Al buscar la información técnica sobre la grabación del disco El Templo de las Cuevas que hace unos días editó Doce Fuegos a través del sello Sentencia Records me llevé una gratísima sorpresa al comprobar que yo estaba presente, sin saberlo, el día que se grabó. Fue el 2 de mayo del 2018 en la Capilla de Afuera del Monasterio de Santa María de las Cuevas, ese que conocemos como el Monasterio de la Cartuja, donde está el CAAC. Esa noche se celebraba allí un concierto doble, y aunque la mayoría de los que nos dimos cita en su interior lo hicimos atraídos por el grupo Sangre de Muérdago, antes de que ellos salieran todos los presentes recorrimos con Doce Fuegos el camino desde la Puerta de la Luz hasta la Puerta del Ruido, donde el tañido de una campana marcó el comienzo y el final de un relato sonoro, abstracto y sin palabras, contado solamente con las notas de violines acústicos y eléctricos y de una mandolina que igual servía para derramar notas dulces por su haz que secos golpes percusivos por su envés, y con efectos electrónicos resonantes entre los muros de tierra que confinaban las vibraciones al interior de esta capilla. Me gustó mucho la evolución que fue creando Doce Fuegos. Y por eso no puedo más que celebrar que ahora esa grabación esté disponible para todo aquel que esté interesado en escucharla.
Doce Fuegos solamente tiene un componente, Miguel Palou, un músico del ámbito más arcano y experimental del rock y el metal de Sevilla, donde militan bandas como Pylar y Orthodox, que en el año 2017 creó este proyecto para llevar a cabo una exploración electroacústica del acto mágico de la creación mediante la improvisación, sirviéndose para ello del violín, la mandolina y la percusión; reproduciendo con estos elementos un paisaje sonoro dinámico, un viaje sensitivo al encuentro entre la conciencia y la esencia del relato.
Le pido al propio Miguel que me cuente sus orígenes y la génesis de Doce Fuegos. «Hice conservatorio de grado medio y luego en vez del grado superior decidí hacer el doctorado en historia. Me fui a Italia con una beca y cuando terminé el doctorado volví aquí y tenía ganas de hacer algo con el violín; quería hacer algo que rompiese con las barreras instrumentales del metal. Ten en cuenta que a mí siempre me habían gustado, y me siguen gustando, el metal extremo y el metal experimental y quería hacer algo a mi manera, con mis instrumentos». Se dice, se rumorea, que Ricardo Jiménez, el guitarrista de Orthodox, es uno de los componentes de ese grupo de tenebrosos seres ancestrales llamado Pylar y que para sus ceremoniales puestas en escena reclutó a Miguel, pero como no podemos estar seguros le pido también que me confirme lo que se cuenta en los mentideros. «Pues hombre, yo era colega de Ricardo y hablamos de hacer algo juntos, pero como Pylar es una banda que intenta mantener el misterio y la ambigüedad no te voy a confirmar ni desmentir que yo mismo u otros músicos formemos parte de ella o no; de todas formas lo que sí ocurrió es que a raíz de colaborar con Ricardo ya me sentí preparado para hacer algo por mi cuenta, yo solo con mi violín, la mandolina y las movidas que quisiera, y así surgió musicalmente Doce Fuegos, para experimentar con la improvisación, porque uno de los problemas que tuve también al terminar el conservatorio es que acabé odiando las partituras, aunque eso tuvo la parte buena de que me ayudó a improvisar y tener inventiva». Y desde entonces hasta ahora con este proyecto ha lanzado las variaciones de [O] I y [O ]:Demos recording, en el 2018 y la Variación sobre Juan de Yepes, el pasado 2020, que te presentamos en esta misma web disonante.
Hablando sobre los referentes sonoros de Doce Fuegos, Miguel cita el drone de SunnO))) y Earth, el dark wave de Dead Can Dance y Current 93, además del noise de Sonic Youth, Glenn Branca y los Swans más experimentales. Pero la estela en la que encuentra sus inspiraciones es mucho más amplia todavía: la psicodelia rock-folk de Comus y la Velvet Underground, el post-rock de Godspeed you! Black Emperor y Warren Ellis, el black metal atmosférico de Burzum y WITTR, el minimalismo, el impresionismo, la música antigua y étnica… la concepción de ideas impulsadas por todos estos creadores ha devenido en un disco repleto de matices y de una gran riqueza tímbrica, de sonido épicos y pasajes de gran intimismo, construido a modo de retablo sonoro, envuelto en la impresionante acústica de la capilla. Allí se realizó la grabación en directo, por parte de Ignacio García Velasco, que fue quien después realizó la mezcla y la masterización. La maquetación corrió a cargo de Gonzalo Santana, y el artwork del disco es un diseño de Reuben Sawyer, de cuyas manos han salido portadas para Chelsea Wolf, Russian Circles, Moss, Deafheaven o Destruction Unit.
El que la grabación de El Templo de las Cuevas se llevase a cabo en la capilla de la Cartuja fue un intento de refundar un espacio de sacralidad inventada a través del sonido, dentro de los muros de tierra que confinan las vibraciones. Mientras que una capilla católica guarda un retablo con las hagiografías o la narración bíblica, la música en este proyecto buscaba ser el elemento que instituye el lugar sagrado y, a su vez el que conforma un relato sonoro, abstracto y sin palabras: un retablo sónico simbólico. En su nota de prensa se define como «un viaje en lo material y lo inmaterial de muchas historias y ninguna; una suerte de cosmogonía atemporal, de ningún y cualquier lugar, aunque seguramente, de manera inconsciente e inevitable, esté en el Mediterráneo el foco de inspiración».
