Si Derby Motoreta’s Burrito Kachimba había evolucionado mucho desde aquel primer concierto que dieron en el Fun Club hasta su aclamado primer disco, el del 2019 que se llamaba como ellos, todavía se aprecia mucho más esa evolución en este Hilo negro que acaban de lanzar hoy mismo, dos años después. Este segundo disco es característico del grupo, pero con guitarras más inmensas, bajos más contundentes, letras aliadas con un mayor lirismo…
No conozco apenas a nadie que diga algo malo sobre los Motoreta’s; la única disputa sobre ellos es si en realidad son una banda de rock andaluz o no. Bueno, pues el disco podría describirse como tan inconsistente en términos de clasificación de género como lleno de consistencia en cuanto a calidad. Hay momentos con líneas de bajo que no son complejas pero sí profundas, letras cantadas con una gama de matices cada vez más abierta, efectos empíreos de guitarras y de teclados, y aunque en prácticamente todas las canciones tienen la atmósfera asociada al rock andaluz, hay muchos momentos que son completamente hard rock, que son psicodelia estroboscópica, que son flamenco sin compás; pero en lugar de corromper el disco, eso lo que hace es equilibrarlo. Y además lo hace accesible a una gama más amplia de oyentes sin alienar por el pasado musical andaluz de los 80, obsesionados con rescatar esa clase de sonido.
Hay una maravillosa cualidad que licúa la dureza de canciones como Porselana teeth, RGTQ y La cueva, y la calidad de la mayor parte de ellas ha mejorado. Los Motoreta’s siempre han sido un grupo que se ha estado balanceando entre extremos diferentes: fuertes luces contra sombras, disonancia contra melodía, y este Hilo negro escala nuevas alturas. Nunca media docena de músicos han sonado tan poderosamente a la vez que con tanta sensibilidad, y tan libres de ampulosidad. Es un disco impecable, sin que ninguna de las canciones que hoy escuchamos por primera vez baje el tono que marcaron las que ya conocíamos de Gitana, Caño cojo y El Valle, que es la que abre el disco marcando el tono ya desde el principio, porque todo él es como esa canción, lleno de secuencias de ensueño y una instrumentación muy sólida.
Otra de las características de esta banda que vuelve a estar muy marcada es la de saber sacar canciones que son sombrías, pero optimistas, de la que aquí el paradigma es 13 monos; esto que digo no debería tener ningún sentido, pero lo entenderéis escuchando el disco, que en su conjunto parece rendir homenaje a la belleza de las partes turbias de la vida. Los estados de ánimo creados por los instrumentos son de alguna manera a la vez cálidos, pero ominosos, y es difícil no disfrutar de la voz del Dandy, cada vez más trabajada y limpia.
Después de tres escuchas, que a más no ha dado tiempo todavía, el disco serpentea entre la consciencia. Su música, además de brillantez, tiene resonancia contemporánea, pero además cuando los Motoreta’s levantan sus secciones de arquitectura instrumental los espíritus se elevan e Hilo negro se convierte en algo tan grandioso como pocas cosas de las que se han hecho por aquí en años recientes. El primer disco clásico del 2021, sin duda ninguna.