Kevin Johansen. CAAC. 26 de julio de 2019
Anoche nos visitó en Sevilla, dentro del ciclo Pop CAAC, algo más que una estrella musical; porque Kevin Johansen es la alegría del alma llevada a un escenario. Este argengringo, como él mismo se definió, es puro antidivo, que se despreocupa de cualquier compostura que no sea cantar y que se permite pasar con total naturalidad por la milonga, la cumbia, el bolero, el tropicalismo, por la copla, incluso, porque al fin y al cabo todos los estilos son manifestaciones de lo mismo. Y Kevin lo hace con un insuperable espíritu lúdico y, aunque juega con todos los géneros, lo hace con el mayor de los respetos.
El espectáculo que nos ofreció, respaldado por unos The Nada que en esta ocasión solo fueron cuatro músicos, resultó excelente; por su gran calidad, por el ingenio desbordante de Kevin, por su deliciosa interacción con el público, al que subió al escenario a bailar con la banda varias veces e incluso él se bajó para estar entre nosotros, generando un buen rollo impresionante. Hora y media de instrumentación bastante escueta pero sin ni un atisbo de tedio; al contrario, fue un concierto que se disfrutó con una continuada sonrisa en los labios. Una noche preciosa de verdad.
El comienzo con En mi cabeza fue una señal de cómo iba a transcurrir todo, con la alegre coreografía de la banda y casi todo el público coreando la canción con él, algo que fue después la tónica general. Siguió Baja a la tierra, una meditación sobre el amor, en esta ocasión más reflexiva que irónica, como en otras muchas canciones suyas, y el baile comenzó con Ni idea, una canción con base musical de samba que Kevin dedicó a su batería, Enrique “Zurdo” Roizner, un músico adelantado a su tiempo, que con sus casi 80 años hizo anoche sonar su batería y las percusiones magistralmente, no en balde le han llamado para colaborar en sus discos muchos grandes, como Vinicius o Sinatra. Momentos mágicos, increíbles y emocionantes en este inicio de la noche, en la que Kevin cumplió a la perfección con estas tres primeras canciones con el rito de llevar al público a la emoción, después a la reflexión y luego al baile… y como ya dije en la crónica de ayer, cuando la gente baila es que todo está bien. Después de esto no cabía otra canción mejor que la que dice que es como cuando sale el bendito sol y todo gira en armonía a su alrededor; todos en armonía, cantando con él Es como el día.
Siguieron con la ranchera de Cuentas claras, la reflexión sobre el marketing póstumo del Che Guevara que es Mac Guevara o Che Donald’s y con la introspección despectiva de un macho despechado que originalmente escribió Kevin en un momento de frustración para que después su amigo Jorge Drexler se la suavizase y la convirtiera en No voy a ser yo. Con ella se inició el momento oscuro de la noche, seguida por la confesión de que su vida era como un túnel sin salida en Desde que te perdí. Un túnel muy corto, atravesado como un rayo para desembocar entre los travestís del barrio de Palermo, en los que se fijó para componer Daisy, una milonguita criolla que marcó el inicio de la subida del público al escenario para bailar. Primero una pareja sola, después media docena de espectadoras más moviéndose al ritmo de Cumbiera intelectual, la crítica sobre la tardía aceptación de la cumbia entre los aficionados musicales cultivados. Pero no hay rencor en sus canciones, sus críticas son cariñosas y graciosas; no las hace desde encima de un pedestal y ni siquiera son negativas, son observaciones sobre las cosas sociales que ocurren. Y ahí hay alguien como él, que forma parte de La gente más linda, esa que no sabe lo linda que es.
Solamente cambió el castellano por el inglés en una ocasión, y quizás no debió hacerlo porque el apunte que hizo sobre el Modern love de David Bowie fue el momento más sosillo de la noche. Pero lo remontó enseguida con Anoche soñé contigo y esa impagable visión de centenares de personas cantando qué lindo es soñar, soñar no cuesta nada, que te hace pensar que todavía es posible ese mundo mejor que todos soñamos. Perfecto cierre del set.
Los bises se abrieron con Sur o no sur, la canción que le daba título a su disco del 2002, una reflexión sobre dónde vivir, algo de lo que él sabe y ha padecido muchísimo y aun así la canta de forma totalmente opuesta al aire de desplazamiento de un expatriado. Relajado y flexible, Kevin se siente en casa en todas partes. Y anoche decía que aún más en Sevilla. Y se bajó a celebrarlo con sus paisanos de esta noche; mientras la banda, liderada por su guitarrista y productor habitual, Alexandre Kassin, le daba coba a la parte instrumental de la canción, Kevin reunió a una fila de bailarinas que le siguieron desde la audiencia hasta el escenario, para volcarse danzando el Guacamole. La despedida fue, obviamente, con el Fin de fiesta, cuya letra fueron cantando todos y cada uno de los componentes de la banda.
Al final, apurados los últimos sorbos de cerveza, quedaba la gratificante sensación de que hoy sí había sido una noche de música disfrutada por mucha más gente de la que venía siendo habitual en el ciclo, algo que inducía a regresar a la cálida noche de Sevilla con una gran sonrisa dibujada. Y el corazón zumbando.
