Pocos músicos hay en Sevilla tan prolíficos como Antonio Murga. Si miras en su bandcamp puedes encontrar 41 discos grabados y editados por la mayoría de los proyectos en los que ha participado a lo largo de su carrera: Desarraigados, Lemur de Ojos Tristes, Mu & Murga, Noïstron… sin embargo hacía ya tres años que no sacaba nada nuevo y apenas sabíamos algo de él más allá de un par de conciertos en Sevilla y otro más en Valencia. Pero su vuelta ha sido a lo grande, con un nuevo disco, llamado Trabajos forzados, compuesto de 24 piezas, que en lugar de autoeditar lanza a través del sello discográfico murciano RIR (República Ibérica Ruidista), y en el que colaboran innumerables músicos de las escenas electrónica y underground locales y nacionales. El nombre con el que Antonio reaparece, con el que edita este nuevo disco, es el de Auditorio Secreto.
Sergio Sánchez es el alma mater del sello discográfico, colabora además en uno de los temas del disco, Extraño live, apenas cuarenta y ocho segundos de sonido pandémico seguidos de doce segundos más de silencio de muerte, y describe la obra de esta manera: «Trabajos forzados es un compendio de ricas texturas musicales donde la combinación equilibrada de melodías exóticas, ritmos urbanos, mensajes políticos soterrados, y experimentación realmente libre, convierte nuestros ansiosos pálpitos post pandémicos en extraña y sutil belleza, esa que sana mentes».
Una tarde cualquiera de varios meses atrás Sergio y Antonio charlaban por teléfono sobre la escasa salida laboral que tienen los músicos independientes españoles y los creadores que no pertenecen a la SGAE ni a ningún sello discográfico, algo que es común denominador de casi todos los músicos minoritarios o alternativos que se dedican a hacer música experimental, y que salen adelante como pueden haciendo conciertos, talleres y conferencias. Si a eso unimos que muchos de ellos son trabajadores autónomos y que el estado de alarma les ha quitado incluso esas migajas, vemos que la crisis que atraviesan es total. Y Antonio Murga no ha sido ajeno a ella, por lo que ha tenido que reactivarse. Él mismo nos cuenta la génesis de este proyecto: «Durante estos meses he aprovechado para centrarme y concentrarme casi totalmente en el disco. En un principio colaboré en varias compilaciones de temática confinamiento y me dije, tengo ya cuatro temas y esto va para largo; como que tenía ya casi medio disco, aunque al final esos temas no entraron en el álbum. Entonces Sergio Sánchez me invitó a editar un disco en su sello, le cogí el gustillo y fui dándole forma al trabajo hasta terminarlo. Ha sido un trabajo muy arduo y el título hace honor al esfuerzo realizado. Curiosamente lo primero que tenía eran el nombre de Auditorio Secreto y el título Trabajos Forzados, y bueno, ya tenía nombre la criatura antes de nacer».
A pesar de su nombre, Trabajos forzados, esta obra está plena de libertad. Una obra impactante llena de melodías angulosas y agrias que dibuja una ruta alternativa para todos los artistas que se mueven en la música dentro del espectro que abarca desde los silencios de John Cage a las estridencias de los Residents. Un disco de belleza contagiosa, que Antonio fue armando poco a poco. «Pues viendo cómo iba evolucionado de bien el proyecto me fui animando, afinando, depurando, corrigiendo de forma muy exhaustiva y creyendo mucho en lo que estaba haciendo, así que sí creí que podía ser un disco bastante redondo y resolutivo, además de bastante evolutivo en mi trayectoria. Está teniendo muy buena acogida y creo que tiene un buen tirón, bastante completo, muy ecléctico, con mucha mezcla de estilos, desde música formal, clásica contemporánea minimalista, jazz, de banda sonora, étnica, electrónica y hasta retazos chill out».
Y aunque os pueda parecer mentira, todo este trabajo no se ha grabado en ningún estudio sofisticado, ni masterizado profesionalmente; esta obra ha surgido, excepto algunos temas donde colaboran otros músicos y ellos los han finalizado, casi totalmente del teléfono móvil de Antonio, un Xiaomi comprado hace tiempo en un bazar de los chinos. «Pues eso, el móvil como estudio de grabación. He usado varios programillas para poder mezclar instrumentos como voces, melódica, percusiones, teclados, y loops; grabaciones de radio y de la calle, programaciones, arreglos, mezclas y composición».
Y muchos colaboradores. «Al verme con tan pocos medios decidí colaborar con algunos amigos y recibí una respuesta muy positiva con muy buena disposición. Son colaboraciones desde locales como Gautama del Campo, David R. Belmonte, Fernando Zambruno, Sr. Bajunda; nacionales como Juan Crek, Rafael Flores, Antoni Robert, Biel Oliver, Stahlfabrik; e internacionales como Christophe Petchanatz, de Francia, o Marcelo Armani, de Brasil. Y por otra parte me vi más suelto y compuse temas exclusivamente en solitario».
Repasando la lista de músicos participantes nos vienen a la memoria nombres legendarios de la música electrónica española: Comando Bruno, Macromassa, de quienes aparte de la voz de Juan Crek en Reloj de Fe Zen hay también un largo homenaje al recientemente fallecido Víctor Nubla, con quien también colaboró en algunas ocasiones, en Alma imaginaria… Antonio siempre ha estado muy apegado a estos terrenos, pero sin seguir sus linderos. «A los músicos electrónicos de los panoramas local y nacional los veo bien, aunque algo parados. Yo me veo un poco fuera de escenas; siempre me ha gustado salirme del tiesto y ser lo más inclasificable posible. Pero creo que he vuelto con mucho que decir y empuje después de tres años sin sacar disco nuevo. Se ve que tenía muchas ganas de hacerlo».
Y Antonio ha vuelto con una obra salvajemente ecléctica, pero que evita la incoherencia. Un disco que parece ser de todas partes al mismo tiempo y de ninguna parte en particular. La inmediatez flexible de piezas como Espejismos o Caro diario suena a la vez familiar pero como nada que hayas escuchado antes, o que vayas a escuchar después. Antonio siempre ha sido más de acordes disonantes que de armonías melodiosas, lo que nos lo dibuja como un músico tan adusto y radical que incluso yo mismo le he visto enfadarse con el moderador que presentaba una de sus obras, pero escuchando estos Trabajos forzados uno no imagina su cara con una ceja fruncida, sino más bien con una sonrisa torcida.