Borneo. Ciclo ‘Veraneo en la city’. CEIP Concepción Estevarena (Alcosa). 8 de agosto de 2020.
Desde la primera nota de la noche quedó claro que Chío Abbad conoce los secretos de la composición e interpretación de canciones. La última vez que la vi en un escenario, antes del estado de alarma, estaba acompañada solamente por los teclados y segunda voz de Paloma Guerrero, pero anoche la respaldaba la banda completa y pudimos disfrutar de todos los de Borneo: Junior Vargas, que demostró ser un guitarrista versátil tanto en los efectos como en los acordes limpios; Joaquín Ruiz, un bajista efectivo y a la vez efectista, porque debe ser el único bajista de la ciudad (e incluso del mundo) que se mueve en el escenario más que los guitarristas, bailando con su bajo unas coreografías (que igual incluso hasta ensaya ante el espejo) que incluían pasos como de vals, giros sobre sí mismo, movimientos como el del bailarín dejando caer hacia atrás a su pareja mientras la sujeta por la cintura; y Rojo Rodríguez, que lleva camino de desplazar del pódium de baterías que han tocado en más grupos de la ciudad al Roque, al Rama o al Ricardito (anda… todos empiezan por R, ¿no es curioso?).
Aunque los cinco juntos son claramente mayores que la suma de sus partes, la cantante principal, Chío, atrae la mayor atención sobre el escenario y se mueve igual de bien cuando las canciones atraviesan la raya que delimita los medios tiempos para desbocarse un poco, algo que ocurrió en Laredo, como cuando se ajustan a los cánones de la balada blandita, como en La luz; e incluso es capaz de variar y acelerar esos registros en la misma canción, como hizo en Nadie te escuchó latir, con la que comenzaron el concierto. Y eso mismo que digo de ella podéis aplicarlo también a la forma de tocar la guitarra de Junior, perfecto en los acordes del solo mantenido en los minutos finales de Código Bravo, una de las nuevas canciones, todavía inédita, de Borneo. Gran virtuosismo, sin efectos visuales deslumbrantes, aunque no son necesarios, porque la franca sonrisa de Paloma allí detrás del todo, enamoraba e iluminaba la noche más que los focos, mientras le daba cuerpo al sonido de la banda con sus teclados.
Tras las cuatro canciones mencionadas hasta ahora, además de Cuarto oscuro, en el escenario quedaron solas Chío y Paloma para la interpretación, únicamente a piano y voz, de Cómo parar el miedo, la última de las canciones que el grupo ha editado, tres minutos de suavidad angelical que terminan con unas frases que sirven como lema perfecto para no quedarnos en casa y salir a disfrutar de la música, de la cultura, de conciertos como este de Borneo. Chío termina la canción, y también el concierto porque al final la repitieron con el respaldo de la banda completa, con unos versos mágicos que parecen creados para la situación que atravesamos: burlemos los escombros, nadie nos podrá quitar las ganas de salir…
De nuevo todos reunidos rescataron la primera de las canciones que conocí de Borneo, aquella Sincronía, anoche mucho más cruda de lo que la recordaba, seguramente por el sincopado ritmo de la batería de Rojo, que terminó en un gran duelo final con la guitarra de Junior que me recordó por momentos la forma de terminar algunas canciones de Dinosaur Jr. con J Mascis y Murph pugnando por dejar atrás al otro. Del cero al infinito, del pasado al futuro, pasaron con la siguiente de las canciones, tan nueva que todavía no tiene nombre siquiera, y que si no parasen para hablar Chío un poco sobre ellas, podrían enlazar perfectamente con la anterior en los conciertos, porque comienza exactamente en el mismo plan que terminaba la otra, con inicio de golpes de batería y la guitarra entrando de pronto para quitarle el primer plano; una canción muy nirvanesca en su instrumentación, aunque la voz de Chío la acerca a territorios más indies. Este fue el rato en el que Joaquín más bailó con su bajo, se le notaba el disfrute. Cuando le pongan nombre y la editen, algo que esperan hacer para diciembre o enero, seguramente será una de esas canciones que te pones en bucle después de la primera escucha.
Y de nuevo, como el movimiento de un péndulo, vuelta atrás en el tiempo, al primero de los EPs que editaron, para iniciar la recta final con dos de sus mejores canciones, dos himnos del pop local como Lo sé, no sé, al que le va muy bien la distorsión noisie del final, tal como la hicieron anoche, y Salvemos las distancias. Y el péndulo de nuevo moviéndose al otro lado de su discografía para poner el punto final con la más recientemente editada, de nuevo Cómo parar el miedo, esta vez interpretada por todos, en una versión tan llena de musicalidad como de tormenta eléctrica. Impecables.