DUÄL. Sala X. 23 de mayo de 2021
Golpes secos de batería de Pepe Benitez muy seguidos, uno, dos, diez, veinte, treinta, cuarenta y comenzó a sonar la guitarra de Miguelo Delgado. Por encima de sus notas los golpes acústicos de batería se fueron acompasando con otros similares pero electrónicos. Pepe se había vuelto en su banqueta y ahora estaba enfrentado a Carlos Moreno, cada uno ante un set de instrumentos electrónicos, dejando a Ernesto Mesa casi olvidado en la esquina derecha, sin apenas percibirse su bajo. Después de dos minutos comenzó a levantarse una melodía que me era ajena, que no está en el disco que DUÄL presentaba hoy aquí, en la Sala X.
Con esta pieza, que se llama Paraisos, comenzó un concierto en el que escuchamos música de muchos géneros diferentes, estirados, contraídos, explorados hasta salirse de sus márgenes e internarse en otra realidad distinta; muchos géneros diferentes bien combinados, que no solo recopilados. Cuando ya se unieron los cuatro, Paraisos sonó funky, atmosférico, una pieza instrumental de esas en las que no podemos medir el valor musical en términos de la cantidad de notas que podían introducir en un compás. Más tarde Miguelo la presentó como un homenaje al house clásico, pero mantenía el sombrío destello de rock progresivo de Return to Forever sin los excesos de la fusión setentera de las guitarras de dos o tres mástiles o los solos de moog; no, era una sucesión de ritmos sencillos que nos invitaban a levantar el culo del asiento… pero no se podía.
Su cacofónico final abrió paso a Culto digital. Esta sí la conocíamos del disco; es la tercera de las cuatro que componen Calor digital y en ella toma mucho más cuerpo la guitarra de Miguelo, derramando claros acordes por encima de las percusiones, aunque a veces quedaban tapados por el estruendo de los platillos de la batería de Pepe. Culto digital tenía más líneas melódicas, estaba mucho más ornamentado que Paraisos y el summun lo tuvimos luego en otro de los nuevos temas del dúo, aumentado ayer a cuarteto, Transxx, lleno de explosiones sostenidas y concentradas de la guitarra de Miguelo, a través de toda clase de tratamientos electrónicos en ráfagas de (im)puro jazz rock colocadas quirúrgicamente… si hasta me pareció que doblaba a Ernesto y su bajo mientras tocaba acordes y líneas principales, como si tuviese tres o cuatro manos. Un largo rush final dio lugar a una coda despaciosa que desembocó en una parte mucho más intimista al encadenarla con Bonita bipoc, otra pieza desconocida hasta ayer; una melodía tranquila que dejó espacio para el lucimiento de la batería de Pepe.
Miguelo nos estuvo contando desde el escenario que un viaje suyo hace un par de años a Londres significó para él una epifanía que le condujo a formar DUÄL, la banda que hoy se estaba estrenando en directo, para dar salida a toda la música que desde entonces entendió y asumió que le gustaba: el jazz, la electrónica… y el hip hop, del que hasta ahora no habíamos tenido ninguna manifestación durante el concierto. Pero salió el MC Luiska y se lo trajo consigo. Una base de bajo y batería abrió Vengo del trigo para un suave rap que poco a poco se fue coloreando con la guitarra. Resulta muy enriquecedor escuchar un rap con estas complejas melodías tras suyo en lugar de un beat, sencillo o complejo, da igual, saliendo de las máquinas digitales. Noche esdrújula, la pieza que abre el EP, comenzó suave y de pronto se convirtió en otro respaldo para Luiska y su rapeo, consiguiendo un sonido extrañamente hermoso e imposible de precisar, en una mezcla vibrante. El MC se fue de allí dejando a los cuatro instrumentistas sumergidos en una pieza electrónica que terminó con ritmos percusivos de samba, llevando perfectamente a cabo la premisa de Miguelo sobre que en su música las fronteras entre estilos sean lo más finas posible.
Cuando Ernesto y Pepe salieron durante un rato Miguelo se quedó en un primer plano completo, ofreciendo un Soliloquio bellísimo; estaba allí solo, en el escenario, reconcentrado, como si estuviese pensando en voz alta pero sus pensamientos no nos llegasen a través de sus cuerdas vocales, sino a través de las cuerdas de su guitarra. Tardamos un rato, ensimismados en él, en darnos cuenta de que Carlos se había quedado allí detrás, en la sombra, y ahora pespunteaba la ensoñación con unas escuetas notas de teclado, a la vez contraste y complemento de la magia narrativa del guitarrista.
De nuevo los cuatro reunidos dieron comienzo a la parte final del concierto, que consistió en la recreación en vivo de los dos temas que quedaban del disco, los que componen también su parte final: Nai Kowai y Siete pasos. La primera de ellas llena de ritmos escalonados con Pepe otra vez con gatillo fácil a la hora de disparar a los platos, sobre todo en un final de arreglos de batería diferentes a los grabados en el disco. En Siete pasos es Carlos el protagonista, poniendo sus teclados por delante de la guitarra, en una pieza difícil, la más suelta y abierta de todas las que interpretaron, con caprichos electrónicos, riqueza de ideas improvisadas y un final más lleno de calor que de luz para recordarnos que aunque hubiésemos caminado por diferentes estilos y pautas sonoras, la gente que estábamos llenando la sala éramos una audiencia de rock en su mayoría, y DUÄL quería hacernos sentir también su poder sobre nosotros. Y así finalizó un espectáculo musical sólido e inspirador.
