectivamente a B1n0 y a Amaia Miranda, los primeros, un dúo con set electrónico y batería sintetizada, con una propuesta musical muy buena, llena de sonidos ondulantes a base de experimentos con sintetizadores y beats pregrabados que, al contrario de otra muchísima gente, no sacan de las bibliotecas de otros productores, sino que los fabrican ellos mismos con su timbre distintivo. La segunda, una chica a solas con su guitarra acústica, que hizo sonar de forma maravillosa y delicada, destacando al principio, con una larga parte instrumental en la que había unido y puesto al día todas las cadenas de melodías que le fueron surgiendo durante el confinamiento, para perder algo más de interés cuando se puso también a cantar, con el hándicap de una voz afectada por un catarro, que le hacía perder mucho brillo. Cuando intenté volver al escenario AIE para ver a Chaqueta de Chándal me resultó imposible acceder porque su aforo era de solo cien espectadores y, aunque todavía no habían empezado siquiera, ya estaba cerrada la puerta de la sala y fuera había tanta o más gente que dentro. Esta situación, repetida más veces, como el día siguiente con Dani Llamas, abrió una discusión sobre la asignación de espacios, que no fue la idónea, según Álvaro: Creo que el escenario central del festival, el del Auditorio, está muy desaprovechado, debería haber más conciertos en ese espacio y gestionar mejor los otros escenarios porque, por ejemplo, para una banda de la talla de Chaqueta de Chándal, un espacio en el que caben cien personas es un error. De su misma opinión es Javier: No entiendo el criterio de asignación de escenarios, con bandas a las que el principal les viene grande y otras actuaciones en salas con aforo muy escaso para el interés que despiertan en el público. Creo que la organización conoce a priori el interés del público por unos artistas u otros, y deberían solucionarlo, aunque supongo que habrá otros intereses que influyan. Y así es. Ignoro cuáles serán esos intereses, aunque no tienen por qué ser espurios ni caprichosos; ciñéndonos a las dos bandas citadas, Chaqueta y Dani, al ser artistas seleccionados del circuito AIEnRUTa-Artists, era preceptivo que actuasen en el escenario de AIE. Aunque Javier apunta también una posible solución: En otras ediciones los grupos tocaban más de una vez en diferentes escenarios, así te podías organizar mejor tu ruta y se evitaban problemas de aforo.

Sobre los escenarios y el sonido las opiniones también han sido de toda índole, aunque han predominado las favorables. A Marta le han entusiasmado el escenario del Parkineo y la sala de baile; mini tesoros donde la fiesta estaba asegurada. Eran un placer. Yorch también era partidario del subterráneo: me ha encantado el set Parkineo, es decir, los conciertos en el parking. Escuchar garaje en un garaje es una experiencia casi mística. De hecho, fue en el parking donde disfrutamos de una de las bandas que más nos han gustado este año, Los Yolos. Para Isachi el escenario Plaza, en el exterior del recinto y de carácter gratuito, ha vuelto a ser otro de los puntos calientes de este festival, algo siempre de agradecer ya que favorece su apertura a la ciudad y a todo tipo de públicos. Creo que estaría bien plantearse algo similar en los barrios. El club de baile y el escenario ubicado en el aparcamiento han sido dos novedades de esta edición que me han parecido todo un hallazgo. Ambos espacios propiciaban salirse del guion sin miedo a represalias. Javier da una de cal: La incorporación del escenario del parking, encerraba el puro espíritu festivo del Monkey; pero la rebaja con un puñado de arena: Fue bastante lamentable el sonido en ese escenario. Creo que esas bandas más jóvenes que actúan ahí se merecen mejor trato. Me dio la sensación de que los técnicos de allí pasaban un poco de los muchachos, aunque esas bandas suplen todas las carencias propias, por lo verdes que están algunas, y ajenas, por el mal sonido, con la energía y entusiasmo que derrochan. Álvaro también tiene algunas quejas en esa misma línea: El espacio es muy adecuado, pero se ha de ser más riguroso con la calidad sonora; este año no he visto ni un solo concierto, de un estilo u otro, que no estuviese pasado de reverb, lo cual entorpece mucho la escucha normal de los grupos. E incluso apunta algunas de las posibles causas: Hay un exceso de bandas que, lejos de aumentar la oferta y darle un plus al festival, lo merma porque no hay técnico que aguante ese desfile continuo de seis, siete, ocho bandas sonorizadas una tras otra, sin apenas paro y cambios rápidos de backline, lo que provoca que se complique la posibilidad de que el Monkey sea un sitio en el que el público y los grupos puedan conectar. Desde el punto de vista técnico es imposible; habría que tener una mejor coordinación en la regiduría para que hubiese más orden en cada uno de los escenarios. Creo que hay muy buena creatividad, pero el propio concepto de intentar ser un espacio en el que se muestren los nuevos grupos, no está beneficiando a las bandas que participan en él tanto como sí beneficia a la propia marca del Monkey.