Incluso el nombre de la obra guarda relación directa con el lugar en el que se interpretó por primera vez y se grabó. «Efectivamente, el nombre de El Templo de las Cuevas hace alusión al Monasterio de las Cuevas. Incluso tenía pensado llamar a la obra El Templo de las Tortugas para darle un sentido, si no más pagano, sí darle otro sentido a la refundación del espacio con esta narración a través del sonido. Y ese nombre de Templo de las Tortugas venía porque los cartujos criaban tortugas para poder alimentarse en el monasterio, o al menos eso dicen las leyendas. Al final el título de El Templo de las Cuevas me pareció idóneo porque daba la sensación de definir un nuevo espacio en el que se resguardan las personas para luego crear sus orígenes, sus narraciones originales o primordiales. Al fin y al cabo la grabación, como digo en ese texto que has citado, es para crear una nueva narración cosmogónica, universal, por así decirlo, dándole la vuelta al concepto de la sacralidad».
Estas cinco piezas atmosféricas y de gran variedad tímbrica que componen el disco fueron recreadas posteriormente en otro lugar menos solemne, en el que también tuve la fortuna de estar presente. Nueve meses más tarde volví a recorrer el mismo camino, de una Puerta a la otra, esta vez en la Sala X, donde Miguel Palou volvió a presentarnos este relato sonoro, esta vez incrementando la percusión con los golpes secos de un tambor y los más dulces de una urna golpeada con su propia tapa, con un toque de inspiración de las musas que venció incluso a las malas artes del demonio del sabotaje técnico que sufrió en algunos momentos. «Me jugaron malas pasadas técnicas los pedales, es el pan que me toca tragar en los conciertos; normalmente sale todo bien, pero cuando te toca, te fastidia mucho. Normalmente es en los directos cuando ocurre, porque en los ensayos no pasa nunca».
Me intereso por conocer si ahora que El Templo de las Cuevas se ha editado como disco va a seguir interpretándose en directo y en qué ambientes se hará, una vez que Miguel ha comprobado las diferencias entre un lugar sagrado y otro herético. «Es difícil plantearse lo de tocar en directo de nuevo El Templo de las Cuevas. Las verdad es que su idea surgió gracias al concierto y tiene sentido gracias a ese concierto con Sangre de Muérdago. Cuando estábamos organizando aquello, porque yo también formo parte de Pabellón Solar con Isa y Pedro Román, en aquel momento Doce Fuegos era un germen, yo apenas había ensayado y había hecho un par de cosas entre amigos, en el local de ensayo; luego pedí que me lo grabaran y me sirvió como demo. La verdad es que la capilla daba lugar a pensar en la narración, la sonoridad y claro, hacer en su integridad El Templo de las Cuevas en otro lado se hace muy improbable y muy diferente, porque no todos los sitios te dan esas posibilidades sonoras que te da la capilla, en la que sin apenas microfonía podía tocar instrumentos acústicos y eléctricos a la vez y que todo sonase bien, con equilibrio. Si lo monto en otro lado al final no va a salir igual y a día de hoy no me lo planteo mucho, sinceramente; sí que recuperaré temas porque me gustan, los disfruto y al fin y al cabo la improvisación es eso, tienes una idea original y puedes usarla una y otra vez como quieras y siempre te da otra posibilidad. Es como un camino que recorres todos los días pero siempre te vas fijando en diferentes detalles, y la experiencia siempre es diferente. La grabación por eso es única, porque ya no va a salir nunca una cosa igual como la de aquel momento; cuando vuelva a tocar esos temas sonarán diferentes, y seguramente tendré diferentes instrumentos, diferentes acústicas e incluso diferente equipo de sonido».
La conversación sobre las dificultades de llevar de nuevo al directo El Templo de las Cuevas me lleva a preguntarle a Miguel por el futuro alternativo a ello. Un futuro obviamente mediatizado por las dificultades actuales, pero al que hay que hacer frente de alguna manera. «Espero volver a tocar en directo, volver a improvisar, en un futuro no muy lejano, ya sea con cosas referidas a El Templo de las Cuevas o a cosas nuevas que saque en su momento, lo que surja, que al fin y al cabo es lo que piden las improvisaciones. Antes de la pandemia tenía planes de tocar en algunos lugares de Andalucía, que espero volver a retomar. Pero para el futuro más cercano tengo algunas ideas para grabar y espero poder sacar un par de cosas más durante este año, ya sea como EP, como LP, o con otros proyectos en los que colaboro con más músicos. Lo que sí es seguro es que en marzo saldrá un disco split compartido con un músico portugués, del que ya os daré más noticias. Así que este año lo que haré sobre todo será sacar grabaciones y grabar todavía algunas más».
Sea donde sea y cuando las circunstancias lo dispongan, siempre será un buen momento para disfrutar del juego creativo y simbólico de Doce Fuegos y su música onírica, mística, plena de armonía entre la memoria y las tradiciones, entre la vida y la eternidad, entre lo instintivo y lo racional; en esa noción atemporal de la realidad y los diversos planos de existencias pasadas y presentes.