Morgan. Sala Custom. 14 de enero de 2023
El concierto de Morgan anteanoche en la sala Custom no comenzó de la misma forma en que solían hacerlo los otros que anteriormente habían ofrecido en nuestra ciudad. En realidad, la canción con la que solían empezarlos, Planet Earth, ni siquiera la interpretaron esta noche, pero la conmovedora Alone resultó ser una apertura tan efectiva, o incluso más. Una canción esta que viene incluida en su tercer disco, The River and the Stone, del que sale el nombre de la gira que ya terminaban aquí, en la que lo estaban presentando, y del que nos dejaron en directo seis de las diez canciones que lo componen. Esta primera también contenía toda la complejidad, la elegancia y el impacto subyacente de sus canciones; ese maravilloso equilibrio entre la nostalgia, la experiencia compartida y el poder de la música, que hizo que la sala se llenase, hasta vender todo el taquillaje. Otra de las cosas en común de estas dos canciones de inicio es que compartían el primer gran solo de guitarra de la noche, que en el caso de la antigua nos dejaba ya el sabor a Pink Floyd que tienen las cuerdas cuando las pulsa Paco López, aunque en Alone quedase más diluido. Pero en este concierto no íbamos a vernos privados de tan sabroso regusto; es más, lo tuvimos incluso resaltado, porque Paco, en la separación del tramo de canciones en castellano con el nuevo que comenzaron con Home, se marcó una versión del Coming Back to Life de los Floyd, que fue un escaparate de su deslumbrante trabajo de guitarra y la única vez en la que fue la voz principal de la noche.
Un factor del éxito de Morgan es que sus canciones suenan de una forma mucho más bonita que el subtexto de sus letras, que a veces, como en River, la canción con la que siguieron, está llena de angustia y miedo… soy una piedra y el río tira de mí hacia abajo; no tengo voluntad, estoy atrapada en el barro, enjaulada. El río posee tu presente, tu pasado y tu futuro; el río gana… canta Nina de Juan en ella; sin embargo, la música siempre está llena de brillantes líneas de guitarra, o de teclados, como en esta canción, en la que David Schulthess hizo un trabajo brillantísimo, y de armonías muy agradables; es rock suave, aunque enormemente potente.
Pero la banda también perfeccionó otros componentes de las canciones, muchos de ellos gracias a la batería de Ekain Elorza, estableciendo el ritmo para revelar los fundamentos fuertes y agresivos de la música, que también los tiene, como demostraron en Paranoid Fall, otra de las canciones que mostraron del nuevo disco, tras las dos mencionadas, cruzando el puente formado por Attempting y Blue Eyes, cada una de ellas de uno de sus discos anteriores, para ser la quinta pieza de la noche, con Nina dejando de lado su teclado para situarse en el centro del escenario a cantarla de una forma que contradecía lo que dijo después, al volver a su sitio: no tengo yo todo el arte que hay que tener, pero lo intento y me dejo llevar. La perfección también venía de la guitarra de Paco, de nuevo protagonista en esta canción de patrones rápidos y complejos, de movimiento perpetuo de los dedos sobre las cuerdas. Es posible trazar una línea recta perfecta con su trabajo desde USA a UK; un viaje de ida y vuelta, porque los solos de Paco parecían guiados por el espíritu de Dickey Betts en On and On (Wake Me Up) -otra de las nuevas-, para serlo después por el de David Gilmour en el momento mencionado antes, y de nuevo por el de los Allman Brothers en la aceleración final de A Kind of Love. Una guitarra siempre sónicamente prístina.
Cada vez menos sorprendente es también la maestría musical de los demás; el impecable trabajo de teclado de David y el de los héroes anónimos de la banda, un Gaby Planas con un tercer teclado y unas percusiones extra que le daban mucho cuerpo a las canciones, y su hermano mayor, Willy Planas, sin cuya colaboración al bajo fracasaría toda la operación musical; una participación desapercibida casi siempre, pero que también tuvo sus primeros planos, como cuando introdujo con sus notas Another Road (Gettin’ Ready), el segundo de los bises con gran habilidad y gusto. Pero por encima de todo, lo que brilla es la voz de Nina, a veces soñadora, a veces combativa, capaz de convertir Home en un oscuro encantamiento, o de hacer hervir con intensidad Flying Peacefully y convertir Thank You en algo ardiente y palpitante, en una versión alargada sobre la grabada en su segundo disco con un soberbio solo de teclado de David al que tomó el relevo otro de la guitarra de Paco. Con esta canción cerraron el set para volver al poco rato a darnos un trío de bises que comenzó con la última de las canciones nuevas que interpretaron, A Kind of Love, igual de conmovedora y emotiva, si no más, que las que tantas veces le hemos escuchado de los primeros discos. Pocas veces había sonado Nina durante la noche tan tierna y vulnerable como aquí. Aprovechó también la parte instrumental para presentar a los miembros de la crew que los acompañan y agradecerles el trabajo que hacen, del que yo quiero resaltar el de iluminación, llevado a cabo por alguien del que no pude entender el nombre por culpa de los aplausos, que nos mostraba en cada momento al músico en el que había que fijarse, el protagonista en ese momento con algún solo o fraseo, resaltándolo con una luz cenital dirigida a él desde alguno de los focos de la parte de arriba del escenario, uniendo así belleza y utilidad en sus acciones.
Por el camino fueron quedando canciones de sus tres discos, como Praying, del primero de ellos, la primera canción también en la que todo el público colaboró haciéndole a Nina los coros, convirtiéndola así en una interpretación más espectacular que la grabada. No faltó tampoco un tramo en el que encadenaron dos de las canciones que tienen en castellano: Un recuerdo y su rey y Sargento de hierro, separadas tan solo por un grito, destacado entre los aplausos, de alguien del público, que alegró en gran manera al batería… Ekain, la Real está ganandoooo… menos mal que las demás canciones eran en inglés y no podía cantarlas con el grupo el tipo que tenía a mi lado, de voz potente, aguda y desafinada, que me hirió el oído y la sensibilidad con su acompañamiento en la segunda de ellas, como hizo también una gran parte de la audiencia.
El final fue uno de los momentos más conmovedores y musicalmente íntimos de la noche. Nina de nuevo en el centro del escenario, a su lado solamente Paco, que la miraba con adoración mientras la acompañaba con una guitarra acústica en la interpretación de Marry You. Antes de comenzarla ya nos había ella dejado bendecidos, con el deseo de que nos cuidemos los unos a los otros, tengamos un buen año y tomemos buenas decisiones, y ahora, embelesados por la magia de los dos… so if you ask me I’ll say, uh, I don’t want to marry you… nos despertó de ella la batería de Ekain, entrando en acción con un redoble que, asociado a la línea de bajo impresionante de Willy, le dio a la canción un impulso hacia adelante, invitándonos a disfrutar de todo el poder de la banda completa. Un final perfecto para el gran espectáculo que habíamos presenciado.