B1n0 y Amaia son dos muestras clarísimas de lo que te encuentras en el Monkey habitualmente, de lo que habla Isachi: La diversidad de estilos y géneros que ofrece esta cita musical también es otro aliciente, así como la variedad de propuestas venidas de otros países. Toda una sorpresa han sido la formación belga Avalanche Kaito y los mexicanos ACTY, a los que Rafa les ha encontrado similitudes con My Bloody Valentine. Marta también valora altamente descubrir grupos y ver algunos que ya conocía, pero nunca había visto en directo, como From, que son brutales. Álvaro destaca cómo le dejaron muy sorprendido grupos como los nativos mejicanos de Los Cogelones y los chicos de Morreo, que me parecieron tremendamente frescos en su propuesta. Los primeros, aunque a Rafa no le dijesen demasiado, han sido una de las mayores sorpresas del festival; para Yorch, Los Cogelones son unos hermanos mejicanos, puro Monkey Week; y habla de descubrimientos como Verde Prato, artista que silenció al público del escenario AIE durante todo el bolo en un concierto sobrecogedor; o Teo Planell, demostrando un talento valiente y tierno en cada nota, cada gesto. Lo que sí falta es que toquemos nosotros, pero ya estoy mirando la manera de chantajear a Tali y a su equipo para conseguirlo. Esta misma mañana he visto unos jamones con brilli brilli que valen por un par de conciertos, como mínimo. Al menos tuvo la oportunidad de echarse un cantecito en el pequeño escenario preparado por Mondo Sonoro que, al igual que el de SGAE Sessions, sirvió para ver de manera muy familiar a algunos de los artistas, tanto del cartel como de fuera de él y que Marta supo aprovechar también de otra forma: Fue genial la siesta que nos pegamos Rafa, Yorch y yo en el chill out de Mondo Sonoro, entre la batalla de bandas y el concierto de O’Cristo; de tres y media a cinco estuvo el edificio completamente vacío y allí nos echamos a dormir. Rafa insistió en O’Cristo, porque mi hermano ha producido su disco y lo vimos en el escenario Cristal, con el atardecer dando al Pabellón del Futuro, al río y a toda aquella zona. Y la verdad es que la música que hace, un poco entre Kiko Veneno y Sen Senra, nos hizo pasar un momentito muy agradable. Carlos Sánchez de la Heras, que desde su cargo en la Junta en los años 90 puso en marcha la programación del Teatro Central y, entre otras cosas posteriores, fue factor importante en el despliegue del flamenco por todo el ancho mundo y formó parte de la organización del festival Territorios, también define muy bien la programación del festival: Lo primero que quiero valorar sobre estos dos últimos Monkey Week de Cartuja Center es que se ha fortalecido la presencia gancho de artistas de gran nivel, para atraer a mayor público, como contrapunto necesario a su principal valor como feria de la industria musical que nos permite disfrutar, explorar y descubrir, a través de numerosos showcases, muy variadas propuestas artísticas emergentes difíciles de ver en directo en Sevilla, aunque muchas de ellas tengan ya multitud de seguidores por internet. Propuestas que él aprovechó al máximo: La mayoría de los grupos y artistas rayaron a un interesante nivel en los 38 conciertos que he podido ver de los 89 que se han programado este año; eso sin contar los cuatro colectivos de DJs del Club de Baile que no pisé a propósito porque si entro no salgo de allí.

