Zico. Tribal Bar. 20 de febrero de 2022
Allá por mayo del 2020 os decíamos aquí en nuestra página disonante que Zico estaba sopesando la posibilidad de volver a unirse de nuevo, una vez que el sello Lunar Discos había reeditado algunas de sus primeras canciones. No volvimos a tener más noticias de la banda hasta que hace unos días nos enteramos de que iban a dar un concierto en el Tribal Bar de Mairena del Alcor, después de casi ocho años, por lo que ni siquiera me pensé lo de acudir a ser testigo presencial de esta vuelta a los escenarios, habida cuenta, además, de que con esa villa me une un reciente pasado laboral y me apetecía mucho volver también por allí ya que no lo hacía desde que se desató la pandemia.
Cuando entré en el local todavía estaban montando el equipo y tuve ocasión de charlar un poco con Jaime Neria, el batería, que me dijo que el concierto en realidad iba a ser una especie de test, o mejor dicho, de experimento, porque iban a interpretar algunas canciones nuevas y Fernando Zambruno no iba a estar con ellos por razones médicas, así que junto a él solamente estarían Guego, a la guitarra acústica y voz, y Dani, al bajo. Esto mismo lo corroboró Guego al inicio del concierto, diciendo que el repertorio de esta tarde estaría compuesto por las canciones antiguas, junto a otras que estaban todavía en proceso de composición, para grabarlas dentro de poco. Íbamos a ser afortunados por tener algunas primicias, pero ellos no tenían muy claro como iban a salir de la situación. Ya desde aquí puedo decir que no solo salieron airosos, sino que además tuvieron la gracia de lograr algo muy sutil, a pesar de que para unos músicos cuyo sonido era tan esencialmente eléctrico, la idea de tocar en formato acústico, o como sucedió aquí, en un estado tenue, semiamplificado, no era solo como subir al escenario desnudos, sino amputados.
En realidad, hacía tanto tiempo que no les escuchábamos en directo que nadie echó nada en falta y fue Guego el único que se acordó de que no estaba Fernando cuando en una de las canciones nuevas, todavía sin grabar, que fue ¿Cuántas veces?, dijo que echaban de menos al compañero guitarrista; supongo que porque al estar todavía la canción en fase de composición notaba mucho la falta de otra guitarra que lo envolviese todo. Hasta llegar a ese momento fueron dejando atrás Imposible, la canción con la que empezaron el concierto, a la que siguieron dos de las reeditadas recientemente, Fantasmas y San Lázaro, una emotiva canción que Guego nos dijo que había compuesto para poner un poco de poesía en la vida de un chico con el que trabajó, que lo pasó fatal. Apenas un cuarto de hora y ya sabíamos que para Zico la música no era más que la expresión espontánea de tres personas en el rincón de una sala pequeña.
Campanas sonó todavía más campestre de como la conocemos grabada, con más campo y menos gente, como la propia campiña que da nombre a la comarca en la que está situada Mairena. Y del campo al mar, porque desde ahí se fueron a La almadraba, una historia de amor preadolescente, que Guego nos dijo que era antiquísima, y que cuando la comenzó a cantar… iremos por la noche al baile y tomaremos tinto y aire… identificamos como la que tienen grabada con esas últimas palabras como nombre, Tinto y aire. La primera de las nuevas fue la mencionada ¿Cuántas veces?, con una letra en la que me pareció entender que Guego se arrepentía de no haber estado atento al paso del tiempo y ahora no sabe si sus recuerdos fueron verdad o no. Una brillante observación convertida en canción.
De ahí pasaron a los clásicos; primero con Agüita de mar, quizás su canción más conocida y después 70 m2, la historia de una lechuza y un piso de esa superficie del título, que fue un infierno. El hombre sin suerte fue la otra que adelantaron de sus futuras canciones y Guego la presentó como inspirada en el libro Mientras agonizo, de William Faulkner; era tan desoladora que tuve que ir a la barra a recargar más vodka con limón para que no me hundiese la tarde, que todos sabemos ya como se las gastan psicológicamente las horas finales de los domingos. La letra de Mueren las artes en realidad es otra carga de flechazos sobre nuestro cuerpo, pero su ritmo nos hacía seguir caminando. Después vino Los restos, una canción que hace muchísimos años que ni siquiera intentan tocar en directo, por lo que lo de esta tarde se puede decir que fue otra primicia. Terminaron el set con La piel, subiéndole el tono a la delicadeza del sonido, creando un bonito contrapunto con la fragilidad de la interpretación de Guego de una letra así de dura. La gente todavía quería algo más y la banda ya no tenía otra cosa que ofrecer si no era la repetición de alguna canción, y como alguien pidió de nuevo la de los demonios, le hicieron caso y se despidieron, ya sí definitivamente, con Mueren las artes.
El concierto de Zico fue como la mano tranquila en tu hombro que no te dice que deberías sentirte mejor, sino que está bien sentirse mal, que la gente se ha sentido mal desde siempre, que a veces con sentirse mal es suficiente. Y por eso en sus canciones fluyó el sarcasmo que se adelanta al dolor genuino, la hipérbole que se esfuerza por convertir el sufrimiento en una broma. Guego es un genuino representante de esa escuela sevillana, de la que otro ejemplo arquetípico podría ser Antonio Luque, que a pesar de su apariencia y su forma de interpretar las canciones, son verdaderos punks, de esos que en vez de comprar la historia la profanan.
