Les Poissons Voyageurs. Fundación Tres Culturas. 20 de enero de 2022
Las canciones tradicionales de los diferentes países tienen siempre unas melodías muy buenas, pero a veces sus letras dejan mucho que desear. Por eso cuando una banda en la que una gran parte de su repertorio está formada por esa clase de canciones populares, tiene que hacer cambios en ella y adaptarla a los nuevos tiempos. Así ocurrió con la segunda de las que Les Poissons Voyageurs interpretaron anoche en la Fundación Tres Culturas, formando parte del programa Sevilla, tierra de diversidad; una canción rumana llamada Un tigan avea o casa, que significa algo parecido a Érase una vez un gitano que tenía una casa, que originalmente contaba la historia de un hombre que trataba bastante mal a su esposa, hasta el punto de que esta le dejó después de que un día a su marido se le fuese demasiado la mano con ella. La señora tuvo suerte de encontrar a otro hombre, rico además, que la trataba bien y con el que rehízo su vida; pero cuando años después su marido y, sobre todo, sus dos hijos, la encontraron y le imploraron que volviese con ellos, ella accedió y se fue de vuelta a su chunga vida anterior. Les Poissons Voyageurs, sin embargo, le dan otro final mucho más fantástico, en el que la señora lo que hace es comprarse un camello y unirse a un circo, al que con el paso del tiempo llegó a dirigir y convertirlo en un espectáculo de renombre mundial. Dónde va a parar un final con el otro, ¿no?
Pues así de delirantes y juguetones se mostraron durante todo el concierto los componentes de este mágico cuarteto, creado en el 2008 por músicos franceses y belgas, que nos deleitaron con melodías llenas de swing, que nos llevaron por Rumanía, Hungría, los Balcanes o las carreteras del Cáucaso, tras las huellas de los gitanos; con saltos hasta Italia, el norte de África e incluso Brasil, que para eso, nos recordó Coline Ellouz, estábamos en un enclave de tres culturas.
Cuentacuentos, payasos, músicos excelentes; todo ello a la vez eran la mencionada Coline, maravillosa clarinetista de gran energía y delicadeza; Johnny Sunshine, un gigantón fundido en cuerpo y alma con su contrabajo; Louis Boudot, un brillante guitarrista al que se nos hacía difícil poder contarle los dedos, porque parecía tener más que la decena común y Jonas Malfliet, un acordeonista virtuoso y mu flamenco. Todos juntos nos encendieron desde el inicio con Kyusteldilsko oro, una larguísima pieza tradicional de Ucrania -país al que le deseo desde aquí toda la fuerza y paciencia necesaria para aguantar las amenazas del sátrapa de Putin-, instrumental casi toda ella, hasta que en su última parte Johnny comenzó a entonar unas letras sobre que no es oro todo lo que reluce, que es lo que significa su título.
No solo Johnny era el cantante del grupo, aunque sí el que se repartía las partes principales con Coline, sino que también tomaron la voz solista los otros dos algunas veces, Louis en el Maruzella de Renato Carosone, que siguió ahora, después de que él mismo terminase la anterior, la de la letra cambiada, con un inmenso y deslumbrante solo de guitarra, al más puro estilo de Django Reinhardt, y Jonas cuando se necesitaba meterle humor a las palabras, como hizo en el preámbulo de Sermonette, con un batiburrillo de palabras atropelladas a toda velocidad, en vete tú a saber qué idiomas, entre las que pudimos reconocer algunas como vino tinto, blanco, toros, flamenco, pata negra, jamón, coreado con los olés y olás de los otros tres.
Los componentes del púbico, que llenamos por completo el patio interior de la fundación, comenzamos a participar en el acompañamiento a la banda durante una coda que hicieron tras el Maruzella y ya seguimos así durante varias de las canciones, sobre todo cuando se trataba de dar palmadas, porque cuando había que cantar, como sucedió al inicio de los bises, el Aravai que Johnny se empeñó en que aprendiésemos, lo convertíamos en guirigay y estábamos mejor callaítos.
Coline nos contó después la historia de cómo un niño francés de cinco años se empeñó en andar tras ella un día de concierto hasta que logró cantarle la canción que había compuesto, que hablaba sobre un arco iris más allá de la carne. A ella se le quedó grabado y en el primer viaje que hicieron a Andalucía compusieron esta canción, dándole un ritmo de vals, Au dela de la viande, aún sin saber qué significaba este concepto de más allá de la carne, que es el significado del título, salido de su mente infantil, siendo poco más o menos esta canción, nos dijo también Coline, como decía el poeta Mariano Rajoy, un poco como el agua que cae del cielo sin que se sepa muy bien por qué.