El número de conciertos a los que Carlos asistió no estuvo nada mal, y en realidad creo que debe estar muy cercano al récord de los que pueden verse sin morir en el intento; ya lo cuenta Isachi: Tener la oportunidad de disfrutar de hasta 80 conciertos en tres días es algo tan inaudito como apabullante, pero compruebo con satisfacción y asombro cómo cada año los monos que allí nos concitamos somos capaces de desarrollar la omnipresencia, cualidad que vas mejorando en cada edición de esta cita musical. ¿Cómo se consigue? Porque hay conciertos en los que tú estás realmente presente de principio a fin. Otros a los que llegas; tarde, pero llegas. Y otros, los más, en los que te es imposible asistir, pero te lo cuentan. Siempre hay alguien en el Monkey que te cuenta lo que te has perdido y eso es otra forma de vivirlo, otra forma de apuntar el nombre de esas bandas emergentes a la que hay que seguir la pista. Especialmente, en mi caso, las bandas andaluzas, que han sido un buen puñado. En este sentido, me ha parecido interesante la iniciativa de la Diputación de Cádiz de apoyar la participación de artistas de la provincia gaditana como Dani Llamas, Carmen Xía, Detergente Líquido -por cierto, las tres formaciones han pasado por su programa de Al Sur Conciertos- y otros como Fullero, Ghouljaboy y O’Cristo, que han formado parte de la programación del circuito de showcases. Lo malo de esto es que, como nos cuenta Violeta, te pierdes muchas cosas que suceden a la vez, y a veces, muchas veces, no llegas a los conciertos que pensabas porque por el camino suceden mil historias; pero es parte del encanto y seña de identidad de este festival. De conciertos, consciente de que me he perdido muchos, me quedo con Perrate y Alavedra. Que precisamente son los dos siguientes en los que yo estuve.

Perrate no fundió el flamenco con la electrónica ni con el rock, como los demás artistas que crearon híbridos partiendo des este género, sino con la música que existía en España cuando todavía no había flamenco: las chaconas, folías, jácaras, cantes antiguos al ritmo del 3×4, junto a interpretaciones profundas de tonás, seguidillas del Alosno, seguiriyas; tradición y vanguardia, ya fuese con el acompañamiento de una excelsa guitarra flamenca como con la de unos músicos con percusiones, teclados, bajo eléctrico, que adaptaban su estructura y planteamiento a las necesidades del maestro. Javier está muy a favor de la apuesta por seguir explorando en las fusiones del flamenco con otras músicas, y Leonardo también estuvo allí, para exclamar, aludiendo al nombre del disco que se presentaba, Tres Golpes… y que fueran más, ¡Tomás de Perrate!. Como me declaro perratista, disfrutar de él una vez más este año -en la reciente Bienal de flamenco ha tenido actuaciones casi en media docena de espectáculos- ha sido como ver glorificado al utrerano, que está en un momento gozoso de extrema libertad creativa uniendo su voz a músicas de toda índole. Su experimentación a partir de las músicas de nuestro Barroco es atrayente y sincera, y engancha en ese ir y venir adelante y atrás continúo del flamenco de hoy.

Leonardo también nos acompañó en la cita con Alavedra. Por supuesto que sumergirse en el subterráneo parking para sentir los golpes físicos de los rabiosos fans de la banda catalana Alavedra te acelera el pulso y te devuelve a esos años jóvenes donde se salta y salta y se ríe y se comulga con tus colegas en un frenético cantar y danzar. Ya los vimos en el Teatro Alameda en Monkeys pasados y no han perdido descaro. Un descaro que les sirvió para desafiar a la organización diciéndole a sus seguidores que moviesen las vallas de protección hacia adelante para estar mucho más cerca de ellos. La gente les hizo caso y yo, que estaba en primera fila, me vi de pronto relegado a la quinta e inmerso en un salvaje pogo del que tuve que retirarme lo más de prisa que pude. Lijaron las paredes del parking con su punk corrosivo, llegando a extremos de compartir voces con las chicas que subieron al escenario cuando Dani, el cantante y bajista que terminó navegando sobre las cabezas de la audiencia, dijo algo así como que afinar es de cobardes, el que se sepa esta canción que suba. Puro espíritu Monkey, que también enamoró a Carlos: Hicieron lo que les correspondía, incendiar la noche en el peor lugar para liarla, un parking con difícil evacuación, aunque la gente enfervorizada no pasó de hacer un pogo brutal y dar botes casi hasta llegar al bajo techo del garaje. Antes de bajar aquí, todavía tuvo oportunidad de degustar otro de los sabores desconocidos del festival: Los suecos The Boo Boo Bama Orchestra nos pusieron al público de la Plaza en órbita a una hora en la que ya empezaba a hacer fresquito. Un show divertido y de gran nivel, sobre todo del guitarrista, que entusiasmó a monetes y a quién se quiso pasar sin entrada por allí.

