Uno de los hallazgos más excitantes en lo que va de 2021 dentro del panorama local es, sin lugar a dudas, la constatación de que en Sevilla contamos, por fin, con una gran banda de post hardcore, que responde a la machadiana denominación de Hoy Es Siempre Todavía. Y es que en estas lides disponíamos de algunos notables exponentes del hardcore melódico, el grindcore o el metalcore, pero este cuarteto viene a ubicarse en un punto equidistante de los referidos estilos, ocupando por derecho propio ese territorio hasta la fecha casi yermo. Si sufres y disfrutas a partes iguales con bestias como Converge o Unsane, no pierdas detalle.
No estamos en absoluto ante un grupo de pipiolos inexpertos, más bien al contrario, pues disponen de un bagaje más que sólido que les ha llevado a atreverse de golpe y porrazo con todo un álbum, el tremendo Satori que lanzaron hace unas semanas. Mucho hemos tardado en dar cuenta de ellos, mea culpa… y poco, muy poco, tardaron sus dos impulsores, José Miguel Ocón y Luis Ruiz, en decidir que necesitaban arrancar con un nuevo proyecto, desde cero, tras el anuncio en septiembre de 2019 de la disolución de Catorce, el trío que conformaban junto a Jaime Ladrón de Guevara. Ese mismo mes estrenaban su perfil de Facebook, para de inmediato desaparecer del mapa –había mucho que trabajar– y sumirse en un silencio sólo quebrado ya a finales de 2020, cuando exponían a modo de carta de presentación: «¡Hola! Somos Hoy Es Siempre Todavía (HEST para facilitarte las cosas). La lírica de Machado ha inspirado una serie de armonías intensas y sentidas a las que hemos puesto desgarro y emoción».
A los citados Ocón (bajo y coros, ex Habitar La Mar y De La Cuna A La Tumba) y Ruiz (batería, también en Carving Colours y Neter) se les había unido desde el primer momento Óscar Molina (guitarra, también en Docka Pussel), trío que había ido trabajando en la sombra en una veintena de composiciones hasta dar con el vocalista idóneo, búsqueda que costó lo suyo. Por fin, como caído del cielo, apareció Fernando Lamattina, argentino afincado en Madrid, guitarrista en Svestada y que nunca antes había cantado. Una falta de experiencia ante el micrófono que quedó pronto disipada ante la profundidad de las letras e ideas que aportó al conjunto y ante una forma de gritar y expresarlas realmente abrumadora, desgarradora, que pone de manifiesto la debilidad del grupo por combos como Norma Jean o Birds In Row. De tal modo que el cuarteto prácticamente se vio las caras cuando, en agosto del pasado año, subió hasta Galicia, en concreto hasta la localidad orensana de Verín, para grabar las diez canciones que conforman su elepé de debut en Sadman Studio junto a Carlos Santos, con el que ya habían trabajado en proyectos previos. El álbum viajó posteriormente hasta Estados Unidos para ser masterizado en Audiosiege (Portland) por Brad Boatright.
Antes de concluir 2020 aparecía un primer adelanto del disco, la brutal Carnehueso, que ya advertía de las intenciones y carga de profundidad de las composiciones del cuarteto. Se trata, como ellos mismos afirmaron entonces, de «un grito desesperado. El anhelo de volver, de dejar atrás esta hiperconexión nociva y exposición frívola que nos hace olvidarnos a diario de lo que de verdad importa». Un temazo post hardcore crudo y furioso al que en enero dio continuidad la (algo) menos agresiva Hojarasca, «la música sacando a flote las naves hundidas del cerebro. La pasión como el refugio de la depresión«. Y es que este es un concepto clave para entender un conjunto de diez piezas que «narran de manera desordenada la caída y resurrección que se vive dentro de una depresión personal. Un tracklist aleatorio, como su misma catarsis, que quizás estalla en un agua calma, para perderse en los abismos de la inercia, hasta transformar la vida en mera hojarasca. Que le pide clemencia a su agonía agitando una bandera blanca. Que se agarra a un último arrecife como ancla a la realidad. Una catarsis que reflexiona sobre un futuro de carne y hueso, y que le redacta una posdata corrosiva a la fuerza de voluntad. Una vida que sale a flote en un mar de tinta, gracias al salvavidas de esa filosofía que ellos mismos bautizan como Satori», describen HEST haciendo un guiño a los títulos de esos diez cortes que, pese al desánimo, a la tristeza, al abismo en suma, invitan a salir a flote, a la esperanza a través de la comprensión.
Y es aquí donde entra en juego otra idea capital, la del presente que sugiere la frase de Antonio Machado que les inspiró y bautizó: Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora. Una referencia temporal a la que asimismo alude el término japonés Satori, «el momento en que se descubre de forma clara que sólo existe el presente»; un ejercicio catártico y por ende liberador que permite a quien lo alcanza «eliminar un conflicto mental, aclarar su comprensión del sentido de la vida y reestructurar su personalidad de tal manera que ello le permitirá vivir más contento».
La salida del disco a mediados de febrero vino acompañada de una edición en formato CD digipack, con una tirada de un centenar de copias a cargo del sello andaluz The Braves Records. Una edición de lujo realzada por un diseño cuidado y atractivo del que se ha encargado Juan Soler alias Kantz, el cantante de la banda amiga Habitar La Mar, quien por lo demás comparte con Fer Lamattina las voces en el tema homónimo al disco. Un disco del que han aparecido otro par de videoclips: el del trallazo incontestable que es Bandera blanca y, ya este mes de marzo, la singular Arrecife, con la que Fer «quiso dejarle una carta a su pequeña que pudiera durarle para siempre y recurrir a ella cuando la necesite. Qué mejor que hacerlo en una canción. Sin quererlo, puso palabras a un sentimiento común para todos los que formamos parte de HEST: En tercera persona la vida es mejor«.
Con un disco demoledor y cuatro videoclips sin desperdicio, a HEST aún le queda mucho camino por delante, le queda la espinita clavada de no haber podido trasladar toda esa rabia contenida a las tablas. El guitarrista, Óscar Molina, nos confirma que ese es el anhelo: «La idea que tenemos ahora mismo es seguir preparando el directo, con la intención de llevar el disco a los escenarios cuando nos dejen y cuadre bien. No tenemos nada cerrado aún, queremos hacerlo bien y en cuanto mejore algo la situación nos lanzaremos», advierte. El otro plan, entre tanto, pasa por «seguir componiendo temas nuevos, no dejar de crear», y a cuento de este comentario le cuestiono sobre su prístina pretensión de darse a conocer con un split junto a una banda «con la que crecimos en este mundillo», como anunciaban hace ya cuatro meses: «Aún mantenemos la idea de ese epé, pero por diversos motivos acabamos sacando primero el disco. Quizás en unos meses lo preparemos». Ojalá sea así, estaremos ávidos y (más) atentos para corroborar que estamos ante una banda con un presente resplandeciente… y un futuro apasionante.