El repertorio de Les Poissons Voyageurs sería la envidia de los coleccionistas de tradiciones orales; sus canciones se inspiraron en tabernas moldavas, puestos fronterizos ucranianos… un repertorio que se asemeja a su vida, basada en unos buenos toques de humor y una enorme dosis de música trabajada con cariño, con mucho acento balcánico, como el demostrado en las canciones siguientes, Una calda una rece, de tradición rumana, y sobre todo en O devel, que significa Dios, y es una canción de adoración gitana, de la tradición manouche, en la que todavía se agudizó mucho más el toque gypsy jazz de la guitarra de Louis, plena de urgencia y melancolía nostálgica.
Las sonoridades cambiantes de la banda nos llevaron después a sus versiones singulares y atípicas. Sermonette fue un espectáculo mordaz primero, con la participación de Coline frente a un atril como cualquier político gritón del partido de la oposición de nuestro país, y espectacular después cuando Louis terminó con una tela tapándole los ojos y una miniatura de guitarra de la que extrajo las notas escritas por Nat Adderley para que las convirtiese en éxito su hermano Cannonball. Luego convirtieron el It’s a sin to tell a lie de Billy Mayhew, que popularizó Fats Waller en los años 30, en un sainete en el que el acordeón de Jonas acompañó dulcemente los I love you que se decían, cogiditos de la mano, Johnny y Louis, que terminaron de cantar dándose un tierno beso en los morros.
Y luego todo el mundo se hubiese puesto a bailar de no ser preceptivo permanecer sentados. Primero con los ritmos de samba de Sanfona sentida, del brasileño Luis Gonzaga, para la que Coline cambió el clarinete por un triángulo; después con la canción húngara Amari szi amari, donde más se escucharon nuestras palmas y se estableció una magia difícil de describir; los aires que salían de sus instrumentos, de sus voces, tenían una asombrosa mezcla de emociones salvajes y virtuosismo artístico, con una estructura que en realidad no había que analizar, sino simplemente dejar que la música fluyese a través de nosotros.
El final del set llegó con una música dura y dulce a la vez. La canción Si verías la presentó Coline diciéndonos que era como un pastel de navidad de los que cocinaba su abuela, con almendras, dátiles y todos los componentes de la repostería del norte de África. Su abuela era judía en Argelia y juntaba a toda la familia en navidad, aunque no para celebrarla, obviamente, sino porque ella había nacido un 25 de diciembre. Esta canción juntaba todos esos conceptos de la cultura judía y norteafricana; una canción sefardí, escrita en ladino, pero con un ritmo de 9×8 muy típico de Turquía y un estribillo también en ese idioma turco.
Les Poissons Voyageurs pisan un terreno muy fértil para la improvisación jazzie, y eso es lo que hicieron al inicio de los bises con Aravai, una canción tradicional rusa para la que contaron con la ayuda de Robin Mora-Nardi, al que podréis escuchar de nuevo esta misma noche en el espectáculo de música y teatro que tendrá lugar en la sala Allegro ma non troppo de la calle Parras. Robin fue uno de los componentes de esta banda hace algún tiempo y aprovechando que anda ahora por Sevilla puso su saxo barítono anoche al servicio de ella, cerrando la pieza con un colosal solo de líneas guturales, quemando la canción, pero dejando un rastro melódico ardiente a su paso.
El final de todo fue una versión del Dream a little dream on me, que todos conocemos gracias a la versión de Mama Cass, a pesar de ser un standard de los años 30, que ellos hicieron casi a capela, simplemente respaldando con unos suaves acordes de guitarra la voz solista de Coline y el acompañamiento vocal de los demás como si de un grupo de duduá se tratase. Fue magnífico el resultado.
Música sin trucos, que nos llegó directamente al corazón, con un sonido único y contemporáneo que viene de una exploración incansable y apasionada de los sonidos y timbres de la música romaní, klezmer, balcánica y mediterránea; todo ello entendido como un conjunto de tradiciones musicales y culturas multiétnicas que trascienden cualquier frontera geográfica, nutridas por las huellas de los diferentes pueblos que habitaron las tierras de las que viene la música con la que nos hicieron disfrutar. Nos dijeron que esta noche estarán tocando en el sur de Portugal, país en el que seguirán varios días más, pero que en los primeros días de febrero estarán de nuevo en Sevilla, así que id buscando un hueco en vuestra agenda.