Carlos conoce bien las claves del Monkey Week: Lógicamente artistas como Rocío Márquez con Bronquio, Perrate, Kiko Veneno, Cristian de Moret, Carlangas o Doctor Explosión no juegan en la misma liga que los demás y por tanto no entraré a valorarlos aquí, con lo que me ahorro muchos adjetivos elogiosos que así podré utilizar con los menos conocidos, y algunas críticas que siempre son desagradables de exponer en público. Críticas esas que sé perfectamente que irían referidas al concierto de Kiko Veneno y Vera Fauna, porque yo las comparto con él. La recreación que hicieron del disco Échate un cantecito con motivo de su treinta cumpleaños fue, sobre todo, aburrida. Lo tenían todo a su favor para haber construido algo tan imperecedero como el propio disco: era el concierto estrella, marcado en prácticamente todas las agendas de los asistentes al Monkey; un público entregado, dos meses de preparación y muchísima ilusión por parte de los músicos, a los que hay que reconocerles también una habilidad instrumental de gran nivel, pero no lograron momentos excitantes que les sacasen de una espesa grisura, que solamente se disipó un poco cuando interpretaron Lobo López. Mi opinión la suaviza un poco Leonardo: Es un año especial para Kiko Veneno, aniversario de Échate un cantecito, que fue adornado y endulzado por Vera Fauna en el escenario grande el viernes. Lleno total por ver al maestro, y aunque la cosa quedó en mucho almíbar el sonido era muy, muy grato. Y Marta también disfrutó a tope con ese concierto, aunque fuese por lo que ocurrió después: Fue genial acabar el concierto de Kiko Veneno y que en el baño de chicas se crease un mini concierto que duró como 20 minutos, con todas cantando y bailando En un mercedes blanco, Echo de menos, Volando voy; una pequeña juerga flamenca que acabó con unas treinta chicas en el baño cantando Despechá, no sé por qué. La verdad es que me hubiese gustado estar allí mejor que en el parking, donde vi sin excesivo interés el concierto de Lunavieja, que hacían un stoner doom a años luz de Pylar, por citar un nombre que nos es muy cercano.

Esta noche cerró el escenario principal Carlangas, con una propuesta musical que, aunque a Marta le gustó mucho –lo dio todo, me dijo- yo creo que tampoco resiste comparaciones con gente como Antón Reixa o Ciudad Jardín, que ya hacían esto hace cuarenta años y mucho mejor. La banda que le acompañó, sin embargo, al día siguiente dejó un buen recuerdo en Carlos: Mundo Prestigio, que también acompañaron la noche anterior a Carlangas, me sorprendieron con un exquisito set pleno de sampledelia al modo The Avalanches. De haber recordado que se había cambiado la hora de The Lizards en el escenario Plaza, mi elección, en vez de la de Carlangas, hubiese sido esta, y además me fastidió perdérmelo porque según Rafa su música fue super cañera, un puñetazo en el estómago, me fliparon y me parecieron lo mejor de ese día. Todavía me hubiese dado tiempo de ver algo de ellos, pero terminé la jornada en el parking con Mediapunta, que me hicieron pensar que Diego Ibáñez, el cantante de Carolina Durante, debió haberse fumado algo nocivo cuando dijo de ellos que son el mejor grupo aparecido en los últimos años.
El sábado me recibieron en el escenario Plaza los sonidos de rock de acento sureño de los mallorquines Bad Shades. Su propuesta, en línea de unos Green on Red, me resultaba atractiva, pero tenía mucha curiosidad por ver cómo era la de Verde Prato y, antes de que acabasen, me fui al escenario AIE. Bajo ese nombre se oculta Ana Arsuaga, una cantante, que con el respaldo de unos sonidos pregrabados y los que ella sacaba en directo de vez en cuando de su teclado, potenciaba la sensualidad de su físico para crear un punto focal muy difícil de abandonar, que a la vez sirviese como péndulo hipnótico que te atrapaba en unas canciones interpretadas en vasco, que de otra forma no tuviesen tanto interés; aunque resultó muy curioso como podía convertir en música del bar de Twin Peeks, junto a sus canciones propias, algunos himnos del rock radical vasco. Carlos también estaba allí. Pura exquisitez y elegancia en la voz, y en el saber estar a solas con su maquinaria; lanzando al público una mirada penetrante que te hipnotiza. Sus temas son adorables, y las versiones de Herzainak y Kortatu, auténticas joyas. Un gran contraste con su concierto fue el de Los Cogelones en la Plaza, con el marcado exotismo de unos músicos, nativos de Ciudad Neza que, con sus ropajes y plumas de guerreros indios, fusionaban la filosofía de sus orígenes y raíces étnicas con el rock, usando instrumentos propios de él junto a otros prehispánicos. Era interesante mantenerse ante ellos, pero un rato después subiría al escenario AIE la banda de Dani Llamas y no queríamos que nos ocurriese como con Chaqueta de Chándal, así que allí estuvimos, esperando a pie firme un buen rato, mientras hacían la pequeña prueba de sonido. Con Dani los fandangos sonaban al country rock de los Byrds, las cantiñas al slowcore de Low, las bamberas al fuzz de Jack White y todos estábamos estremecidos con su magnetismo. Marta confiesa que se pasó el concierto con todos los pelos de punta. A Carlos también le pareció muy convincente y comprometido en un ejercicio muy arriesgado de fusión, cantando en español y con una potente superbanda, a lo que no nos tenía acostumbrados. Leonardo estaba feliz con Dani Llamas: Es que no puedo negar que soy muy fan de lo que se hace por aquí en estos momentos con salino sabor sureño, como lo suyo y también lo de Carmen Xia o Cristian de Moret.

