TRIBBÜ. Sala Even. 24 de abril de 2021
Cuando entré en la sala casi se me caen dos lagrimones de nostalgia, porque estaba sonando por los altavoces el Chop Suey de System of a Dawn, que es una de las canciones que uso en mi set de Puto Yayo DJ para lanzar con potencia otros temas. Y debió ser una señal del destino, porque después de tanta sequía pandémica, cuando después del concierto apuraba entre charlas el último vodka con limón en la barra de la Sala Even, me escribieron unos whatsapps contratándome para el PopCAAC de nuevo este año. Así que fue un día productivo.
Y encima, el concierto de TRIBBÜ superó mis expectativas. El grupo está compuesto por un tío que canta. grita y rapea, que se llama Juanma, el Nano; otro tío con falda escocesa que toca una guitarra que brilla en la oscuridad con colorines, llamado Mauro Blanco; un bajista que sabe que existe la cuerda prima del instrumento, que se llama Sergio, el Pillo; el batería de la banda en la que mi hija cantaba hace años, que marcaba el ritmo con soberbia, y estaba el tío allí atrás en la oscuridad, que se llama Charlie de la Torre y un DJ, que tuvo oportunidad de lucirse en un set para él solo durante un ratito, que se llama Sobe. Entre todos dieron forma a un concierto que fue un crisol lleno de piezas de metal feroces y letras políticamente cargadas y bastante anti-establishment, cantadas por el Nano con una voz profunda y sombría que agregó a su música una novedad entrañable que no se encuentra a menudo en el nu-metal que escuchamos por aquí.
El concierto no fue demasiado largo y en algo menos de una hora nos interpretaron N.A.T.I.V.O., el único disco que tienen, enterito, comenzando con Cuentos de forma rápida y enérgica, volviéndose más brillantes a medida que la intensidad de las canciones se iba estableciendo con La herradura, Tomahawk, Antihéroes… la pura energía del escenario se extendió por las sillas y el público que llenó el limitado aforo de la sala comenzó a agitarse en sus asientos y a moverse todo lo que las circunstancias permitían, siendo ya casi imposible quedarse sentados tranquilitos cuando los platillos introdujeron el Prisa mata.
Llevábamos un concierto tan intenso que parecía que la banda no podría resistir mucho más, sin embargo el suelo todavía se puso a temblar, porque no solo los cinco del escenario no se resintieron, sino que le dieron a la potencia otra vuelta de tuerca con La vieja usanza a mucha más velocidad que en el disco, o al menos eso me pareció porque el efecto fue aplastante, sobre todo cuando Mauro hizo un riff de guitarra que no me atrevería a decir que fue el mejor de la tarde porque luego en ¿Y qué? hizo otro a la misma altura o todavía superior.
Ahora sí que había que parar la marcha y como era imposible seguir se fueron todos del escenario excepto Sobe, que se quedó tras su consola marcándose un set de samples, ritmos y scratches, que hubiese resultado aún más hipnótico y contagioso de no haber sido tan corto y haber vuelto Mauro y el Nano para cantar con su respaldo el Desgraciado con suerte que cierra su disco, pasando de ser Rage Against the Machine a SFDK con Legendario. Nos quedamos atrapados en ese momento de sonido más austero pero poco después volvió el espectáculo. El Sobe lanzaba golpes de batería electrónicos desde su mesa a los que después se unió un Charlie feroz desde la suya de verdad, seguida de la guitarra de Mauro; el Nano rapeaba sobre cómo las fuerzas oscuras manejan el dinero, hasta que sin previo aviso todo subió hasta las nubes… nadieeee es igual a nadieeee es igual a nadieeee es igual a nadie iguaaaal… y repitieron de nuevo, parando cuando el Pillo nos deslumbró con unas líneas de bajo intensas, de pura emoción.
Es una pena que las restricciones de movimiento impidan una mayor interacción de banda y público, porque el scratch que el Sobe metió al inicio de ¿Y qué? es de los que invitan al salto… y la locura de los dedos de Mauro sobre las seis cuerdas. Después de las dos piezas anteriores, la siguiente, Trece, sonó casi convencional; sus ritmos y riffs no son de los más complejos de TRIBBÜ, lo que le viene bien a Pillo y Charlie para lucir su sección rítmica impulsando a Nano cuando atacó eso de prefieren ver lo que quieren ver. Al final llegó No insulte, con el Nano terminando de demostrar su presencia escénica contagiosa y la banda con un arreón final de esos en los que parecía que te quisieran golpear en la cabeza hasta que se caiga. Nos queda tanto por ver, canta Nano aquí, y es cierto con ellos, porque habrá que estar atentos para volver cuando repitan en otro concierto tan excelente y abrumador como el de ayer.
