Stone Foundation. Sala X. 10 de abril de 2019
Anoche en la Sala X resonaron ecos de otras épocas cuando Stone Foundation se subieron a su escenario para hacernos evocar a Traffic, Steely Dan, War, así como a Marvin Gaye, Van Morrison, los Chi-Lites; pero las influencias nunca superaron a la música que hacían ellos allí arriba, que sonó muy fresca e inmediata. Y es que nada de lo que nos trajesen al recuerdo importaba en realidad, porque las verdaderas estrellas eran la voz expresiva de Neil Jones, la banda de siete miembros que le acompañaba y, lo más importante, las propias canciones que interpretaron, en su mayoría sacadas del disco que están presentando en esta gira del 2019, Everybody, anyone. Ritmos tensos y letras que, aunque no las entendiésemos del todo, por las explicaciones que nos daba a veces Neil, luchaban por algo más que ser meras reflexiones rudimentarias de esas que conforman gran parte de la música de hoy día; eran reflexiones metafísicas de primer orden. Y el dulce contrapeso a esta gravedad emocional la ponían, convirtiendo esas canciones en puro divertimento físico, Neil Sheasby, el bajista que a veces metía también la voz en muchas canciones de las que es co-autor, y los músicos adicionales que les acompañaron con metales, órgano y percusión.
La sólida banda disfrutaba en el escenario tanto como nosotros delante de él. Visualmente, el foco de atención eran los dos miembros fundadores del grupo: Neil Jones, que tocaba la guitarra y cantaba como si le fuese la vida en ello, resultando conmovedor muchas veces, y Neil Sheasby, que no dejaba de merodear por el borde del escenario con su bajo como si buscara entre el público a aquellos pocos que no se movían con su ritmo brillante. Para no quedarse atrás, la sección de metales era una pura delicia, rebosante de pegada y dinamismo para darle a las canciones un toque extra; sumado a eso, la unión de batería y congas era poderosa y el teclista, Ian Arnold, llenaba todos los huecos con notas plenas de encanto.
El concierto comenzó igual que el disco, con Sweet forgiveness, y desde ese primer momento quedó claro que este no iba a ser un concierto para alimentar la nostalgia. Stone Foundation es una banda que reivindica su derecho a estar en constante evolución; afortunadamente en lo que ha evolucionado no es muy diferente de lo que siempre ha sido. Su música está impregnada del alma británica y esta se refleja en todas sus canciones nuevas: Standing on the top, Next time around, Only you can, hasta ocho de las once que completan su disco revisitaron aquí con la frenética energía de una banda que vive la música plenamente. Recuperaron también algunas esenciales de A life unlimited, precisamente las dos que lo abrían: Beverly y Pushing your love; dos más del Street rituals que les produjo Paul Weller, lanzándolos así al mundo de la fama: The limit of a man y Simplify the situation, que fue con la que cerraron el set, antes de volver para reescribir la ajada pieza de soul de Ann Peebles, I’m gonna tear your playhouse down, que si años atrás Graham Parker le insufló vida nueva, ahora los Stone Foundation la llenan de músculos potentes, para despedirse definitivamente con el Ordinary Joe de Terry Callier, al que convirtieron en extraordinario. Por medio dejaron la desconocida perla de Changes, una balada deep-blue grandiosa que Neil presentó de forma emotiva para posicionarse negativamente ante el Brexit.
Una gran noche que, aunque la sala presentase un aforo algo superior a lo habitual de los últimos conciertos, sólo disfrutamos unas pocas decenas de afortunados espectadores.