Precisamente este último nos esperaba ya en el Auditorio con otra mezcla del flamenco diferente pero tan falta de convencionalismo como la anterior. Cristian se desprendió de cualquier prejuicio purista y se convirtió tanto en un guitar killer del rock, como en un intimista intérprete de piano para acompañarse a sí mismo en unos jondos cantes de trilla, o el director de un combo de funk o de cumbia, según lo necesitase el momento. Cuando terminó este concierto tomé otra mala decisión y, tras un merecido avituallamiento, volví al escenario principal para aburrirme con Arde, mientras en los dos escenarios de la segunda planta estaban actuando, sin pisarse apenas entre ellas, tres bandas cuyos nombres ya han sido destacados anteriormente en este texto por sus buenos conciertos: Mundo Prestigio, ACTY y, sobre todo, From, que para Rafa dieron el concierto del festival, con un rollo a lo Décima Victima, Joy Division, y un cantante que se sacaba las canciones desde dentro. Eran muy jóvenes, tímidos, retraídos, pero tocando, el batería era la hostia; con movidas rollo free jazz en las que el bajo le acompañaba de vez en cuando, algo mucho mejor que llevar cajas de ritmo como las bandas habituales. En realidad no aguanté hasta el final el manido folk psicodélico de Arde y fui a buscar prados más verdes, pero en vez de tomar escaleras arriba las tomé hacia abajo, para encontrarme en el parking con el blandipunk de Samuraï, una banda jovencísima, capitaneada por una entusiasta Aroa Lorente, que cantaba delante de un batería estruendoso, una bajista más pequeña que el instrumento que tocaba y un guitarrista del que fue imposible escuchar apenas nada, aunque ponía muchísimo empeño en las contorsiones y poses efectistas. Samuraï es un ejemplo perfecto de la proliferación de chicas en el elenco del festival de este año, algo que Isachi también recalca: Quiero destacar la elevada presencia de mujeres artistas en esta edición, con proyectos variopintos, todos muy interesantes y con protagonismo en los distintos escenarios.

A ella también le pareció que uno de los mejores conciertos fue el de Doctor Explosión, poco después, en el Auditorio. Fueron unos locos apoteósicos, que nos volaron la cabeza con ráfagas de disparos en forma de diecisiete canciones escupidas a velocidad de metralleta que nos dejaron para el arrastre. Álvaro dice que se queda con la frescura y el gran colofón que fue para el Monkey, un festival que acaba cansando a todos los que lo vivimos, el concierto de Doctor Explosión, para mí lo mejor, aunque en una sala excesivamente grande para el formato participativo que ellos tienen; pero sin lugar a dudas, algo muy destacable. Tal fue el impacto de la explosión, digna de su nombre que, aunque no os lo creáis, no consigo recordar qué coño estuve haciendo durante la más de media hora transcurrida entre su término y el comienzo de los Sensible Soccers, con los que me volví a aburrir, una vez pasado el interés, genuino pero corto, de sus primeras piezas, todas instrumentales, salidas de tres sets de consolas electrónicas y una sección rítmica de bajo y percusiones. Sé que no llegué a ver a La Trinidad ni a Conferência Inferno, que eran dos bandas que me interesaban y se solapaban, ni tampoco a Enamorados, que a Carlos le parece que hicieron un concierto enérgico y contundente, que me recordaba a los Buzzcocks, y comunicaron con el personal desde el minuto cero, para callar a los que dicen que el rock está muerto. Con él me reuní poco después en el escenario AIE, en el que no nos enganchamos en ningún momento a Caballo Negro Azabache que, además de que el lema de que sus canciones van sobre la alegría triste o son para celebrar la tristeza alegre, nos recuerda demasiado a I Am Dive y su música de baile para gente triste, también su interpretación nos los presentó como unos Psychedelic Furs de Hacendado, por lo que nos cambiamos al escenario de al lado, el de la SGAE, para el último concierto al que asistimos, que resultó un gran descubrimiento para ambos, Plastic Mermaids, banda a la que Carlos define como compleja y efectiva, mucho más allá del dream pop anunciado, y un verdadero placer para terminar con buen sabor de boca mi Monkey Week del 2022. Y yo no puedo estar más de acuerdo con él porque sus canciones me parecieron divertidas y ambiciosas; iban desde el pop animado y el psycho hasta el indie folk y el electro, cobrando intensidad a medida que avanzaba el concierto. Así terminamos nosotros, aunque en el escenario Altafonte de la primera planta todavía quedase gente con ganas de fiesta, como Marta, que andaría ya tan deslumbrada en el maratón de diversion que, por lo que nos dice, no veía demasiado claro por dónde andaba: El fiestón de Parquesvr y la que liaron en el escenario Cristal, fue bestial. Lo corrobora Rafa, diciendo que el concierto fue divertidísimo, liaron un pitote brutal; la gente volaba, hacía surf sobre las cabezas, y se montó un pogo peligrosísimo, porque alguien se dedicó a tirar agua al suelo y aquello resbalaba que no veas, cayendo la peña al suelo cada dos por tres; eran como Rage Against the Machine, pero con letras cachondas.

En el festival del año próximo, para el que ya estamos contando los días, esperemos que se subsanen algunas cosas que en esta edición han dejado mucho que desear, a las que también se han referido la mayoría de mis interlocutores. Álvaro toma la palabra para señalarlos: Un fallo importante es el de que no haya unas zonas más amplias de descanso y de avituallamiento; porque un solo chiringuito propio y otro ajeno enfrente del recinto me parecen muy pocos para dar de comer a 3.500 personas. Marta opina lo mismo, aunque al menos se congratula de que haya cerveza sin gluten en todas las barras y los precios estupendos. Sin embargo, la comida le ha parecido cara y no muy buena. Solo hay un puesto de hamburguesas bastante regulero que, además de tener muchas colas, cerraba pronto. No había opciones para comer. Eso tienen que mirarlo para otro año. Yorch y Javier también han echado en falta una mejor oferta gastronómica; vamos a tener que tirar de bocata casero, apunta el segundo, que incide también en la falta de lugares donde descansar un rato. Que algunos ya vamos teniendo una edad. Carlos se suma a esta queja: La única pega que ruego a la organización que atienda es que, mientras que el evento continue en Cartuja Center, que habilite más espacios de descanso y asiento, porque los existentes son claramente insuficientes, y lógicamente no está permitido sentarse en escaleras ni en el suelo al ser lugares de tránsito. Algo de lo que puedo dar fe porque a mí me echaron varias veces de las escaleras de emergencia del Auditorio, donde me sentaba un rato buscando algún respiro. Leonardo también tiene otra sugerencia, que quizás se podría estudiar: El ambiente ha ido creciendo conforme las jornadas y las horas avanzaban, lo normal. Quizá habría que empezar un poco antes, a las ocho, con las bandas más teloneras, para que el in crescendo no te lleve a tan larga madrugada; aunque comprendo que el punto after es bueno que lo tenga una cita grande como esta, a la que acuden chimpancés, gorilas y macacos de todas las latitudes.
Las últimas palabras se las cedo a Javier, porque se refiere a algo de lo que no hemos llegado a hablar antes: Me parece muy bien seguir contando con Radio3. Su Batalla de bandas, las actuaciones sorpresa, dan lugar a un buen rollo mañanero cerveza en mano. Y ya que menciona la Batalla, diremos que en ella venció Kora, aunque en realidad es un dato que a nadie le importa lo más mínimo.

Fotos: Carlos Sánchez de las Heras, excepto la de cabecera (Rocío Márquez) y la del Espacio Santa Clara, que son de Javier Rosa